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Autorizada la exhumación de la fosa de A Caridá, en Asturias, cuyos tiempos dependen ya de cuestiones técnicas

Equipo de arqueólogos y antropólogas trabajando en la fosa de A Caridá

Leticia Quintanal

A Caridá (El Franco, Asturias) —
16 de diciembre de 2024 18:06 h

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El día arrancaba a las nueve de la mañana, como siempre lo ha venido haciendo en el cementerio de A Caridá (El Franco) desde que el pasado miércoles comenzaran las excavaciones en busca de una fosa común, en la que todo apuntaba, yacían los cuerpos de las hermanas Ferrer Díaz y José Pérez Pena, represaliados por el franquismo pocos meses después de finalizar la Guerra Civil.

Sin embargo este lunes no iba a ser un lunes más, una vez que el pasado viernes, a eso de las dos de la tarde y después del hallazgo de varios restos óseos, aparecían tres esqueletos, un monedero, un peine y unos zapatos azules, los primeros hallazgos del grupo Arqueos de la Universidad de Oviedo, después de casi tres días infructuosos. Hoy esos tres esqueletos ya son seis, y también hoy la sobrina y el sobrino de las hermanas Mercedes, Luz y Maura pudieron, en A Caridad, comenzar su duelo.

Se esperaba la visita de Ángeles, una de las sobrinas de las hermanas Ferrer, pero veinte minutos antes de cumplirse el mediodía llegaba acompañada de su primo, también sobrino de las hijas de Manuel y 'la gallega'. Una lona azul colgada de varios maderos mantenía la fosa fuera del alcance de la vista de cualquier persona que pasase por allí, así lo decidieron para ofrecer a Ángeles (y a su primo) la capacidad de decidir hasta dónde querrían ver. Tras una larga conversación con Álvaro Chíes, psicólogo que trabaja en este caso, y Avelino Gutiérrez, catedrático de Arqueología de la Universidad de Oviedo y director del grupo Arqueos, ambos traspasaron las vallas y observaron la fosa en primera persona.

Mientras esa conversación tenía lugar, en la más estricta intimidad y con el máximo respeto, el equipo de antropólogas compuesto por Belén López, Gema López y Edén Fernández continuaba limpiando los restos óseos localizados y retirando la tierra, en este caso, sin picos y palas, ya con pinceles y pequeñas paletas, los cuerpos hallados.

La presencia de profesionales de la psicología es imprescindible en este tipo de situaciones, pues son quienes se encargan de trabajar la incertidumbre de cómo se van a sentir emocionalmente los familiares una vez que se enfrentan a una exhumación.

Los tratan de antemano, para generar un vínculo de confianza de manera que puedan abordar el llamado trauma transgeneracional, que es el que experimentan los familiares por los sentimientos que les han sido inculcados a lo largo de los años respecto a lo sucedido. Las explicaciones recibidas en la infancia se quedan guardadas en una caja, explica Chíes, y cuando se abre, frente a la fosa, las reacciones que tienen son las mismas que tuvieron en el momento en que se les contó la historia durante su niñez.

Confusión, miedo, tristeza y ansiedad son los principales sentimientos que surgen en los familiares de las víctimas cuando se enfrentan a una exhumación. Se trata de un profundo proceso de reparación para la familia, aunque no para las personas del pasado, sí para las nuevas generaciones y la forma en que ellas recibarán esa historia.

El juez de Castropol, Alejandro Mon, ha autorizado la exhumación de la fosa de A Caridá, si bien los tiempos ahora los marca el procedimiento técnico que ya entra en una fase muy minuciosa. La aparición de los cuerpos exige mucho tino y cuidado en los procedimientos, más aún, al observarse su colocación “muy forzada y en direcciones distintas” dentro de la fosa, según explica Avelino Gutiérrez.

En el momento en que esto pueda comenzar, cada cuerpo se exhumará de manera individual y todos los restos serán trasladados al Departamento de Antropología de la Universidad de Oviedo, donde se dejarán secar como paso previo al inicio de su estudio.

