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Las alfombras rojas y los mundos de ensueño

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Desde mi balcón de piso de extrarradio sevillano miro diluviar con cierta alegría, toda la que me permite el catarrazo que martillea mi cabeza. Alegría por la necesidad de la lluvia, ya era hora, y un poco también por motivos más egoístas. Me siento menos mal por no asistir a la gala de los Goya este año. Me reafirma en que habría sido una locura hacerme ese viaje Sevilla-Valladolid con este tiempo, morir de frío en la gala (nunca entenderé por qué ponen el aire acondicionado), y volver hecha una piltrafa resfriada y agotada. Así que este año he cambiado el precioso vestido rojo que tenía preparado por bata y pijama.

Desde que era muy pequeña, en casa hemos visto la gala de los Goya, hemos hecho porras, hemos comentado los vestidos, los discursos, nos hemos emocionado, aplaudido, nos hemos deslumbrado por la magia de un mundo, que ahora, desde dentro, como la niña que ya ha descubierto la verdad sobre los Reyes Magos, añoro un poco.

Como sabrán, el año pasado estuve nominada por mi documental 'A las mujeres de España. María Lejárraga'. Recuerdo el momento en el que en la lectura de las nominaciones Blanca Portillo dijo “A las muj....” y vi el cartel en la pantalla. Y comencé a llorar desconsoladamente, y toda la emoción de la niña que había ensayado mil veces delante de su espejo de dormitorio adolescente, un discurso, un paseo por esa alfombra roja de cuento, se desbordó. También la de la veinteañera que tuvo que lidiar con la crisis de 2007 y se pasó toda su juventud sobreviviendo con trabajos basura, la que le dijo un día a su madre “yo sé que nunca tendré un trabajo digno”, la de la treintañera que, cuando se independizó, a veces no tenía ni para ir al supermercado.

Las alfombras rojas nos regalan un mundo de ensueño, pero la realidad es que esta industria puede llegar a ser tremendamente dura, injusta y cruel. Especialmente para quienes no hemos llegado a ella desde un lugar de privilegio.

El 77% de los artistas españoles ingresan al año menos de 12.000€, un 72% se encuentra por debajo del umbral de la pobreza. Los ingresos anuales de los artistas masculinos son un 40% más elevados que los de sus compañeras

Recientemente el informe sociolaboral de AISGE (Artistas Intérpretes, Entidad de Gestión de Derechos de Propiedad Intelectual) ha revelado la cruda realidad de la profesión. El 77% de los artistas españoles ingresan al año menos de 12.000 euros, un 72% se encuentra por debajo del umbral de la pobreza. Los ingresos anuales de los artistas masculinos son un 40% más elevados que los de sus compañeras. Las asociaciones de guionistas se encuentran realizando un informe para evaluar la situación del sector y me aventuro a decirles que los resultados no van a ser más esperanzadores.

Me entristece ver cómo nuestro país no cuida su cultura. Recuerdo las palabras que recientemente Paco Bezerra me dijo en la grabación de mi último documental: “Hay una especie de letanía, o de salmo, de algo muy repetido, de que las películas no cambian el mundo, de que el arte no cambia el mundo. ¿Cómo que no? ¡Es lo único que lo cambia! Porque la cultura hace reflexionar a la gente, y en el momento en que reflexionas, hay una transformación”.

No me malinterpreten, no voy a cargar contra las galas, las alfombras, los premios... creo que son necesarios para dar visibilidad y promoción al cine que hacemos y a nuestro trabajo

No me malinterpreten, no voy a cargar contra las galas, las alfombras, los premios... creo que son necesarios para dar visibilidad y promoción al cine que hacemos y a nuestro trabajo. Pero quizá debamos intentar mirar más allá de los relatos de vencedores y vencidos, como maravillosamente apuntó la directora Estíbaliz Urresola, quizá debamos poner el foco en que somos compañeros que nos dejamos el alma en las historias que contamos, que soportamos una presión tremenda en este tipo de narrativas que nos generan inseguridad mental y laboral, que la mayoría solo queremos seguir trabajando, y que lo hacemos en un sector profundamente precario.

El año pasado, cuando pasé por la alfombra roja, hubo muchas chicas que me llamaron por mi nombre. Sorprendida (esto no nos pasa a las directoras de documentales), me acerqué, me hice fotos con ellas, muchas eran estudiantes de comunicación audiovisual. Estaban allí también para ver a Carla Simón, a Alauda Ruiz de Azúa, a Pilar Palomero... a las mujeres en las que se miraban como un referente. No les miento si les digo que es lo más emocionante que me ha pasado en la vida. Yo creo que el cine tiene más que ver con esto, con abrir puertas, con conectar con personas desconocidas, con mostrar mundos posibles.

Veré este sábado la gala de los Goya desde el sofá, volveré a emocionarme y a celebrar los logros de mis compañeros. Pero no nos olvidemos, la realidad del cine no es esa. Cuidemos nuestra cultura, demos dignidad a quienes ayudan a cambiar el mundo.

Desde mi balcón de piso de extrarradio sevillano miro diluviar con cierta alegría, toda la que me permite el catarrazo que martillea mi cabeza. Alegría por la necesidad de la lluvia, ya era hora, y un poco también por motivos más egoístas. Me siento menos mal por no asistir a la gala de los Goya este año. Me reafirma en que habría sido una locura hacerme ese viaje Sevilla-Valladolid con este tiempo, morir de frío en la gala (nunca entenderé por qué ponen el aire acondicionado), y volver hecha una piltrafa resfriada y agotada. Así que este año he cambiado el precioso vestido rojo que tenía preparado por bata y pijama.

Desde que era muy pequeña, en casa hemos visto la gala de los Goya, hemos hecho porras, hemos comentado los vestidos, los discursos, nos hemos emocionado, aplaudido, nos hemos deslumbrado por la magia de un mundo, que ahora, desde dentro, como la niña que ya ha descubierto la verdad sobre los Reyes Magos, añoro un poco.