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2024: el año en que por fin hablamos del 'lawfare'
Este año se le ha atragantado al PSOE, y en especial a Pedro Sánchez y su propia familia, debido al lawfare, la sucia guerra judicial que hasta la legislatura pasada todavía negaban en sus filas. Ya saben, el presidente del Gobierno discutía que España fuera una democracia defectuosa. A su juicio, más bien era todo lo contrario, una democracia plena, a pesar de esa guerra judicial, del Consejo del Poder Judicial okupado, de la policía patriótica, de los desahucios y la carestía de la vivienda, de los muertos en la valla de Melilla, de la Ley Mordaza o las cargas policiales a votantes catalanes de un referéndum.
Nos podríamos haber tomado a chiste eso de la democracia plena si no fuera por las horribles consecuencias, políticas y personales, que se estaban sufriendo en el seno de Podemos. Resulta asombroso cómo en este país nos hemos acostumbrado a que casi todas las semanas se destapen casos de gravísima corrupción en los cuerpos policiales, donde incluso algunos mandos ejercen como narcotraficantes. No deja de llamarme la atención que Grande-Marlaska no entienda que esa podredumbre exige una respuesta tan urgente como contundente.
De hecho, en mi opinión esa tibieza explica que los nostálgicos de la Brigada Político-Social del franquismo montaran lo que ahora llamamos la policía patriótica y, en connivencia con jueces igualmente “nostálgicos” (estos del Tribunal de Orden Público) inventaran el famoso caso Neurona. ¿Lo recuerdan? Años de persecución a Podemos por una supuesta y fantasiosa financiación irregular, todo aquello de es “muy burdo. Voy con ello”, ya que en esta fiesta no falta nunca el invitado mediático.
Neurona incluyó varias piezas separadas: el caso Dina y el caso Niñera. Eran igual de fantasiosas, pero acabaron arruinando la vida de personas perfectamente honradas, como se puede leer en algunos conmovedores testimonios que en días pasados publicaba El País.
Lo que tienen que estar padeciendo Begoña Gómez y Pedro Sánchez, ahora que les han fabricado un caso, no se lo deseo a ninguna familia. Seguro que en estos momentos se arrepienten de haber mirado a otro lado cuando Irene Montero y Pablo Iglesias pasaron por algo similar, o aún más atroz, pues incluyó acoso sistemático en su propio domicilio, bulos mediáticos casi a diario y persecución a sus propios hijos, de tan corta edad.
Solo cuando las cloacas del Estado le han inundado con toda su mierda, Pedro Sánchez se ha atrevido a esbozar tímidas acusaciones contra la mafia judicial. Eso sí, enseguida ha recogido cable, no vaya a ser que pierda no se sabe bien qué tipo de votante.
Más allá de las implicaciones políticas y estrictamente personales, sería deseable que el mismo Sánchez se diera cuenta de que el Estado al que él representa sanciona de continuo leyes y otros mecanismos que pueden desbaratar de manera injusta la vida de personas inocentes. Pienso en los jóvenes del Altsasu, en los seis de Zaragoza, en los seis de La Suiza en Asturias, en el Tsunami Democrátic y en tantos otros que pagan con penas de cárcel por su legítimo derecho a la protesta. Y pagan con penas de cárcel porque ni siquiera este gobierno, el más progresista etc., deroga las leyes que lo permiten.
Hace unos días escuchaba a Pablo Elorduy, al hablar de su libro El Estado feroz, establecer una metáfora muy ilustrativa. Cuando el gobierno cae en manos de la derecha, ensanchan tanto la camiseta de los delitos penales que al final cabe en ella casi cualquier comportamiento disidente. Luego le toca el turno al PSOE, que asegura que devolverá la camiseta a su hechura original.
No es verdad, simplemente la ajusta lo estrictamente necesario, porque en el fondo le conviene que se quede un poco dada de sí y seguir reprimiendo la protesta de la calle. No en vano, por algo tenemos a un ministro como Grande-Marlaska en Interior. ¿Lo recuerdan? Pedro Sánchez, ya en 2015, iba a derogar la camiseta de la Ley Mordaza, “nada más lleguemos al gobierno”. Y al final se ha quedado un poco dada de sí y ahora solo se trata de una “reforma”.
Cuando uno lee esas miserias morales del PSOE dan ganas de celebrar que a Pedro Sánchez y a su mujer les den ahora algo de su propia medicina. Sin embargo, al final se impone un sentimiento más humano y, como a todos ustedes, también les deseo un feliz 2025.
Este año se le ha atragantado al PSOE, y en especial a Pedro Sánchez y su propia familia, debido al lawfare, la sucia guerra judicial que hasta la legislatura pasada todavía negaban en sus filas. Ya saben, el presidente del Gobierno discutía que España fuera una democracia defectuosa. A su juicio, más bien era todo lo contrario, una democracia plena, a pesar de esa guerra judicial, del Consejo del Poder Judicial okupado, de la policía patriótica, de los desahucios y la carestía de la vivienda, de los muertos en la valla de Melilla, de la Ley Mordaza o las cargas policiales a votantes catalanes de un referéndum.
Nos podríamos haber tomado a chiste eso de la democracia plena si no fuera por las horribles consecuencias, políticas y personales, que se estaban sufriendo en el seno de Podemos. Resulta asombroso cómo en este país nos hemos acostumbrado a que casi todas las semanas se destapen casos de gravísima corrupción en los cuerpos policiales, donde incluso algunos mandos ejercen como narcotraficantes. No deja de llamarme la atención que Grande-Marlaska no entienda que esa podredumbre exige una respuesta tan urgente como contundente.