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Sobre decir los nombres de los acosadores y agresores
¿Pero de dónde nacen esas ganas tan fuertes de saber los nombres de los acosadores? ¿De dónde os nace ese interés tan intenso de saber su nombre (solo el nombre) cuando no mostráis el mismo interés ante cientos de situaciones machistas?
¿De dónde nace ese afán supremo de saber cuando, en verdad, os importa un pimiento lo que haya podido sufrir la víctima y las consecuencias de dar el nombre?
Estamos día sí y día no señalando comportamientos machistas que os resbalan y ahora lo más importante del universo, como superaliados feministas del momento, es saber sólo el nombre. Porque así y solo así, os salís con la vuestra. Que no es apoyar a la víctima, sino presionarla y que haga lo que vosotros queréis sin calcular lo que supone para ella.
Vamos a imaginar. He leído que queréis conocer el nombre para que “caiga sobre él todo el repudio social” y porque “quien la hace, la paga”. Perdonad, pero cuando leo eso me sale una carcajada que se escucha hasta en la Antártida. Una vez que sepáis el nombre, ¿qué vais a hacer?
Si es ese periodista estrella de cultura o deportes al que todos adoráis, ¿vais a dejar de leer sus reportajes?
Si ese ese activista en redes preocupadísimo por los derechos humanos, ¿vais a dejar de seguirlo?
Si es vuestro compañero de mesa, ese que nunca os defrauda, ¿la va a pagar, como decís? O como he visto cientos de veces, ¿vais a hacer la vista gorda?
Si es vuestro padre, hermano, tío o primo, ¿qué pensáis hacer?
¿Y cuando sois vosotros mismos? Sí, vosotros mismos, por muchos tuits y artículos que escribáis dando la apariencia de lo contrario. ¿Qué haréis cuando os señalen?
¿Acaso, en el momento que lo sepáis, tenéis previsto algún tipo de acción de solidaridad con las víctimas sin ponerlas de malas, perversas, resentidas, locas o mentirosas? Me temo que no, porque ya lo he visto. Me temo que solo buscáis un nuevo linchamiento y acusarnos de cazas de brujas. Estirar el chicle para convertiros en protagonistas. Si os resbala el patriarcado, el origen y culpable de todo, ¿qué os va a preocupar saber un nombre?
¿Os habéis parado a pensar, un solo instante, que para muchas mujeres resulta imposible hasta verbalizar el nombre de ese tipo que las ha destrozado, en un buen tiempo? ¿Sabéis que hasta escucharlo en boca de otro las revuelve enteras? ¿O que solo quieren advertir a otras compañeras de que eso sucede, pero no saber más ni verle jamás la cara a ese tío?
Mirad, ¿sabéis por qué no se dan nombres? Porque no compensa. Porque una vez que lo tenéis, si es muy cercano, lo calláis. Y si ella os lo confiesa pero pide que no lo digáis… al final no lo cumplís y se activa el modo radio macuto. No compensa arriesgarse para que te la jueguen y te pongan en doble peligro y más riesgo.
A ver cuando os entra entre ceja y ceja una cosa muy sencilla: las mujeres queremos VIVIR. Respirar, comer, pasear, ligar, leer o lo que sea sin el miedo a morir o a que nos dañen, física o psicológicamente. Y tengo una mala noticia: entre nosotras, nos creemos. No pedimos nombres como “garantía”.
Si no es mucho esfuerzo, a quienes insisten en saber los nombres de los acosadores: dejad en paz a las mujeres si no lo quieren decir.
Dejad que puedan vivir tranquilas sin el miedo a que su acosador o agresor vaya un día en su busca. Es su vida.
Dejad de echar sobre ellas la duda y la sospecha, que solo benefician a los agresores. Dejad que pasen página como les dé la gana, con nombre, sin nombre, con denuncia, sin denuncia, contando detalles o no.
Ya está bien que ahora os hagáis el adalid de la defensa de la mujer cuando no habéis tenido valor de cuestionaros, y algunos os sumáis al carro porque es un buen escaparate. Es muy fácil decirlo cuando no sois los agredidos. Esto no es una broma. Son nuestras vidas. Y merecen tanto respeto como la vuestra.
Pd: Un “abrazo” a todas aquellas personas que después de que una víctima le confíe su agresión y violencia recibida, primero reaccione de forma solidaria, y con el tiempo le traicione y se alíe con la parte cómplice. Sois unos cracks. Unos cracks de vergüenza.
¿Pero de dónde nacen esas ganas tan fuertes de saber los nombres de los acosadores? ¿De dónde os nace ese interés tan intenso de saber su nombre (solo el nombre) cuando no mostráis el mismo interés ante cientos de situaciones machistas?
¿De dónde nace ese afán supremo de saber cuando, en verdad, os importa un pimiento lo que haya podido sufrir la víctima y las consecuencias de dar el nombre?