Castañas, Osos y Desarrollo Rural: un proyecto para recuperar los castañares, garantía de alimento para el oso pardo
Si nos parásemos a pensar qué relación podría existir entre las castañas, los osos, la bioeconomía y el desarrollo rural, quizás algunas personas llegasen a la conclusión de que los osos comen castañas, pues así es, sin embargo se nos quedarían por el camino el resto de conceptos.
El hilo conductor de todo ello es el proyecto 'Castañas, Osos y Desarrollo Rural' que ha puesto en marcha la Fundación Oso Pardo, apoyado por la Fundación Biodiversidad del Ministerio para la Transición Ecológica y financiado con fondos europeos Next Generation.
Se trata de un programa ideado para la recuperación y expansión de los castañares tradicionales, cuyo fruto, la castaña, puede generar bioeconomía y desarrollo rural, y contribuir además a la conservación del oso pardo y a la biodiversidad en la Cordillera Cantábrica. Se está desarrollando en diferentes concejos oseros de Asturias, en Liébana (Cantabria) y en los municipios leoneses de Páramo y Palacios del Sil.
Los castañares son sistemas socioecológicos muy ricos y complejos, pero amenazados como sistema productivo debido al despoblamiento rural, las plagas o los cambios, precisamente, en los sistemas productivos del medio. Todo ello ha provocado el abandono de las prácticas culturales tradicionales de manejo y con ello ha llegado la degradación y reducción de la producción de castañas, así como su calidad.
En un escenario, el de la Cordillera Cantábrica, con robles y hayas, vecederos en su producción de frutos, es decir, no dan frutos todos los años, los castañares son especialmente importantes, más aún, en un momento en que la población de osos crece, por su producción constante de fruto.
Teniendo en cuenta, además, que el incipiente cambio climático les favorece, a la vez que perjudica a los robles y hayas mediterráneos, permitiendo también que puedan crecer a altitudes superiores a las que actualmente ocupan, la apuesta por esta especie es sinónimo de bosques ricos en biodiversidad, destacando aves forestales, y garantía de ingesta rica para los plantígrados que pueblan la cordillera.
Todo esto es lo que ha llevado a la Fundación Oso Pardo a embarcarse en este proyecto, de la mano de la Universidad de Oviedo, la Ong SeoBirdLife y la Fundación Camino Lebaniego de Cantabria, y con el apoyo también del Gobierno del Principado de Asturias y Caja Rural. Porque lo que buscan es convertir el valor de sistemas tan complejos como los castañares, en renta y empleo para el medio rural, y ahí estaría la bioeconomía y el desarrollo rural.
El paso definitivo para plantear este proyecto fue percatarse de que las economías rurales abandonaron casi 70 000 hectáreas de castañares en Asturias, debido a cuestiones relacionadas, posiblemente, con la industrialización y el éxodo rural. Lo cuenta Guillermo Palomero, director de la Fundación Oso Pardo, quien no obstante también reconoce estar sorprendido por la rápida respuesta de los propietarios de los bosques de castañares (en su mayoría son de titularidad privada), a la hora de resolver la burocracia necesaria para otorgar los permisos para intervenir en sus propiedades, lo que demuestra, al menos, bastante interés por su parte.
Con este proyecto, no solo se recuperarán ecosistemas de castañares tradicionales, sino que se establecerán nuevas plantaciones de castaños injertados con variedades locales; mejorará su disponibilidad para el oso pardo durante todo el otoño e invierno, consiguiéndose estabilidad interanual; se crearán empleos locales y verdes, con la formación de personas interesadas en la gestión y en la mejora de castañares en zonas oseras para hacer frente al reto demográfico, priorizando a la mujer rural; y se aumentará el conocimiento científico sobre la recuperación de los castañares y su incidencia para el oso pardo y la biodiversidad.
Los trabajos ya han comenzado en un total de 36 bosques de castañares de 18 municipios de la Cordillera Cantábrica: Tineo, Allande, Ibias, Belmonte de Miranda, Somiedo, Cangas del Narcea, Degaña, Santo Adriano, Proaza, Teverga, Quirós y Lena, en Asturias; Villablino, Palacios del Sil y Páramo del Sil, en León; y Cillorigo de Liébana, Cabezón de Liébana y Vega de Liébana, en Cantabria.
