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¿Había buenos diputados en el Parlamento andaluz?

Días atrás, durante los minutos de espera de una entrevista televisiva, un periodista preguntó a otros periodistas: “¿Había buenos diputados en el Parlamento andaluz?”. La pregunta implicaba que quien la formulaba no consideraba “buenos” a los parlamentarios actuales y dudaba de que los hubiera habido alguna vez.

Ahora andan los diputados andaluces de la X Legislatura inquietos por su futuro inmediato, es decir, por saber si repetirán en las listas, una vez que la presidenta de la Junta de Andalucía firme el decreto de disolución del Parlamento y fije la fecha de la próxima convocatoria electoral. Muchos pasarán del incipiente reconcomio al nerviosismo hasta saber qué será de ellos, si volverán a figurar en las papeletas y si los puestos asignados les garantizan el acta de diputado. No obstante, también tendrán cierta tranquilidad, ya que en función del tiempo que hayan estado ocupando el escaño, los que no repitan podrán cobrar indemnizaciones equivalentes a su sueldo (3.127,22 euros brutos al mes, al menos) por un periodo mínimo de un trimestre y máximo de un año.

Conforme el Parlamento de Andalucía ha ido cumpliendo años, la mediocridad ha ido ganando espacio. Ya nadie sorprende en un debate, los diputados hablan para los suyos, no para los demás. Los gabinetes de comunicación repiquetean lo dicho por sus jefes, con foto, subrayados y colorines cuando apenas han terminado de pronunciar la última sílaba. Por eso tiene todo el sentido que los periodistas más jóvenes inquieran si había buenos diputados.

“No hay imaginación, sino reiteración”

Enrique Linde, portavoz del grupo socialista desde 1986 hasta 1994 (II y III Legislaturas), contesta la pregunta: “Había gente muy buena. Los portavoces socialistas, menos yo, lo eran. Y Luis Carlos Rejón (IU) y el Javier Arenas (PP) de la primera época”, precisa. Linde, una de las mejores cabezas políticas que ha pasado por el Parlamento, dice no ser testigo del bajón de nivel, pero asegura que “ahora, en el debate político, se considera que con reiterar el argumentario es suficiente”. “No hay imaginación, sino mucha reiteración, muchos lugares comunes; los debates están muy encorsetados”, añade, aunque matiza que “volver a la novedad de los primeros tiempos será difícil”.

Luis Pizarro, el diputado socialista más veterano del Parlamento, tiene claro que no repetirá en las listas. No cree que la medianía actual se deba a la selección de los diputados, sino a las circunstancias históricas. “Antes era más vivo porque se estaba creando la autonomía andaluza”, opina.

“La figura del político rampante”

Ramón Vargas-Machuca, catedrático de Filosofía Política de la Universidad de Cádiz y exdiputado constituyente (PSOE), discrepa. “Desde hace mucho tiempo se ha impuesto un régimen de socialización política que demanda una selección inversa o reclutamiento negativo de las élites y aparatos políticos. De ese proceso resulta la figura del político rampante. Y es que, si ejercer de político profesional deviene el mejor modus vivendi que alguien tiene al alcance, la lucha por la supervivencia política se convierte en el interés principal de muchos de los que se dedican a esta actividad y termina volviéndose muchas veces en una lucha atroz”.

En el libro El poder político en España: parlamentarios y ciudadanía (Colección Academia del Centro de Investigaciones Sociológicas) los profesores Xavier Coller, Guillermo Cordero y José María Echavarren analizan la manera en la que se reclutan y seleccionan a las personas que irán o repiten en las candidaturas electorales. Aportan un estudio del CIS fechado en 2009 según el cual el 50% de los parlamentarios de las Cámaras regionales fue incluido en las listas por ofrecimiento directo de un cargo del partido; uno de cada tres, en el caso del Congreso y el Senado. Las bases de los partidos sólo están detrás “de entre un 1 y un 2%” de los futuros candidatos.

¿Se prima la fidelidad o la preparación? Los profesores escriben: “Según el perfil de parlamentario, los que no han obtenido un título universitario o han alcanzado el nivel de diplomado y los que llevan más años dedicados al partido son los que consideran que su lealtad es la primera razón por la que fueron incluidos en la lista electoral. En el lado opuesto se sitúan los más formados y menos vinculados al partido, quienes perciben que su formación ha motivado su inclusión en las listas”. Su conclusión es que “cuando la selección depende de unos pocos, la fidelidad de los parlamentarios se dirige en mayor medida a los que los han seleccionado”.

“Ensimismamiento invencible”

Vargas-Machuca sostiene que la lucha por la supervivencia es la que “hace que las organizaciones políticas estén encastilladas en sus redes clientelares y acaben más pronto que tarde siendo dominadas por élites endogámicas; de tal suerte que jefes e indios acaban afectados por un ensimismamiento invencible”. En su opinión, este horizonte “de estar a lo suyo, no les permite ver más allá y determina la selección inversa, el premio a la mediocridad y una lógica de competición, transacción y decisión que muchas veces resulta perversa”.

Elena Cortés, diputada de IU por Córdoba, no optará a un escaño. No quiere. Tampoco oculta su desencanto. “Aquí no hay división de poderes. Se aprueban leyes que luego el Gobierno no aplica y se rinde pleitesía al Ejecutivo. Lo sé porque lo noté cuando fui consejera en la anterior legislatura”.

El secretario Político de Podemos, Jesús Rodríguez, tampoco repetirá por decisión propia en las listas electorales. Para él, el Parlamento ha sido una decepción. Más aún tras el debate de la proposición de ley de Protección y Bienestar Animal, que defendió en nombre de su grupo, en el que una diputada de otro partido arrancó así su intervención: “Soy dueña de perro, le doy de comer, le doy agua, cuando necesita el veterinario va al veterinario y paseo también con él”. Para Rodríguez fue “el prototipo de debate que refleja la teatralización de la nada que supone el Parlamento andaluz”.

Asegura que además de razones personales, lo que le ha decantado por no repetir experiencia es su defensa de “desprofesionalizar la política y para eso hay que dar ejemplo. De lo contrario, como nos relajemos vamos a ser igual que el resto”. El diputado de Podemos por Cádiz ha aprendido en estos tres años y pico en la Cámara andaluza que “el aprendizaje va más lento que los comportamientos institucionales para conservar el sillón y que lo que va más rápido es la competición entre compañeros”.

Días atrás, durante los minutos de espera de una entrevista televisiva, un periodista preguntó a otros periodistas: “¿Había buenos diputados en el Parlamento andaluz?”. La pregunta implicaba que quien la formulaba no consideraba “buenos” a los parlamentarios actuales y dudaba de que los hubiera habido alguna vez.

Ahora andan los diputados andaluces de la X Legislatura inquietos por su futuro inmediato, es decir, por saber si repetirán en las listas, una vez que la presidenta de la Junta de Andalucía firme el decreto de disolución del Parlamento y fije la fecha de la próxima convocatoria electoral. Muchos pasarán del incipiente reconcomio al nerviosismo hasta saber qué será de ellos, si volverán a figurar en las papeletas y si los puestos asignados les garantizan el acta de diputado. No obstante, también tendrán cierta tranquilidad, ya que en función del tiempo que hayan estado ocupando el escaño, los que no repitan podrán cobrar indemnizaciones equivalentes a su sueldo (3.127,22 euros brutos al mes, al menos) por un periodo mínimo de un trimestre y máximo de un año.