El cotejo genético se realizará a través de una muestra que se separará de los restos, normalmente suele ser una muestra dental, tal y como explica la antropóloga Gema López, si están bien conservadas, y mientras esto sucede, de manera paralela en el laboratorio, continuará el estudio antropológico para determinar edad, sexo, estatura, posibles patologías o cualquier cosa que pueda ayudar a orientar la identificación, así como los indicios que puedan identificar la causa de la muerte. En este caso, aunque es pronto, sí parece que existan indicios de muerte violenta, en primer lugar, por el tipo de enterramiento, ilegal, y en segundo, por la disposición de los cuerpos.

Las historia de las hermanas Ferrer Díaz

La tragedia de las hermanas Ferrer Díaz fue recogida por la prensa republicana de Xixón, según cuenta en su libro, Xosé Miguel Suárez Fernández, autor de Como auga de torbón: Guerra civil y represión franquista nel estremo noroccidental d’Asturias. Luz, Mercedes y Maura eran conocidas en su pueblo, Luarca, como 'las de la Gallega', por la forma de hablar de su madre, que era naviega. Su padre Manuel era tipógrafo y presidente del Sindicato de Artes Gráficas de Luarca, de fuertes convicciones políticas, que heredarían sus hijas, fue despedido de la imprenta en la que trabajaba tras participar en la huelga de octubre de 1934.

Las tres hermanas trabajaban en la litografía de la imprenta y ayudaron activamente al Frente Popular en las elecciones de 1936. Tras el golpe de Estado, cuando las tropas rebeldes entraron en Luarca, Manuel consiguió huir, y según fue documentándose a través de la transmisión oral de la zona, miembros de la Falange fueron a casa a apresar a Luz, Mercedes y Maura, a las que raparon la cabeza, dieron aceite de ricino y así pasearon por todo el pueblo.

Sus cuerpos fueron arrojados, tras ser violadas y asesinadas, tal y como relata en su libro Suárez Fernández, al borde de un camino en Valdepares, concejo de El Franco.

La familia no supo más del destino que corrieron los cuerpos de estas tres hermanas, sin embargo el Mapa de Fosas elaborado por la Universidad de Oviedo los ubica en la fosa del cementerio de A Caridá, donde ahora se buscan.

La Memoria asturiana

La de A Caridá es la primera de las tres fosas que se exhumarán hasta finales de este año 2024 en Asturias. A ella se sumarán las del Prau Molín de Xilu, en Las Regueras, y la de Santianes de Molenes, en Grao. En total, y según los datos que arrojan las investigaciones, se espera poder llegar a exhumar, entre las tres fosas, a 24 víctimas, siendo la de Las Regueras aquella en la que más personas se espera encontrar.

Tras la exhumación de las fosas previstas para este 2024, el Grupo Arqueos de la Universidad de Oviedo, gracias a un convenio de colaboración entre el Principado y la institutición académica asturiana, prevén intervenir en otras ocho o diez fosas, de las 40 que han sido identificadas como “viables” en un estudio detalle elaborado por la empresa Tragsa, a las que añadirán alguna más derivada de peticiones de familiares, tal y como explicó Avelino Gutiérrez.

Según un mapa interactivo elaborado por la profesora de Historia Contemporánea y directora de las investigaciones de la Universidad de Oviedo, Carmen García, en Asturias existen unas 400 fosas comunes, la mayoría localizadas en cementerios de ciudades como Oviedo, Gijón o Avilés, y también en localidades de menor tamaño como Tineo, Cangas del Narcea o Luarca.

En torno a la mitad de las fosas comunes en Asturias están ya destruidas, según indica en su investigación la profesora de la Universidad de Oviedo. En algunos casos, porque las víctimas fueron desenterradas por sus familiares, mientras que en otros, explica el arqueólogo Avelino Gutiérrez, porque se han levantado sobre ellas carreteras y otro tipo de construcciones públicas.

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