La primera fase del proyecto consiste en acondicionar los castañares, identificando los rodales, lugares de intervención, para proceder a la limpieza y desbroce del matorral. Norma Ala, es ingeniera agroforestal del medio natural y forma parte de este proyecto. Es una de las personas que acompaña a las tres cuadrillas de chicas y chicos locales, que han sido formados para acometer estos trabajos iniciales.
Trabajos que, tal y como explica esta ingeniera, se llevan a cabo cumpliendo estrictamente las medidas de desinfección de herramientas de un árbol a otro, así como la aplicación de una pasta cicatrizante que tiene una acción fungicida para evitar la penetración de hongos, tras las podas. Para ella el proyecto es “fascinante, muy útil y necesario”, no solo por la recuperación de los castañares sino porque con ellos se recupera también biodiversad y se genera bioeconomía en torno al castaño.
En la fase dos se procederá a la poda las copas de los árboles, cuando los castaños estén en “parada vegetativa”, es decir, su savia deja de moverse, explica Norma, quedándose en una especie de hibernación. Y ya, más adelante, cuando finalice el invierno y llegue la primavera, será el momento de plantar los castaños autóctonos injertados con variedades locales de áreas oseras.
Una auténtica joya paisajística en todos los sentidos
La Universidad de Oviedo es otra de las patas fundamentales en este proyecto. Su equipo es el responsable de la parte de investigación y análisis genético de las castañas, y su comparación con otros frutos, pero también de la supervisión científica de la restauración de los castañares, es decir, de preservar que las acciones que se lleven a cabo cumplan con todo el rigor científico requerido.
También el equipo de la universidad será el encargado de la valoración económica de los servicios ecosistémicos generados por los castañares tradicionales para que sus propietarios sepan de la joya con la que cuentan, tanto para la generación de actividad como para la obtención de beneficio económico, a través de la venta de su madera o la comercialización de sus frutos.
Pedro Álvarez es un profesor e investigador de la Universidad de Oviedo, perteneciente al área de Ingeniería Agroforestal del Departamento de Biología de Organismos y Sistemas. Asegura que los castañares son “una auténtica joya paisajística en todos los sentidos” pues allá donde hay castaños se encuentra el 70 por ciento de los polinizadores de la zona. Considerados una de las pocas masas forestales en las que cada árbol es un hábitat, los castañares son verdadera fuente generadora de biodiversidad y elementos fundamentales del ecosistema.
Los investigadores de la institución académica asturiana estudiarán también, dentro de este proyecto, la importancia del castaño dentro de la alimentación de los osos pardos, sobre todo, en períodos de hiperfagia, que son los meses justo anteriores al inicio de su hibernación. Se trata de hacer un seguimiento exhaustivo de la interacción de las diferentes especies que constituyen alimento para los úrsidos y su evolución con el cambio climático.
Y es que como ya aseguró Guillermo Palomero con anterioridad, los robles y hayas serán especies que resultarán muy castigadas por la crisis climática, además de que las cosechas buenas son cada cuatro o cinco años, mientras que el castaño, que produce anualmente, saldrá beneficiado.
Si bien la divulgación es una de los caminos para demostrar la importancia de los castañares como recursos irrenunciables en el medio rural, no es suficiente, pues sin la implicación de las administraciones es prácticamente imposible que algo que se ha perdido se pueda poner en marcha de nuevo partiendo de cero. Este profesor universitario no es demasiado optimista a la hora de considerar viable la recuperación de los castaños como sistemas de producción tradicional y reconoce la presión de otros sectores, más en voga hoy en día, como el de la biomasa, que genera importantes cantidades de dinero en períodos cortos de tiempo. Y es que “apostar por lo rural es una tarea ardua” que requiere tiempo y paciencia, si bien la recompensa, en todos los sentidos, sería impresionante.
Pedro Álvarez lo tiene claro, vivimos un momento crítico para sistemas socioecológicos como los castañares, pues dependen directamente de su interacción con el hombre, pero los beneficios que producen allá donde están, culturales, sociales, económicos o paisajísticos, son inapelables.
Actividades complementarias
Además de las intevenciones propiamente dichas en los castañares, desde el proyecto Castañas, Osos y Desarollo Rural planean realizar tres rutas turísticas entre Asturias y León, aún sin concretar, con los osos y castaños como protagonistas, así como la restauración de las corras, elementos etnográficos de piedra, circulares, y diámetro y altura variables, donde antiguamente se acopiaban los erizos de las castañas para su conservación.
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