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El campo y la felicidad

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Tengo muy claro el secreto de por qué los agricultores, pese a la complejidad de su trabajo y la situación actual que atraviesan, son individuos que denotan e irradian su dicha.

Y es que hace tiempo descubrí que la definición de la felicidad está en la persecución perpetua de los sueños. Quien tiene claro una meta en su horizonte, está enfocado a ser dichoso mientras la busca y la consigue. Creo que la felicidad está en la superación y en tener algo que conseguir. Que si entendemos el sector que nos da de comer, sabemos que no hay mejor lugar para esa continua mejora.

Cada vez se pueden hacer las cosas de forma diferente: superar las técnicas pasadas, ser más eficiente, sustentable, responsable, inocuo y competitivo. Y es esta la persecución perpetua por la excelencia, que nunca acabará, desde el momento que cada vez somos más los que comemos; y el agricultor tendrá una meta de gran trascendencia en su horizonte.

Lo bueno es que ya no solo se trata de producir más y ganar dinero, ahora se trata de hacerlo de forma responsable, racional y en armonía.

Me parece apasionante la forma en que la agricultura se reinventa, es admirable la velocidad en que ésta avanza y cómo hoy estamos regresando a la esencia misma, que es la naturaleza.

Los agricultores son felices hasta en situaciones críticas. No aceptan la derrota aun en situaciones muy difíciles, son gente luchadora y que, tras una convergencia de circunstancias desfavorables para el sector, siguen trabajando para la siguiente campaña

Surge una nueva industria, una rama de la biotecnología, cuya misión es alimentar a la humanidad y salvar al planeta; ésta ya tiene muchos términos que la clasifican como: biológicos, biocontroles, bioprotección, bionutición, etc. Pero a cada una de estas clasificaciones, le antecede el prefijo “BIO”, que significa un concepto que todos amamos y que es la vida misma.

Mediante soluciones biológicas, en las cuales hay toda una gama de productos y tecnologías, se resuelven temas de productividad, nutrición, control y protección de cultivos contra plagas y enfermedades, recuperación de suelos, evitando residuos químicos en alimentos, que consecuentemente los hace más sanos; y todo esto, de forma sostenible.

Los agricultores son humildes y felices hasta en situaciones críticas. No aceptan la derrota aun en situaciones muy difíciles, son gente luchadora y que, tras una convergencia de circunstancias desfavorables para el sector, siguen trabajando y luchando para la siguiente campaña.

Y verdaderamente cada año es todo un reto para ellos, ya que tienen que hacer lo imposible para mejorar la producción, reducir los costes, realizar innovaciones tecnológicas y asumir las directrices del plan estratégico de la nueva PAC 2023 – 2027, etc. Este esfuerzo que realizan requiere del apoyo de las administraciones y la valoración social que merecen.

La agricultura siempre ha sido, es y será algo complejo que solo entienden los agricultores tradicionales que se han criado literalmente en ella.

El respeto y apoyo hacia los agricultores que hoy en día siguen al pie del cañón es más bien escaso, es por eso que necesitamos todo el apoyo posible, sea de quien sea

Ellos han sido criados con una educación y unos valores de respeto y cultura totalmente diferente a los demás, se les ha enseñado a valorar muchísimo las cosas desde bien pequeños, y esto nunca ha de perderse. Es algo que mucha gente de hoy en día desconoce y que no sabe ni lo que es, por una falta educativa y de valores en sus tiempos más mozos, aunque hay gente para todo.

Pero el respeto y apoyo hacia los agricultores que hoy en día siguen al pie del cañón es más bien escaso, es por eso que necesitamos todo el apoyo posible, sea de quien sea.

Dedicarse a la noble actividad agrícola y ganadera, requiere de espacios y motivaciones a, jóvenes, mujeres y hombres que les aporten bienestar y felicidad en el medio rural.

