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Campaña sobre campaña y la guardia mora
El cataclismo sigue siendo, una semana después, que a pesar del golpismo blando continuo durante toda la legislatura, a pesar de la coalición de todas las derechas visibles, la extrema derecha, el criptogobierno subterráneo, la nobleza de Estado, el partido judicial, la Iglesia, los medios, el PP de Alberto Nuñez Feijóo ha fracasado. La mayoría de involución prevista para retrotraernos muy atrás del régimen del 78, de momento, ha sido frenada; ya es hora, por cierto, de sustituirlo por otro más avanzado, con otra fecha simbólica y valores democráticos no intimidados que reflejen mejor la España plural. En Europa y el mundo democrático lo celebran y respiran.
Para esos objetivos, el PP ha hecho la peor campaña vicaria, la más mezquina, en la que ha “txapoteado” en la zahúrda de las mentiras. Pero no ha acabado, campaña sobre campaña, siguen. Sobre sus mentiras no han tenido empacho en pactar y luego desdecirse con Bildu; Moreno Bonilla, el que abrió las puertas a la extrema derecha en el Estado español, los abronca ahora acusándolos de lo que él sabe, porque pactó con ellos desde 2018; el alcalde de Málaga, Paco de la Torre, reconoce sincero que debían de haber aplazado los pactos con Vox a después del 23J, para engañar se entiende; la moderación y el apoyo a las listas más votadas sucumbe donde quiera que pactan con Vox, en Extremadura, Valencia, Baleares, antes en Castilla y León.
La desfachatez es tal que dicen que se avienen a pactar con Junts, el partido del prófugo Puigdemont, según su palabra, pero dentro de la Constitución, una versión de una repentina catalanidad en la intimidad como aquella que acabó con los pactos del Majestic, con Aznar y Rajoy en la foto.
El PP, con todo, ha perdido no solo porque no ha llegado a surfear en el tsunami azul de los michavilos sino porque es irrelevante en Catalunya y Euskadi y así nadie es un partido de Estado
Lo último es la involucración del Rey en sus estrategias, adjudicándole un papel en la investidura más allá del reconocido en la Constitución, donde se consagra una monarquía parlamentaria que las derechas zarandean cada día, desestabilizándola.
Quienes han perdido, la demoscopia “pagata” que diría Camilleri, los medios ídem (eiusdem), las viejas guardias canosas que más que al 78 se escoraban al 39, los profundos que nunca se rinden, se revuelven. Dicen que el partido judicial se ha mantenido al margen, después de un papel estelar, por no desprestigiarse más ante Europa y el mundo democrático. Se creían innecesarios por temidos aunque luego resulta que engañados por la gran mentira demoscópica y de los mentideros radiados, televisados y escritos de la corte.
El PP, con todo, ha perdido no solo porque no ha llegado a surfear en el tsunami azul de los michavilos sino porque es irrelevante en Catalunya y Euskadi y así nadie es un partido de Estado. Es curioso que en el estercolero mediático se haya llegado a asegurar que para su España les sobran estas dos comunidades, ¿en contra de la unidad de la España constitucional? Su arma secreta para la involución es Madrid, su Madrid, allí conserva su papel, se fortalece y lo usa en una invención del nacionalcatetismo, cómico en ocasiones pero muy nocivo para España.
Ahora repudian de boquilla a Vox, carne de su carne a la que han utilizado sacrificialmente como carne de cañón para su programa extremista pero cobarde de máximos: Vox es tan solo su guardia mora
Ahora repudian de boquilla a Vox, carne de su carne a la que han utilizado sacrificialmente como carne de cañón para su programa extremista pero cobarde de máximos: Vox es tan solo su guardia mora. Ahora la desprecian y quieren disolverla mientras se mantienen acuerdos para hacer política de extrema derecha donde lo permiten los resultados.
No creo que nos podamos permitir repetir elecciones, la impudicia popular no tendría reparos en hundir la reputación democrática del país, sería una hecatombe aristocrática contra la expresión de la voluntad popular; cabe exigirnos con prudencia y cesiones entre demócratas una coalición de gobierno en defensa propia, de la democracia se entiende. Ha escrito Daniel Innerarity a hilo y citando a Brecht- que versiono con mi reconocimiento y respeto- ¿acaso se plantean los perdedores de la coalición de derechas disolver al pueblo y elegir otro?
Dejó también escrito Aristóteles: “Las decisiones por mayoría del pueblo humilde pueden llevar a los ricos a la rebelión”. El pueblo ha hablado y su voz vale, la democracia parlamentaria valida la formación de un gobierno plural en defensa de la democracia.
Me despido con esta columna. Me he encontrado al padre Chamizo esta mañana y me ha dado su bendición. Los bienes celestiales los tengo asegurados, para los terrenales habrá que confiar en el pueblo.
El cataclismo sigue siendo, una semana después, que a pesar del golpismo blando continuo durante toda la legislatura, a pesar de la coalición de todas las derechas visibles, la extrema derecha, el criptogobierno subterráneo, la nobleza de Estado, el partido judicial, la Iglesia, los medios, el PP de Alberto Nuñez Feijóo ha fracasado. La mayoría de involución prevista para retrotraernos muy atrás del régimen del 78, de momento, ha sido frenada; ya es hora, por cierto, de sustituirlo por otro más avanzado, con otra fecha simbólica y valores democráticos no intimidados que reflejen mejor la España plural. En Europa y el mundo democrático lo celebran y respiran.
Para esos objetivos, el PP ha hecho la peor campaña vicaria, la más mezquina, en la que ha “txapoteado” en la zahúrda de las mentiras. Pero no ha acabado, campaña sobre campaña, siguen. Sobre sus mentiras no han tenido empacho en pactar y luego desdecirse con Bildu; Moreno Bonilla, el que abrió las puertas a la extrema derecha en el Estado español, los abronca ahora acusándolos de lo que él sabe, porque pactó con ellos desde 2018; el alcalde de Málaga, Paco de la Torre, reconoce sincero que debían de haber aplazado los pactos con Vox a después del 23J, para engañar se entiende; la moderación y el apoyo a las listas más votadas sucumbe donde quiera que pactan con Vox, en Extremadura, Valencia, Baleares, antes en Castilla y León.