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OPINIÓN | 'Pesimismo y capitalismo', por Enric González

Apocalipsis en la España en be

A pesar de los llamamientos a la vuelta a 1936, no, seguimos estando aquí, no hemos vuelto al pasado, ninguna de las profecías guerracivilistas se han cumplido. Como máximo, algunos, entre broma y broma, han adelantado el reloj dos horas para adaptarse al horario de Somalia, pero ojo -esto es una noticia de servicio público-, el angelus sigue siendo al mediodía, hora peninsular; se sigue emitiendo desde casa, nadie está obligado a radiar allende las fronteras patrias.

No es como a partir de aquella fecha fatídica, cuando ni los curas podían hacer cristiandad radiofónica; en todo caso, sus homilías dominicales tampoco es que predicaran democracia. En mis tiempos pedían por el papa Pablo, el obispo José María y el jefe de Estado Francisco. Para escuchar una radio, sin saber idiomas, que no fuera la de los ganadores, había que poner la Radio Pirenaica. Uno de mis abuelos, que era de la pestañí, la escuchaba debajo de una manta para que no cundiera su mal ejemplo entre los vecinos. Nunca sabíamos si estaba escuchando a los comunistas o se estaba pegando un vaho de eucalipto, porque en los blocaos de la carretera de Xauen, defendiendo los intereses de la oligarquía española, se había infectado de plomo y sus pulmones se resentían.

Pues no, no ha pasado nada destacable, excepto esas huidas fallidas y de opereta, ningún empresario de éxito ha sido avistado por la raya de Portugal buscando amparo del gobierno izquierdista de los vecinos. Quién se va a perder esto. Además, hay ayudas y consuelo. La Iglesia, siempre en auxilio de los menesterosos, está ofreciendo cursillos para resistir cristianamente este gobierno de perdición. Pero a Dios rogando y con el mazo dando, entre curso y curso, les da tiempo a salvar financieramente a sus televisiones piadosas y sostener sin desmayo, igualmente, a sus medios para que así compitan deslealmente, con fe y desprecio a las reglas del capitalismo ateo,con las emisoras del mundanal ruido de las ondas. Como Dios manda, o sea, para seguir mandando. Antes que se acabe la solidaridad fiscal de los ateos. El óbolo, hermano, el óbolo.

La gente cree que el gobierno de los rojos va a durar poco pero, a la misma vez, están de acuerdo con sus medidas a cumplir; al fin y al cabo, ellos quieren que el paraíso esté aquí. No creen que pueda estar en Somalia y mucho menos en Suiza, Panamá o las Islas del Canal, territorios liberados de la España en be. A Suiza solo suelen ir a trabajar, y con un poco de suerte, si es que cambia, a ver al Betis en la Euroliga. En realidad, el pueblo informado está lejos de dejarse alarmar. La rutina es la misma después del fin de semana apocalíptico, seguir parado o jubilado, o trapicheando y madrugando desde que tienen memoria para llevar el sustento a sus casas. En el momento en que dejen de roerles el coco con Catalunya y las banderas, empezarán a pensar en lo suyo y con poco se pondrán contentos, poco pero lo suyo. Trabajo, mejores salarios, vivienda, sanidad y educación justas. Es la España en A, la blanca, transparente, honesta y trabajadora. Los temores, reales o fingidos, son de los de siempre, hoy como en el 36. Lo que les fastidia de verdad es que empiecen a ceder los temores insuflados a la gente, que un gobierno de izquierdas funcione y las vidas de la mayoría de la población sea más digna. Hasta en lo simbólico pierden, nada de peregrinaciones a Cuelgamuros, ¿recuerdan que existió? Y el 36, como en el chiste, no será más, que viene el coco, se convertirá, como mucho, en una talla de zapatos. Por muy poquito que se haga, nuestras vidas mejorarán, sin banderas ni revoleás patrióticas. Estaremos atentos. Lo que están en peligro, de verdad, es solo la España de la desigualdad, la España oscura, la España en be.

A pesar de los llamamientos a la vuelta a 1936, no, seguimos estando aquí, no hemos vuelto al pasado, ninguna de las profecías guerracivilistas se han cumplido. Como máximo, algunos, entre broma y broma, han adelantado el reloj dos horas para adaptarse al horario de Somalia, pero ojo -esto es una noticia de servicio público-, el angelus sigue siendo al mediodía, hora peninsular; se sigue emitiendo desde casa, nadie está obligado a radiar allende las fronteras patrias.

No es como a partir de aquella fecha fatídica, cuando ni los curas podían hacer cristiandad radiofónica; en todo caso, sus homilías dominicales tampoco es que predicaran democracia. En mis tiempos pedían por el papa Pablo, el obispo José María y el jefe de Estado Francisco. Para escuchar una radio, sin saber idiomas, que no fuera la de los ganadores, había que poner la Radio Pirenaica. Uno de mis abuelos, que era de la pestañí, la escuchaba debajo de una manta para que no cundiera su mal ejemplo entre los vecinos. Nunca sabíamos si estaba escuchando a los comunistas o se estaba pegando un vaho de eucalipto, porque en los blocaos de la carretera de Xauen, defendiendo los intereses de la oligarquía española, se había infectado de plomo y sus pulmones se resentían.