La motivación laboral y la motivación en nuestra vida, la felicidad, cada vez se relacionan más.

Somos muchas las personas que habitamos el planeta. Millones de millones. Pero de uno en uno somos eso: uno. Una persona con sus miedos, intereses, miserias, incertidumbres. Cada uno de nosotros con nuestro propio ser.

Hemos alentado el individualismo, la competitividad, el tener. Hay que ser, hay que tener más; hemos olvidado la educación del ser. Ser hacia dentro para abrazar hacia fuera y así construir lo colectivo con unos pilares solidarios y compasivos

Hemos alentado el individualismo, la competitividad, el tener. Hay que ser, hay que tener más; hemos olvidado la educación del ser. Ser hacia dentro para abrazar hacia fuera y así construir lo colectivo con unos pilares solidarios y compasivos.

Es difícil tener todo, como lo es también que el todo nos haga felices. De hecho, así está comprobado: no todos aquellos que más tienen lo son y muchos de los que menos tienen gozan de esa alegría y felicidad.

Vivir con lo necesario para satisfacer esas necesidades esenciales. Vivir para vivir y ser. Vivir alejados del deseo, el ego y el apego.

El mayor acontecimiento que nos ofrece cualquier día es totalmente gratuito, está ahí para todo el que quiera: contemplar y disfrutar del campo, de la naturaleza.

El mejor resumen del pensamiento de los grandes sabios de todos los tiempos es comprender que el éxito es obtener aquello que se desea, pero la felicidad es querer lo que se obtiene.

Queremos ser felices. Nuestra cultura constantemente nos dice que la manera de llegar a ser felices es tener más dinero. Entonces podremos comprar más cosas, que nos darán más placer. Cuando no es así, nos dicen que en realidad necesitamos más dinero para comprar cosas mejores y más grandes, y por eso tenemos que trabajar más y tener más estrés, porque entonces realmente seremos felices. Y mientras vemos cada vez menos a nuestra familia y acumulamos más y más bienes, terminamos descubriendo aquello que nos dejó escrito Benjamín Franklin: “El que multiplica sus riquezas multiplica sus lágrimas”.

Mujeres y hombres del campo, cada día os levantáis con un reto de esperanza y esfuerzo, un trabajo duro, sois así, personas activas que luchan para que la vida rural no quede discriminada respecto a la hipotética ventaja de habitar en grandes ciudades.      

Os acompañan cielos azules, rebaños y surcos con futuro, el paisaje de las diferentes estaciones, sentarse y respirar la vida llenos de quietud. Ese fuego del atardecer que en un segundo nos envuelve para despedirnos del día.  

Reclamo más atención hacia el medio rural, que no está de moda. Muchas veces olvidados del interés del gobierno de turno y que arrastran una mala prensa engordada por décadas de descrédito. Es necesario establecer garantías de una rentabilidad estable y digna, solo así puede convertirse en una ocupación atractiva para los jóvenes.                                         

El agricultor espera que su proyecto de vida ayude a valorar las bondades del tipo de vida que quisimos dejar atrás, pero que, en su opinión, nunca podremos abandonar: la relación cercana entre productores agrícolas y los consumidores va a ser cada vez más importante. Cuando pienso en la sobrepoblación, los problemas medioambientales y el desempleo, no me cabe duda de que necesitamos los recursos de las zonas rurales. Sin ellos nunca seremos felices.

Tengo muy claro el secreto de por qué los agricultores, pese a la complejidad de su trabajo y la situación actual que atraviesan, son individuos que denotan e irradian su dicha.

Y es que hace tiempo descubrí que la definición de la felicidad está en la persecución perpetua de los sueños. Quien tiene claro una meta en su horizonte, está enfocado a ser dichoso mientras la busca y la consigue. Creo que la felicidad está en la superación y en tener algo que conseguir. Que si entendemos el sector que nos da de comer, sabemos que no hay mejor lugar para esa continua mejora.