Nacho Ojeda, de Sevilla a Nueva York gracias a las teclas de su piano

Con 26 años, Nacho Ojeda se ha asentado en Nueva York gracias a su trabajo relacionado con la música. Se define a sí mismo como “un músico y pianista, formado en la tradición clásica europea”.

Comenzó a tocar con cinco años, con la profesora Izabella Malocco en la escuela de música del Colegio San Francisco de Paula de Sevilla. Después de pasar dos años por el Conservatorio Profesional Cristóbal de Morales de Sevilla con la profesora Dolores Villalón, cursó el primer grado en Interpretación pianística en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid, con la profesora Ana Guijarro. Posteriormente, se mudó a Helsinki, donde estudió un máster en Piano Clásico en la Sibelius Academy con las profesoras Tuija Hakkila e Irina Zahhrenkova. 

En Nueva York cursa un máster en Interpretación Contemporánea en la Manhattan School of Music, con los profesores Peggy Kampmeier y Anthony de Mare, gracias al patrocinio de la beca Fulbright y la Junta de Andalucía.  

Con todo, asegura que “es difícil a veces definirse como artista mencionando simplemente la actividad a la que te dedicas, sobre todo porque llega un punto en el que empiezas a explorar nuevas técnicas o formas de hacer arte que te alejan de tu actividad original, y se crea una desconexión entre lo que dices que eres y las cosas que haces realmente”.

El viaje a Nueva York

Con su juventud bajo el brazo, Nacho cogió el avión que le llevó a Nueva York, que le interesaba mucho por la cantidad de referentes musicales y culturales de la ciudad, donde hay “una cantidad ingente de artistas que vienen de todas las partes del mundo, todos trayendo su cultura, sus propias ideas y su propia forma de hacer arte. Yo deseaba venir porque quería conocer nuevas formas de entender el arte que me hicieran ser más consciente de lo que hago como músico, y así crecer como artista”. 

Esto solo es posible en ciudades como Nueva York, “donde los artistas convergen y la reflexión acerca de qué tipo de arte se hace y por qué se hace es constante. Además, Nueva York es uno de los lugares centrales del mundo en lo referente a la música contemporánea, o como se le llama aquí, la Nueva Música, y residir en esta ciudad me permite introducirme en la escena, además de estar en contacto y trabajar con una gran parte de los creadores más importantes de mi generación”.

Nacho Ojeda habla, entre otras cosas, de cómo la música clásica pueda llegar a todo el mundo, cómo le puede sonar igual a cualquier persona una sinfonía de Beethoven o un adagio de Albinioni, pero matiza que afirmar que llega a todo el mundo igual dota a la música clásica de un primado cultural que había que explorar con detenimiento“, y recuerda que ”cuando se habla de música clásica, se suele hablar de los grandes compositores de los siglos XVIII y XIX, y por lo general, limitados a una zona geográfica (Europa). Yo prefiero llamar a eso ‘música de tradición europea’, al igual que hay músicas de tradiciones indias, africanas o latinoamericanas. De ese modo, ponemos a la música clásica a la misma altura de músicas de otras prácticas musicales. La afirmación de que la música clásica la entendería cualquier persona del mundo sería otorgarle de un carácter universal que no tiene porqué tener – esta música se originó en Europa en unas condiciones sociales y culturales particulares que no deberían sobreentenderse y generalizarse a otras culturas-“. 

“Mucho más que sonidos”

Con todo, Nacho se ha convertido en un neoyorquino más, que con su talento “como artistas, lo que hacemos realmente es trabajar con ideas”, porque “la música es mucho más que los sonidos en sí y cómo se relacionan entre ellos. Sobre todo, la música habla de las ideas que hay debajo de la construcción sonora que es la composición de una pieza o una canción. Es una forma de comunicación entre un creador y una audiencia con un lenguaje diferente, en el que no tiene que haber palabras (o sí!)”.

“Soy un firme defensor del arte contemporáneo y de su importancia porque creo que es una manera de expresar puntos de vista sobre la realidad que siempre sucede alrededor de nosotros, dentro de nosotros, en torno a nuestro tiempo presente. Cerrar los ojos al arte contemporáneo es como cerrar los ojos a las realidades personales y sociales que vivimos. No diría que la música es importante en sí, como valor. Igualmente, tampoco diría que es importante para el cerebro, ya que no tiene por qué apelar a una intelectualidad en los oyentes. Sin embargo, la música apela al lenguaje emocional de cada uno, a la espiritualidad, y a las formas personales de enfrentarse al mundo que nos rodea, y ahí diría que radica su importancia”, explica.  

