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Coro de bases
Si la noche electoral del 28-A fue de alivio y alegría para la mayoría sociológica de este país, progresista, fue por doble motivo. De un lado, porque se impidió la llegada al Gobierno del neofascismo cuatro meses después de que tocara poder en Andalucía, sin entrar en la coalición de PP y Ciudadanos pero determinando sus políticas. De otro, porque aunque las izquierdas sumaban, el PSOE no tenía la mayoría que en el pasado le permitió gobernar solo y defraudar por su programa neoliberal.
Lo más emocionante, de lejos, la noche del recuento fueron las bases en Ferraz gritando: “¡Con Rivera no!, ¡con Rivera, no!”. De ahí que aceptar la gran coalición que Rivera propone al PSOE sería humillarles. Esas bases salvaron a Pedro Sánchez del aparato. Los militantes socialistas suelen contrariar a los padres. Así fue al elegir entre Almunia-Borrel, Bono-Zapatero, Díaz-Sánchez. A Carme Chacón le faltaron 22 votos frente a Rubalcaba.
La preferencia de los socialistas de carné, sus simpatizantes y votantes es patente. Tanto históricamente como el 28-A y en los posteriores sondeos queda claro que, por encima de la legítima discrepancia o incluso rivalidad con la otra corriente progresista, la de Unidas Podemos, está su deseo de aplicar políticas progresistas en materia laboral, productiva, fiscal, social: educativa, sanitaria, de apoyo a dependientes, de protección de las mujeres, de muerte digna, de garantía de derechos humanos, de salud democrática antifranquista…
Tres hechos innegables se han engarzado:
- Pedro Sánchez resucitó y existe políticamente solo gracias a las bases.
- La militancia socialista desea profundamente no solo frenar el neofranquismo galopante en la derecha española y la indecencia corrupta del PP, sino aplicar un proyecto cierto de izquierdas.
- El desnortamiento en la UE, crítico, es oportunidad histórica para que España se una a Portugal como locomotora ibérica de avance de la Europa ciudadana.
Con la precaución lógica, a estas horas en que un acuerdo in extremis es improbable pero técnicamente posible, cabe preguntarse: ¿por qué los tres hechos desembocarían en una repetición electoral donde la sociedad progresista tiene todo que perder y nada que ganar?
Y entre la hojarasca de animadversiones, choques de egos, virilidades malentendidas, excusas de desconfianzas, tejemanejes de mago de Oz de la estirpe de rasputines y maquiavelos, se abre paso la constatación de que la voluntad emancipadora ciudadana es siempre el mayor adversario del poder.
Así que, sea por convencimiento propio o cediendo a las presiones económico-mediáticas que él mismo denunció a Évole en su Salvados, Pedro Sánchez, al cambiar su “No es No” a Rajoy en “No es No” al pacto con Unidas Podemos, al enrocarse en la repetición electoral, lo que hace es echar un pulso a sus bases. Trabajar para que ese anhelo social de izquierda, tal como la gente lo quiere, no se haga realidad.
Los poderes fácticos nos quieren resignados
Es ilustrativo comparar el modo de actuar de Sánchez con el del ex presidente González. Pero hasta el jefe de Gobierno más progresista de la democracia del 76, Zapatero, empezó en 2004 encajando que el laborista Tony Blair le soltara un ya se te pasará la ingenuidad cuando retiró las tropas de Irak y acabó en 2011 conjurándose con el PP para cambiar el art. 135 de la Constitución para priorizar devolver los préstamos a los bancos a cualquier inversión social. Algo hecho en agosto e ignorando el “Que no nos representan” que, tres meses antes, el 15M cantó a su Gobierno socialista.
Yo no diría que el análisis nos lleva a un callejón sin salida. Pero sin duda sí a una salida angosta. Porque mientras la nueva Comisión Europea juega a confundirnos con la vicepresidencia de “Protección del estilo de vida europeo” en que se empeña –blanqueando así una de las venenosas mentiras antiinmigrantes de la ultraderecha-, el reto acuciante para los europeos es proteger el Estado de bienestar. Esa conquista ciudadana que los ricos y los burócratas a su servicio llevan desmontando desde que cayó el muro de Berlín. Porque la falta de alternativa al capitalismo salvaje les hace considerar que ya no hay que seducir al personal, sino lograr que nos resignemos al “Esto es lo que hay”.
¿Cuántas opciones tiene Hong Kong de mantener su democracia frente a la dictadura China? ¿Cuántas de extenderla para que florezca en la pisoteada tierra de Tiananmen? ¿Diríais que los ciudadanos de todas las edades, géneros, profesiones que cantan su anhelo de libertad en centros comerciales, estadios, plazas son enloquecidos, ingenuos de la realpolitik, patanes o ejemplos de dignidad, inspiradores, emocionantes?
Antes o después tendremos que cantar. Y en ese coro de voces estarán, seguro, las bases de Ferraz.
Si la noche electoral del 28-A fue de alivio y alegría para la mayoría sociológica de este país, progresista, fue por doble motivo. De un lado, porque se impidió la llegada al Gobierno del neofascismo cuatro meses después de que tocara poder en Andalucía, sin entrar en la coalición de PP y Ciudadanos pero determinando sus políticas. De otro, porque aunque las izquierdas sumaban, el PSOE no tenía la mayoría que en el pasado le permitió gobernar solo y defraudar por su programa neoliberal.
Lo más emocionante, de lejos, la noche del recuento fueron las bases en Ferraz gritando: “¡Con Rivera no!, ¡con Rivera, no!”. De ahí que aceptar la gran coalición que Rivera propone al PSOE sería humillarles. Esas bases salvaron a Pedro Sánchez del aparato. Los militantes socialistas suelen contrariar a los padres. Así fue al elegir entre Almunia-Borrel, Bono-Zapatero, Díaz-Sánchez. A Carme Chacón le faltaron 22 votos frente a Rubalcaba.