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El primer bloque en lucha de Cádiz: tres familias resisten al desalojo de su edificio por una promotora de lujo

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Pedro Espinosa

Cádiz —

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“Somos los que sobran dentro de esta ganga, somos los que están fuera de la ley de la oferta y la demanda”. La voz de la comparsa Las Ratas, ganadora este año del Concurso del Carnaval de Cádiz, resuena frente el número 3 de la plaza Fragela, a escasos metros del Gran Teatro Falla donde solo hace unos meses que estrenó esta letra. Su autor, Jesús Bienvenido, no sabía entonces que las metáforas de su repertorio se hacían realidad en la acera de enfrente. En ese edificio tres familias se niegan a abandonar sus casas, pese a que una promotora les ha ordenado marcharse para construir allí pisos de lujo con piscina en la azotea.

Los integrantes de la agrupación han sellado con su música y la profundidad de sus letras la protesta organizada por el Sindicato de Inquilinas e Inquilinos de Cádiz, que ha declarado este inmueble el primer “bloque en lucha” de la ciudad. ¿Qué significa eso? “Significa que no se van a ir de sus casas. Que van a seguir pagando religiosamente, porque son familias trabajadoras y aquí vamos a estar apoyándolas hasta que nos falte el are”, explica la portavoz de este sindicato, María Sánchez.

En el número tres de la plaza Fragela, que colinda con el Teatro Falla, viven actualmente tres familias. Llegaron a este inmueble hace una década mediante contratos de alquiler firmados con la anterior propietaria. “Era una señora de Sevilla que tenía este edificio para veranear en Cádiz, pero dejó de venir, y entonces lo puso en alquiler”, explica Inmaculada Michinina, una de las inquilinas. Tras el fallecimiento de la propietaria, sus herederos vendieron el edificio a una promotora inmobiliaria. Es la empresa que hace seis meses comunicó por burofax a todos los vecinos que no se les renovaría el contrato y que tenían que abandonar las viviendas.

La empresa asegura que está actuando conforme a la ley, al alegar que los contratos han expirado y que los inquilinos han sido avisados con el preaviso y los plazos que marca la ley. Además, defiende que está ejecutando un proyecto de rehabilitación autorizado para convertir el edificio en una promoción de altas calidades. Sin embargo, las familias afectadas se quejan de que las obras han empezado con ellas dentro, sin licencia visible, sin medidas de seguridad y con la clara intención de molestar lo máximo posible para que se vayan cuanto antes. Era la práctica habitual que tenían antes los conocidos “asustaviejas” para amedrentar a los vecinos y hacer que se fueran.

“No somos ocupas. Somos familias trabajadoras”

Pero estas familias han decidido resistir. Lo hacen asesoradas y apoyadas por el Sindicato de Inquilinas e Inquilinos recién creado en Cádiz, que se sirve de este ejemplo, el “primer bloque en lucha” para escenificar la cruda realidad de las viviendas en Cádiz. Actualmente viven siete personas en el bloque, dos de ellas menores de edad. Una cuarta familia, con una persona con un 95% de discapacidad, se vio forzada ya a marcharse. Las vecinas explican que no han dejado de pagar el alquiler. “No somos ocupas. Somos familias trabajadoras. Hemos pagado y nos devolvieron el dinero. Así que lo ingresamos en una cuenta judicial. No estamos aquí de gratis”, aclara otra de las vecinas, Jéssica Otero. El sindicato respalda su derecho a permanecer en las viviendas mientras existan medios legales para hacerlo, y alerta de un patrón creciente: la expulsión silenciosa de vecinas de toda la vida para abrir hueco al mercado del lujo.

“Yo llevo 13 años en el registro de demandantes de viviendas del Ayuntamiento”, explica Michinina. Es un plazo parecido al de Jessica Otero. Las dos son madres con hijos a su cargo. Son mileuristas y pagan, hasta ahora, 450 euros mensuales por el alquiler. “La gente puede pensar, pues búscate otra casa. Y yo lo he intentado, pero es que no hay. No hay nada que yo pueda pagar. Y también me dicen, pues vete a otra ciudad. Y entonces pierdo mi trabajo. Es una bola de nieve”, se queja Inmaculada. El relato de Jéssica es el mismo. “Cuando me llegó el burofax, me puse a buscar. Me conocen todos los dueños e inmobiliarias de Cádiz. Pero no encuentro nada. Me piden hasta tres avalistas. Me han querido alquilar una casetilla de jardín por 600 euros ¿Qué hago?”.

Por eso han decidido quedarse y aguantar. También porque su protesta trata de frenar un proceso creciente que está expulsando a las gaditanas y gaditanos de sus barrios. “Las promotoras rehabilitan estos edificios para hacer casas de lujo que no están al alcance de los vecinos, con lo que la gente se tiene que ir sin opción a encontrar nada. Es una auténtica expulsión”, protesta la portavoz del sindicato.  “No es turismofobia. Es supervivencia. Queremos vivir en la ciudad donde hemos nacido”, resume Inmaculada.

Cuando Jesús Bienvenido creó Las Ratas no sabía que meses después estaría cantando con su comparsa, justo en el exterior del Teatro Falla en el que estrenó su obra, ante un edificio de los que cuelgan, de momento, dos pancartas. Una de tonos grises y letras doradas anuncia los pisos de lujo. La otra blanca, escritas a mano, hablan de resistencia vecinal. Son los carteles que representan un bloque en lucha. La primera concentración de protesta remata con música. Música de carnaval. “Somos los que quedamos, somos los que no nos fuimos, los que nos resignamos, como ratas resistimos”. Una declaración de intenciones que, en esta esquina de Cádiz, se ha convertido en realidad.

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