Bajaron del púlpito para meterse en el tajo. De la quietud noble de los recintos eclesiásticos a la algarabía empobrecida de los excluidos. Tomaron partido por el pueblo y, por esto, fueron conocidos como los curas obreros. Unos 800 sacerdotes que desde los años 60 del siglo XX lucharon por las libertades democráticas renunciando a su salario oficial para vivir, y trabajar, junto a los más necesitados.
Es la historia que cuenta el documental De la cruz al martillo, una cinta que recupera la memoria olvidada de un compromiso social con génesis en la iglesia y raíz en el campo. Porque los curas obreros optaron por cumplir aquello que marca el Evangelio: estar con los pobres.
Algunos destacados protagonistas de aquellas protestas recuerdan en De la cruz al martillo, un puñado de décadas después, cómo rompieron con la tradición del nacionalcatolicismo. Cómo decidieron ir más allá de los dogmas, en plena dictadura, y cómo pagaron la osadía con represalias, cárcel y multas.
Es el caso de religiosos como Antonio Quitián, Ángel Aguado y los hermanos José y Manuel Ganivet. Comparten testimonio junto a la exmonja Encarnación Olmedo y con Elías Alcalde, Enrique Priego y Esteban Tabares. O con la historiadora Basilisa López y el teólogo José María Castillo. Además de los exdirigentes Isidoro Moreno, del Partido del Trabajo de España (PTE), el expresidente de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC), Alfonso Alcaide, y Francisco Casero, del Sindicato de Obreros del Campo (SOC).
Curas a la vendimia
Un titular de prensa: ‘Cien mil españoles a la vendimia’. Y Diamantino García Acosta pregunta a las puertas de la parroquia donde acaba de aterrizar. ¿Dónde van todos? A trabajar, le responden. Durante la campaña en el pueblo solo quedan los niños, los viejos y el cura. “Pues a partir de ahora tampoco quedará el cura”, decide.
“La reforma agraria es una tomadura de pelo”, queda titulada una entrevista al cura Diamantino. De estas luchas acompañando a los jornaleros andaluces nace el SOC. Cuando estos curas obreros acaban siendo también braceros, comiendo en el tajo, calmando la sed bajo el mismo sol, secando el sudor en las mismas pobres vestimentas.
‘La tierra para el que la trabaja’ es el lema al que agarrarse en los estertores de la dictadura de Francisco Franco. Las ocupaciones de fincas son un campo de lucha entre finales de los 70 y comienzos de los 80. Ahí queda el cortijo de El Humoso como recuerdo, y emblema, de Marinaleda (Sevilla).
Ese rastro de libertades conquistadas a destajo está en el documental De la cruz al martillo, dirigido por José Antonio Torres, que firma el guión de la obra con el periodista Rafael Guerrero, también narrador, y cuenta con la realización de Pablo Coca y música de Pablo Peláez. El audiovisual está producido por Plano Katharsis con la colaboración de Canal Sur Radio y Televisión.
“Desde los años 50 en Andalucía, y en el resto de España, movimientos minoritarios de curas y seglares lograron anticiparse a la llamada transición política impulsando el movimiento obrero y ciudadano”, señalan los autores de la pieza. “La influencia, que les llegaba de los curas obreros franceses de la posguerra, les hizo evolucionar más deprisa que la propia sociedad y evidentemente que la jerarquía eclesiástica”, apuntan.
Cambiar el franquismo desde la iglesia
“Me di cuenta de que había que cambiar las cosas, la sociedad tal como estaba” diseñada por el franquismo, cuenta en la cinta el cura obrero Antonio Quitián. Y este objetivo “requería una posición personal”. Un compromiso claro que chocaba con el nacionalcatolicismo reinante en un país donde todavía resonaba el eco de la represión fascista y la colaboración de la Iglesia católica con el régimen de Franco sigue siendo intensa.
“Yo no quería ser monja de rezar y cosas de esas, quería estar cerca de la gente humilde y que pasaba necesidades”, rememora Encarnación Olmedo. “No bastaba con ayudar a los más necesitados”, sino que había que “compartir la vida con los más necesitados”, subraya uno de los curas obreros.
“La gente se da cuenta de que el régimen franquista no tiene salida en términos de evangelización”, dice el expresidente de la HOAC. La visión de muchos barrios del extrarradio de las ciudades, de muchos pueblos, es de miseria congénita. “¿Qué puedo hacer yo en Venezuela que no pueda hacer aquí en Granada?”, se pregunta un jesuita.
Desde las iglesias, los curas obreros asumen la vida humilde y contactan con el movimiento obrero. Eran “aquel joven clero que se encontraba abierto al cambio” como una suerte de “visionarios de unas transformaciones que ya se estaban produciendo lentamente en la sociedad española”.
Tres muertos en la huelga de los 70
Los curas obreros dejaron una profunda huella en los movimientos reivindicativos surgidos durante el tardofranquismo y en la Transición. De manera especial en Andalucía. Y muchos de ellos vinculados a la Hermandad Obrera de Acción Católica.
La huelga de la construcción de los años 70 fue un paradigma. La manifestación recorre las calles de Granada cuando las autoridades piden que se disuelva la marcha. Un grupo responde lanzando piedras. La policía con disparos. Tres obreros caen asesinados: Antonio Huertas Remigio, Cristóbal Ibáñez Encinas y Manuel Sánchez Mesa.
O los encierros en la Curia granadina en 1975 para protestar por la dramática situación provocada por los altos índices de paro. Otro grupo de sacerdotes participaba de forma activa desde Sevilla. Y el propio Francisco Casero, Paco, quedaba hospitalizado tras un mes en huelga de hambre.
Había, también, “lucha por las viviendas”, rescata la exmonja. Como en la Huerta de la Virgencica “de Graná”. ‘Obreros sin hogar’, refiere un titular a cinco columnas. Eran peleas por un alojamiento digno para los trabajadores. “O para que llegara el autobús” al barrio, en palabras de Olmedo.
Trabajo y techo como reivindicaciones básicas. Igual que ahora, siguen pensando. “La pobreza y la exclusión siguen reinando”, lamenta Alfonso Alcaide. Una asignatura pendiente, dice, “y en eso hemos ido para atrás”. La sociedad está “perdiendo la memoria”, enlaza Paco Casero en el preestreno de De la cruz al martillo, en la sede sevillana de la Fundación Tres Culturas del Mediterráneo.
“En los años 70 la lucha no era nada fácil pero teníamos muy claros conceptos como dignidad y libertad”, asegura el exdirigente del Sindicato de Obreros del Campo, Paco Casero. Hoy, un proyecto análogo, “costaría mucho llevarlo adelante”, subraya. Porque tenían “como sueño una democracia diferente a la que se ha ido desarrollando”.
Pretendían crear otro relato distinto al que gobierna “estos tiempos de incertidumbre, no sólo en España sino en Estados Unidos, Brasil…”. Rescata la historiadora Basilisa López durante el metraje la historia de “un cura que lee en el frente de La Alpujarra a Marx, Bakunin…”, mientras las balas silban sobre las cabezas.
Como dicen los autores del documental, acaso estos curas obreros hicieron una “gran e influyente labor” por la que nunca fueron “suficientemente reconocidos”. Siquiera, entienden, “por sus 'compañeros de viaje' laicos de partidos de izquierda”. Una rémora en la memoria a más de cuatro décadas de la génesis de aquel protagonismo histórico que fue del púlpito al tajo.