Andalucía Opinión y blogs

Sobre este blog

La portada de mañana
Acceder
La declaración de Aldama: “el nexo” del caso Ábalos apunta más arriba aún sin pruebas
De despacho a habitaciones por 1.100 euros: los ‘coliving’ se escapan de la regulación
Opinión - ¿Misiles para qué? Por José Enrique de Ayala

Andalucía bajo el 155

La nueva Junta de Andalucía busca su propio 28 de febrero. Cuando están a punto de cumplirse cuarenta años de aquel histórico referéndum con que el pueblo andaluz le echó un pulso a la estrambótica consulta autonómica de la UCD, Partido Popular y Ciudadanos ansían reescribir la historia, poner en valor a la exigua derecha andalucista –que haberla, húbola—y establecer un parangón con aquella epopeya verdiblanca pero poniéndole ahora su mijita de exageración.

Esta semana, el excelente equipo de agitación y propaganda del Palacio de San Telmo nos regalaba una insólita reconversión de archivadores cerrados con llave y combinación en cajas fuertes de tomo y lomo. Pero la guinda consistió, días más tarde de aprobar los presupuestos, en un alegato casi heroico del presidente Juan Manuel Moreno Bonilla, que aseguraba que una carta del Ministerio de Hacienda suponía la intervención de la autonomía, tal como si nos aplicaran el 155 catalán pero por la vía contable. Sin Valle Inclán ni Rafael Azcona, sorprendían en esa apoteosis varias circunstancias paradójicas.

Hemeroteca y sainete

En primer lugar, por un quítame allá 100 millones de euros, el presidente Moreno Bonilla olvida cuál fue su propia postura cuando el Gobierno central lo ocupaba su partido y, en 2016, le reclamaba 600 millones por una desviación del déficit provocada por el gasto para combatir la hepatitis C. O cuando en 2014, Susana Díaz reclamaba a Mariano Rajoy que flexibilizara el déficit para intentar crear empleo a más velocidad y el actual presidente de la Junta le reprochaba su incoherencia, ya que se basaba en un modelo que apoyó “con entusiasmo” cuando presidía José Luis Rodríguez Zapatero. La dialéctica del y tú más está en la base de esta polémica que Adelante Andalucía ha calificado adecuadamente como sainete. Las reglas que ahora imponen el retorno andaluz al Fondo de Liquidez Autonómica, del que sólo escapó durante unos meses de 2018, están basadas en la estrategia adoptada por el ministro Montoro y que ahora aplica la ministra Montero.

Del PP al PSOE y tiro porque me toca: quienes se oponían en su día a esta troika a la española, no fueron precisamente ni populares ni socialistas, que sufrieron una sangría de votos como consecuencia de aquel nefasto año de 2010 a 2011 en La Moncloa, teniendo que adoptar medidas impopulares por la presión de los mercados, de la prima de riesgo y del sursun corda. Elías Bendodo, el consejero de Presidencia que tiene un indudable buen gusto para con la poesía épica, hablaba este nartes de que Pedro Sánchez tenía que levantar el pie del cuello de los andaluces, como si fuera un San Jorge del sagrado dogma de la contención de gasto. ¿Cuántas veces oímos esas palabras cuando el partido de los charranes gobernaba a escala estatal?

El “corsé” por comunidades

De nada sirve argumentar que otras muchas comunidades, algunas gobernadas por los socialistas, se siguen viendo relegadas a ese corralito financiero, tal y como estuvo Andalucía en el pasado, entre 2012 y 2018. Estarán a punto de insinuar que Andalucía salió de él por capricho de Sánchez tras la moción de censura. No; pudo escapar cuando le cuadraron los números. Y retornó al calabozo de la oca cuando los dados vuelven a jugar en su contra. Ya hemos oído decir a Pablo Casado que el Gobierno debiera tomar esta misma medida para comunidades gobernadas por sus sigas, como la Valenciana. Lo curioso es que Valencia ha permanecido desde hace tiempo bajo ese mismo corsé, hasta ir corrigiendo su propio déficit.

Claro que es terrible que una comunidad no pueda financiarse en el mercado libre, porque estrangula sus presupuestos. No queda muy claro, por cierto, por qué PP y CS dieron a conocer una carta del Ministerio de Hacienda del 5 de diciembre, mucho después de haber aprobado con Vox a bombo y platillo unos presupuestos que se verán obligados a corregir a la baja por las mismas normas que instituyó aquel antiguo ministro de Mariano Rajoy cuyas cuentas siempre solían fallar, por activa o por pasiva, en contra de Andalucía, según pregonaba la Junta de esa otra época. ¿Se traspapeló la carta o la guardaron hasta el momento mediático adecuado para intentar rentabilizar políticamente esta jugada?

Una sencilla reflexión

Que hasta mediados de 2018, el año del incumplimiento, las cuentas andaluzas fueran responsabilidad de María Jesús Montero, actual ministra de Hacienda, constituye otro elemento kafkiano. Lo que tendría que conducir a una sencilla reflexión: ¿es éste el mejor sistema que podemos encontrar para mejorar la vida cotidiana de los contribuyentes y no incrementar nuestras deudas de una manera irracional?

Moreno Bonilla haría bien en no matar moscas a cañonazos. Sobre todo, teniendo en cuenta que el presidente de todos los andaluces va a tener que fajarse por su comunidad si en la legislatura que parece en ciernes los intereses de Cataluña desequilibran la balanza en contra de Andalucía. Entonces, sí que tendrá todos los argumentos a su favor para gritar que viene el lobo. Hacerlo en demasía, puede provocar que cuando sea necesario nadie le crea. Y eso no puede permitírselo Andalucía cuando están a punto de cumplirse cuarenta años del 28-F. La historia, a veces, se repite dos veces.

La nueva Junta de Andalucía busca su propio 28 de febrero. Cuando están a punto de cumplirse cuarenta años de aquel histórico referéndum con que el pueblo andaluz le echó un pulso a la estrambótica consulta autonómica de la UCD, Partido Popular y Ciudadanos ansían reescribir la historia, poner en valor a la exigua derecha andalucista –que haberla, húbola—y establecer un parangón con aquella epopeya verdiblanca pero poniéndole ahora su mijita de exageración.

Esta semana, el excelente equipo de agitación y propaganda del Palacio de San Telmo nos regalaba una insólita reconversión de archivadores cerrados con llave y combinación en cajas fuertes de tomo y lomo. Pero la guinda consistió, días más tarde de aprobar los presupuestos, en un alegato casi heroico del presidente Juan Manuel Moreno Bonilla, que aseguraba que una carta del Ministerio de Hacienda suponía la intervención de la autonomía, tal como si nos aplicaran el 155 catalán pero por la vía contable. Sin Valle Inclán ni Rafael Azcona, sorprendían en esa apoteosis varias circunstancias paradójicas.