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La Corrala Utopía, claves de un símbolo de la reivindicación por la vivienda

La Corrala Utopía se ha convertido en el ojo del huracán de una crisis de Gobierno por la secuencia de los acontecimientos, por su carácter simbólico, por el precedente que podría suponer cómo se plantee la solución. Sin embargo, merece la pena recordar cómo se ha convertido en un símbolo de la reivindicación por el derecho a una vivienda digna. La primera ocupación colectiva que ponía de relieve el drama de los desahucios y que sirvió de modelo a otras muchas iniciativas en Sevilla, Málaga y fuera de Andalucía, ha contado con una serie de factores y méritos propios. Esta son algunas de las claves que han definido la historia.

La brecha social

Ibán Díaz Parra pertenece al grupo de investigación Geografía y Desarrollo Regional y Urbano de la Universidad de Sevilla. Conoce de primera mano el movimiento de lucha por la vivienda y ha estudiado los procesos de transformación urbana y social en el distrito Macarena, donde estaba la Corrala Utopía. En primer lugar, el entorno es malo: un 36% de paro sostenido, los subsidios se agotan y el colchón familiar se desinfla, mientras los desahucios no paran de crecer y el drama se maquilla en privado, con el hacinamiento, la infravivienda o con una patada en la puerta más discreta.

“La Corrala toma la dirección contraria. Hace una ocupación colectiva, organizada y pública, con personas víctimas de la crisis, a las que la administración no tiene ni interés ni capacidad para ayudar, porque están demasiado ocupados ayudando a las entidades financieras”, explica. El edificio de la Avenida de las Juventudes Musicales pertenecía a una gran constructora en bancarrota, una de ese montón de promociones que se han quedado vacías y sin vender y que acaba en manos de un banco, en este caso, Ibercaja. En ese escenario, en opinión de Ibán Díaz, es donde reside “la incompetencia del Gobierno, los especuladores y los que han creado la terrible crisis social que vivimos y las víctimas de la misma”. “En ese sentido es un caso paradigmático, en el que mucha población puede verse reflejada y en el que, de forma excepcional, la gente planta cara y lucha de forma organizada, en lugar de sufrir en silencio”, afirma.

Un movimiento liderado por mujeres

La corrala también ha sido símbolo del empoderamiento de la mujer en los movimientos sociales. Inicialmente eran más de 20 familias las que ocuparon el edificio. En sus dos años de existencia, llegaron a estar ocupadas casi la totalidad de las 36 viviendas. Casi dos años después de vivir allí, “sin agua, sin luz y sin miedo” como rezaba uno de sus carteles, eran 18 las familias que han llegado hasta el final, aunque solo se hablara de una docena en el momento del desalojo. Liderando el movimiento y poniendo rostro a sus reivindicaciones, a sus acciones y ruedas de prensa, un grupo de mujeres: Aguasanta, Toñi, Marisa, Elena, Ana, Vanessa, Manoli, Irma y muchas más.

Mujeres que se vieron en la calle, en el paro, ante un desahucio, alojadas en casas de familiares, recibiendo cartas y amenazas de embargo. Y un día dieron fe de que sabían que “juntas, podemos hacer muchas cosas, pero solas no nos van a escuchar”, como decía Juanita, de 65 años. Y decidieron organizarse porque “por callarnos y no decir nada mucha gente se ve tiradita en la calle y sin nada”, en palabras Toñi.

La convergencia de movimientos sociales

Ha materializando desde su origen una reivindicación histórica, el derecho a la vivienda, favorecida por nuevas maneras de entender el activismo social y la organización ciudadana, caso del movimiento 15M, especialmente el Punto de Información de Vivienda y Encuentro (PIVE) del 15M-San Pablo, que fue clave en el origen de la corrala, o la Plataforma de Afectados por la Hipoteca. También numerosos activistas del movimiento okupa clásico, responsables de la puesta en marcha de varios Centros Sociales ocupados de la ciudad (como Casas Viejas, La Fábrica de Sombreros o La Huelga) estuvieron desde el principio ayudando a las familias. Esto ha dado lugar a una nueva forma de converger y de entender las redes de apoyo, con sus virtudes y sus brechas. Cerca de 30 organizaciones integraron la Plataforma en Apoyo a la Corrala La Utopía, entre ellas la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía, Ecologistas en acción, Arquitectura y Compromiso social, el Movimiento de Acción Estudiantil, el consejo de Estudiantes de la Universidad Pablo de Olavide o sindicatos como el SAT (que llevó libros de texto al principio del curso), USTEA o CGT. Y también muchas personas que, lejos de la militancia o la acción social, se han acercado a dar a apoyo o interesarse por la situación de estas personas. La APDHA otorgó a la corrala el Premio Derechos Humanos en su edición de 2012.

