Detectado por primera vez en el delta del Ebro en 2012, y muy extendido ya por todo el Levante y hasta el Mar Menor, el lugar más al sur en el que se había observado hasta el momento, el cangrejo azul ha irrumpido en Andalucía. La previsión de que prolifere con la misma velocidad que en el norte, supone un nuevo reto para los expertos y la posibilidad de que entre en colisión con el cangrejo rojo americano, que hace sólo un par de meses consiguió salvarse del cierre que amenazaba a una fuente de generación de empleo que desde los 70, cuando se introdujo, ha supuesto para las marismas del Guadalquivir.
Desde la Consejería de Medioambiente exponen que habían tenido constancia de algún hallazgo “aislado” por lo que muestran su preocupación tras las noticias recibidas desde las marismas con el inicio de la temporada de pesca del cangrejo rojo americano, que es cuando los mariscadores se han topado con el nuevo habitante, y en realidad, igualmente invasor. En este sentido, las mismas fuentes apuntan que los técnicos de la consejería van a estudiar su presencia con el fin de ver cómo afectaría a la biodiversidad del lugar, lo que desconocen, y especialmente porque se está hablando del entorno de Doñana.
Impacto aún desconocido
La bióloga Marta Sánchez, quien desde la Estación Biológica de Doñana (EBD) trabaja con el cangrejo rojo americano, comenta: “Ha sido una desagradable sorpresa que hayan encontrado cangrejo azul en las marismas del Guadalquivir, aunque siendo una especie actualmente en expansión, tampoco es algo inesperado”. Pese que reconoce que existen pocos estudios sobre su impacto, sugiere que “cabe esperar que se comporte de forma parecida que en su área nativa, donde juega un papel clave en la estructura y funcionamiento de las redes tróficas bentónicas costeras”.
“Es un omnívoro muy voraz, capaz de reducir la densidad y diversidad de invertebrados, incluyendo especies de valor comercial, por lo que podría tener un impacto importante a nivel de servicios ecosistémicos”, agrega. En este sentido, apunta que entre sus presas preferidas se encuentran los bivalvos y cangrejos de menor tamaño. Por cuestión de tamaño, cree que podría predar sobre el cangrejo rojo americano y competir por los recursos, aunque prefiere áreas más salinas (como los estuarios y costas). “No obstante, se trata de una especie eurialina, con una gran tolerancia a la salinidad, siendo capaz de sobrevivir a salinidades muy bajas. Su impacto en las marismas del Guadalquivir dependerá de si su presencia es ocasional, o consigue expandirse a salinidades propias de este ecosistema”, avisa.
Por otro lado, remarca que también podría ejercer un impacto indirecto a través de la liberación de parásitos. “Se conoce una rica comunidad de macro y microparásitos asociadas a esta especie, algunos de ellos de una alta patogenicidad. Sin embargo, se necesitan más estudios para poder cuantificar su impacto real en los ecosistemas invadidos, y de confirmarse su expansión en las marismas del Guadalquivir, sería fundamental investigar su interacción con el cangrejo rojo americano”, puntualiza la investigadora.
En su opinión, las dos especies tienen un importante potencial invasor, pero con papeles ecológicos muy distintos. “Entre las características que los convierten en un buen invasor están su voracidad, su agresividad, su amplia tolerancia a variaciones en las condiciones ambientales y su alta fecundidad. En el caso del cangrejo azul, si bien las hembras sólo se reproducen una vez, presentan una alta fecundidad, siendo capaces de producir más de 10 millones de huevos en una puesta”, explica.
También José Manuel Poquet, doctor por la Universidad de Granada (UGR) en Biología y Ecología de Ecosistemas Acuáticos, dice que el impacto que tenga dependerá de sus ventajas sobre las otras especies ya presentes sobre el terreno. “No se trata sólo de que entren en competencia por el alimento y los recursos del lugar. El cangrejo rojo americano, portador de un hongo, y muy resistente a la contaminación, ha hecho que el cangrejo autóctono vaya en regresión, y podría ocurrir lo mismo en función de esas características que presente el nuevo”, asevera este biólogo.
La voz de alarma la han dado los pescadores,pese a que en la Consejería de Medioambiente sostienen que habían tenido constancia de alguno. José María Cañamero, que lleva toda la vida pescando cangrejos rojos americanos en estas marismas a las puertas de Doñana, revela que es el primer año que se encuentran estos ejemplares y les está pasando a diario. “Se come a los nuestros, los devora, vamos. Lo he visto en las nasas: cuando sacas una y hay dentro un azul, sólo quedan restos de los rojos”, asegura.
Este veterano pescador -“igual que lo fue mi padre”- plantea también la paradoja de que la industria del cangrejo rojo americano ha estado en riesgo -“y todavía no nos fiamos”- después de que se declarara ilegal su comercialización por ser una especie invasora, si bien finalmente el pasado mes de junio se autorizó conforme a una modificación de la Ley de Biodiversidad, igual que otros animales de interés para pescadores y cazadores, una tensión que no ha soportado el recién llegado. El cangrejo azul, en cambio, no se ha enfrentado a este pulso, y este año figura en el listado de especies con permiso del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, figura, y ya se han concedido las primeras licencias para su pesca. “Es cierto que es un producto más caro, pero no genera el empleo que da el cangrejo rojo, con toda la industria de transformación. En Andalucía hay cinco empresas dedicadas a ellos y donde trabajan cientos de mujeres sobre todo”, argumenta.
De este modo, en la Albufera de Valencia sobre todo se ha convertido ya en un importante negocio porque se trata de un producto muy demandado y apreciado en la cocina. Hay quien compara su sabor con el del bogavante. Su precio en la lonja oscila entre los 3 y 5 euros el kilo. El cangrejo rojo americano no llega a un euro, pero su tratamiento y envasado en las cinco empresas concentradas en Isla Mayor dan trabajo a vecinos de toda la comarca. Mueve 20 millones de euros al año, y todo esto fue lo que los movilizó, y les permitió ganarse la complicidad de los políticos, para cambiar la ley y permitir que pudieran seguir con la actividad pese a la sentencia del Tribunal Supremo (TS) que hace dos años lo declaró ilegal, junto a otras especies invasoras.
José María Cañamero confiesa que tiene que coger cada día unos 100 kilos de cangrejo rojo americano -como el resto del medio millar de autorizados para su captura como medida excepcional para controlar la plaga, que fue el cambio legal que permitió sortear el varapalo del TS- para llevar un sueldo a su casa. Pero pese a que le pueda parecer más lucrativo el cangrejo azul, se pregunta: “¿Y qué pasa con los viveros y la gente que trabaja allí?”.
Se lo preguntan también los demás pescadores mientras se afanan en la temporada del cangrejo rojo americano, que en las marismas del Guadalquivir empieza estos días y se prolongará hasta diciembre, rodeados de las amplias extensiones de arrozales donde los capturan sorteando las molestias de los mosquitos, lo menor, cuando no la fiebre de la rata, lo peor, ocasionada por la presencia de este roedor escondido en los laberintos del cereal.