Cuando uno se acerca al extremo sur de Andalucía se divisar muy cerca el continente africano y, con suerte, a los cetáceos que cruzan el Estrecho de Gibraltar. La imagen, cuando no sopla viento de levante, semeja un espejismo. El fuerte viento del Este, predominante en esta zona, levanta una bruma que impide esa formidable visión, suplida desde hace varios años por las cometas del kitesurf que vuelan sin aparente control y que forman un espectáculo digno de ser contemplado. (El dulce consuelo de aquellos visitantes que buscan el remojo en una de las zonas más ventosas del mundo). Entre todas esas cometas puede verse normalmente la Gisela Pulido, diez veces campeona del mundo de kitesurf, quien ahora afronta otros retos del deporte extremo relacionados con el mar después de una larga trayectoria de éxitos y reconocimientos pese a sus escasos 23 años.
La joven catalana de nacimiento, tarifeña de adopción, lleva copando portadas en los medios de comunicación de nuestro país y de otras partes del mundo desde hace años. El mito comenzó con su primer éxito, cuando Gisela apenas había soplado 10 velas, convirtiéndose en la deportista más joven en ser campeona mundial, lo que le supuso entrar en el Guinnes de los récords. Solamente un par de años antes se había subido en una tabla de kitesurf. Su padre, amante de los deportes extremos, ya la había animado a practicar surf, snowboard o patines, entre otras modalidades, sin olvidar la natación. Pero enfrentarse a las olas y al viento con una tabla y una cometa parecía un desafío complicado. Pero Gigi, tal como la conocen sus amigos, no se amilanó y demostró una gran compenetración con el mar, a modo de juego al principio y compitiendo después con las mejores del mundo, dominando el viento y a sus rivales.
En aquellos albores del siglo corriente esta modalidad deportiva era casi desconocida en nuestro país. Sin la existencia de torneos nacionales y sin apenas practicantes, Gisela se vio obligada a participar primero en un Europeo y luego en los circuitos del Mundial. Sus primeros éxitos indujeron a la barcelonesa a continuar en cuerpo y alma en la disciplina del kiteboarding, lo que supuso varios cambios en su vida personal. Se trasladó con su padre a Tarifa, donde no se encontró con todo de cara desde el principio. Sus compañeros del colegio no veían con buenos ojos sus largas ausencias escolares y apenas creían sus precoces éxitos internacionales. Tampoco sus rivales veinteañeras podían creer que una mocosa osara disputarles los títulos mundiales. Pronto cambiaron de opinión. Su adversarias comprendieron que Gisela iba a ser la dominadora absoluta del kitesurf mundial en modalidad freestyle.
Lo que primero fue una sorpresa se convirtió a continuación en una costumbre y los elogios llegaban desde todos los rincones del planeta. A los consignados desde los medios de comunicación se unieron los de las administraciones públicas y las grandes empresas, como Movistar o Red Bull, que han patrocinado a la tarifeña a lo largo de su carrera, un impulso imprescindible para los deportistas de disciplinas minoritarias. De ese modo Gisela ha podido viajar por todo el mundo pese a las dificultades iniciales de financiación, algo que acabó con los años, cuando repetía título mundial tras título mundial, así hasta ocho veces consecutivas entre 2004 y 2011. Entre medias, una nominación para los premios Laureus del Deporte en 2007, algo que no le quitó el sueño para completar la decena de cetros mundialistas. Tal es el botín que Gisela piensa ahora en otros retos personales y profesionales alejados de la competición, aunque no del agua.
Centrada en sus estudios de Administración y Dirección de Empresas en la UCAM de Murcia, Gisela continúa entrenando a diario, no sólo en las aguas del Estrecho, sino por todo el globo. También pretende mejorar su estado físico y mental con técnicas de respiración y apnea, así como con el yoga, un hábito conveniente para los deportistas de élite. Además cuenta con un negocio familiar en Tarifa, que lleva su nombre y regenta su madre, a lo que hay que sumar una escuela de kitesurf en la localidad gaditana y en Panamá, con la idea de emprender asimismo en Grecia. A la labor empresarial también se añade su labor social, con la puesta en marcha de la Fundación Kids Dreamers Proyect, una ONG que pretende ayudar a los menores con discapacidad y sin recursos.
Esta implicación, junto con su labor de promoción de las costas andaluzas, la han llevado a ser reconocida este año como Hija Predilecta de Cádiz, una distinción que aspira a seguir engrandeciendo con su primera participación en unos Juegos Olímpicos, como los de Tokio 2020, con los que ya sueña para representar a su país. Entre tanto no ceja en sus exigentes entrenamientos y exhibiciones de diverso tipo, como la reciente carrera contra un catamarán o la travesía por las siete islas canarias del año pasado, sin olvidar su reto de surfear por las olas más altas y prestigiosas de todo el mundo: Oceanía y Hawai, además de las ibéricas.