La asesoría legal

Luis de los Santos y Pastori Filigrana son socios en Jarsia Abogados y dos de los miembros más activos del Grupo de Juristas 17 de Marzo. Su labor ha sido importante para el desarrollo de las negociaciones, para la asistencia y portavocía ante los medios durante el proceso judicial. Además, lograron llevar el caso de la Utopía ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, que logró frenar brevemente la orden de desalojo y obligó a las administraciones local y autonómica a demostrar que tenían alternativas en sus sistemas de protección social para estas familias. En esta última acción, el Grupo 17 de Marzo contó con la ayuda de Ada Colau, a través de la Plataforma de afectados por la Hipoteca (PAH) y del Observatori DESC de Cataluña dedicada a Derechos económicos, sociales y culturales.

La voluntad negociadora

Las familias siempre han mantenido una voluntad negociadora y su reclamación partía de su disposición a pagar una alquiler acorde a sus posibilidades, porque la reivindicación era un techo. Así se conformó una mesa de negociación amparada por la Oficina del Defensor del Pueblo Andaluz, en la que intervenían las vecinas, Ibercaja, la Consejería de Vivienda y el Ayuntamiento de Sevilla, generalmente ausente. Incluso plantearon un alquiler colectivo de todo el inmueble del que se haría cargo una cooperativa constituida por los propios vecinos y vecinas del edificio. Estas negociaciones, pese a haber estado estancadas desde su nacimiento por la negativa de Ibercaja a ceder respecto al edificio y no presentarse a las reuniones, acabaron cuajando en un acuerdo que podría haber llevado a estas familias a pisos de protección oficial de la Junta de Andalucía en siete meses con un realojo provisional. Pero el desahucio del pasado domingo liberaba a la entidad de todo compromiso.

Su actividad constante

Pese al desgaste de estar dos años viviendo sin luz y con pocas comodidades, las vecinas de la corrala han llevado a cabo numerosas acciones para dar voz a su situación y atraer la atención de los medios en particular y de la sociedad en general. Así, se encadenaron a la puerta de una sede de Ibercaja, ocuparon durante un día la sede de la Consejería de Fomento y Vivienda, convocaron varias manifestaciones y acudieron también a Murcia a la sede principal de Ibercaja. En este sentido cabe destacar la huelga de hambre iniciada por Toñi, una de las vecinas, mientras mantenían una acampada en otra sede de la entidad.

La diáspora y difusión internacional de su historia

La Corrala Utopía no ha sido un suceso local. La historia de sus protagonistas ha llegado a la prensa internacional y han sido muchos los medios extranjeros que han pisado la corrala y entrevistado a las familias. No solo medios de prestigio internacional como The Guardian o The New York Times, también la historia llegó a lugares del mundo como el Financial Post de Canadá o Ceska Televize (República Checa). Además, María Yanes y Macarena Hernández, vecinas del edificio, participaron en una conferencia organizada por el Consejo Europeo y la Unión Europea, el encuentro Responding Together sobre iniciativas ciudadanas orientadas a combatir la pobreza y las desigualdades. Por otro lado, es difícil enumerar las ocupaciones colectivas que, bajo la denominación de corrala o no, se han sucedido desde 2012. De allí a otros barrios, como Amate o Triana, a otros pueblos como Mairena del Alcor a Alcalá de Guadaira y Villanueva del Río y Minas; y muchos más lejos, como la reciente ocupación de un bloque en Madrid a cargo del colectivo Obra Social.