Feliz de poder trabajar en lo que le gusta, no sabe cuándo podrá regresar a su tierra, “pues es difícil en el contexto de pandemia en el que estamos predecir cuáles serán nuestros movimientos futuros. No obstante, tengo que terminar el máster que estoy cursando primero antes de plantearme qué haré después”, al tiempo que, eso sí, asegura, que en Andalucía el potencial artístico y musical es enorme.

“Un nuevo enfoque cultural”

“Es una afirmación que me siento cómodo expresando pues he podido contrastarlo con una infinidad de músicos andaluces increíbles que me he encontrado en mi propio camino. No obstante, sí diré que para evolucionar necesitamos adoptar un nuevo enfoque hacia la cultura musical: en primer lugar, como comunidad prestar mucha más atención a la música que se está componiendo ahora; a los grandes compositores andaluces del presente que pelean por estrenar sus obras, por ser programados en las salas de conciertos. Necesitamos dejar la comodidad de escuchar siempre a los grandes compositores del pasado, de la misma forma y en los mismos espacios, pues eso estanca nuestra cultura actual. Además, soy de la opinión que cada músico debería poder ejercer su arte con total libertad, generando un ambiente en el que se escuche la música que él o ella mismo haya creado con la misma atención y respeto que si interpretara, por ejemplo, una sonata de Beethoven. Tenemos potencial y nivel en Andalucía, pero tenemos que concienciarnos de que nuestras creaciones son iguales de legítimas que las grandes obras de los compositores europeos del pasado”. 

Preguntado sobre si llegará un día en que no haya que coger un avión para triunfar en distintos campos de la vida, dice que solo puede hablar con legitimidad y rigor “en mi pequeño campo de estudio”, para explicar que “sí sería posible generar carreras prolíficas en Andalucía, pero para ello habría que crear más comunidades culturales, más interés por el arte diferente al convencional, al que estamos acostumbrados, más apertura hacia fusiones entre géneros, hacia nuevos formatos de concierto; en definitiva, haría falta que las instituciones confiaran en los músicos para renovar la práctica del arte de la música desde los cimientos; y también que los propios músicos confiáramos en nosotros mismos para no limitarnos a repetir lo que se ha hecho, sino a explorar posibilidades sin miedo, y a generar productos que no se ajusten a moldes predeterminados, y que reflejen realmente quiénes son como músicos y las ideas en las que creen. Creo que un nuevo arte musical basado en estas premisas sería realmente de interés para todos los públicos”. 

Se despide dando un consejo a una niña de siete años que quiere que la música sea su movida de vida: “Es estupendo que te interese la música, escucha música, toca, disfruta con ella; pero sobre todo vive. Juega con otros niños, pídele a tus padres que te lleven a museos, a conciertos de toda clase. Ábrete al mundo y experimenta para llevar el pequeño mundo que descubres junto a tus padres y tus amigos a tu propio instrumento. En inglés, tocar un instrumento se dice play an instrument, y es natural, pues aprender a tocar un instrumento no es más que jugar con él. Improvisa con él, inventa melodías, canta mientras tocas, intenta reproducir las melodías que escuchas en tus dibujos animados favoritos. Nunca dejes de disfrutar con tu instrumento; pero tampoco permitas que se convierta en todo lo que haces y todo para lo que vives. Existes mucho más allá de tu instrumento. El resto vendrá con el tiempo”.  

La beca Fulbright

La beca que ha hecho posible a Nacho estudiar en Estados Unidos es la ‘Fulbright’, en concreto, la beca de Ampliación de Estudios que oferta la Comisión Española de la Beca Fulbright. 

Es una organización que nació hace 75 años en Estados Unidos con el objetivo de unir el país con el resto de países del mundo por medio de estudiantes de intercambio de postgrado o estudios doctorales, fomentando las relaciones interculturales entre países, y el avance del conocimiento global en campos diversos. 

De ese modo, existe una Comisión Fulbright por cada país que participa en el programa. La Comisión Fulbright España es una de las más prestigiosas, habiendo becado en mi promoción a más de 70 estudiantes españoles para completar su formación en Estados Unidos. Además, existen otras entidades que colaboran en la dotación de estas becas; que en mi caso y en el de otros compañeros andaluces es la Junta de Andalucía.

La forma más sencilla de tramitar esta beca es solicitándola a través de su página web: www.fulbright.es. Ahí se puede encontrar toda la información necesaria y las especificidades de las distintas becas que ofrecen cada año. Es un proceso duro de selección que cuenta con dos fases: la primera, una aplicación online, donde se detalla el proyecto personal y profesional, y la segunda, una entrevista en la que se defiende el proyecto y explicas por qué se desea continuar la formación, en este caso en Estados Unidos.