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Dinero, moscas y dominación
Matar o morir. Curso atropellado de economía chungaleta cañí, las mejores trampas de caza mayor. De cómo aprovecharse de la caída del imperio engañoso, el gran espejismo en cinco sesiones. La revolución del centrifugado. La familia Martínez, un día por la tarde, se convirtió en Grupo Martínez e inició la desesperada huida hacia adelante. Ya se sabe quiénes apoquinan en la Piel de Toro las deudas y las ofensas jamás perdonadas de los magnates mangantes, experimente los síntomas evidentes de la recuperación del rico expañol o empresario perteneciente a esa gente indecente carente de escrúpulos que, precisamente, balbucea hoy desde lo alto del amenazante ente exigente, gente indecente que hoy reclama decencia a los flamantes competentes. La excelencia, la ilustrísima señora del saqueo permanente.
El Grupo Martínez emprendió de forma inopinada el vuelo de la expansión, compró un montón de empresas para hundir la suya propia, sopló las velas del crecimiento mentiroso, perdió gas y altura, se abandonó entonces a la ampliación de capital, nombró a dos o tres consejeros delegados enchaquetados, muñecos con tirantes, respetables analfabetos, y las moscas de lugar se endeudaron hasta las mismas cejas, como su pequeño dios manda, para seguir la senda del parné a través de la participación, diez por ciento para unos, diez por cuento para otros, vamos a jugar al mismo eufemismo de la externalización, vamos a llegar a un acuerdo con los bancos, vendamos el país por parcelitas, jale usted de la cuerda hasta la inmolación final. En las tarjetas de visita de estos tipejos se sinceran los carajotes, y en la cola del mercado o la gran superficie piden perdón las cajeras obligadas a hacer dobles turnos con la excusa de la maldita recuperación económica de sus amos y señores feudales. “Lo siento, no se puede leer el código, la máquina expendedora de promesas va hoy un poco lenta”.
“A ver si se largan ya los turistas”, farfulla un turista, igual que Rafaelito el Gallo en París, una noche de juerga, cuando se encaramó a una mesa de un tugurio luxury total y gritó a la concurrencia: “¡Yo me voy a cagá en los muerto de tó los extranjero que hay aquí!”. Glup.
Por cierto, la franquicia Café y Topos, carera sin remisión, se acaba de sumar al Ibex 35, a la par que otras franquicias en franco declive, a tres leuros el coacola.
El cacique de turno, así las cosas, cogió ayer por el cuello a su jefe de reclusos humanos, torpe y cobarde. Más sangre en la arena. No es justo que a los lacayos que impulsan este festival de decadencia, estafa y devaluación, se les tilde de perros, Qué culpa tendrán los canes de este festival antidemocrático.
Al tiempo, la ola de calor, antes llamada verano, afecta sobremanera a la dignidad del antiguo periodismo, con perdón, de tal guisa que los arrodillados de ayer echan esta noche agallas en pos de su cuota de poder y dinero sucio. Chantaje y extorsión, próximamente en sus pantallas. Ya ni disimulan. Los miedos de incomunicación del frente antipodemos piden a gritos, en nombre de sus patrocinadores altruistas, una campaña de propaganda, una ley del silencio, una doble página de publicidad de lo que sea.
Al lado de la carretera, a modo de ejemplo pluscuamperfecto o metáfora o moraleja de la que está cayendo, un pantallazo anuncia un prestigioso puticlub y advierte a su distinguida clientela el desembarco de “la nueva gerencia” del local de trata de razas. La anterior gerencia apareció mese atrás prácticamente fallecida en el interior de un coche de alta gama, con un disparo en la cabeza.
Matar o morir. Curso atropellado de economía chungaleta cañí, las mejores trampas de caza mayor. De cómo aprovecharse de la caída del imperio engañoso, el gran espejismo en cinco sesiones. La revolución del centrifugado. La familia Martínez, un día por la tarde, se convirtió en Grupo Martínez e inició la desesperada huida hacia adelante. Ya se sabe quiénes apoquinan en la Piel de Toro las deudas y las ofensas jamás perdonadas de los magnates mangantes, experimente los síntomas evidentes de la recuperación del rico expañol o empresario perteneciente a esa gente indecente carente de escrúpulos que, precisamente, balbucea hoy desde lo alto del amenazante ente exigente, gente indecente que hoy reclama decencia a los flamantes competentes. La excelencia, la ilustrísima señora del saqueo permanente.
El Grupo Martínez emprendió de forma inopinada el vuelo de la expansión, compró un montón de empresas para hundir la suya propia, sopló las velas del crecimiento mentiroso, perdió gas y altura, se abandonó entonces a la ampliación de capital, nombró a dos o tres consejeros delegados enchaquetados, muñecos con tirantes, respetables analfabetos, y las moscas de lugar se endeudaron hasta las mismas cejas, como su pequeño dios manda, para seguir la senda del parné a través de la participación, diez por ciento para unos, diez por cuento para otros, vamos a jugar al mismo eufemismo de la externalización, vamos a llegar a un acuerdo con los bancos, vendamos el país por parcelitas, jale usted de la cuerda hasta la inmolación final. En las tarjetas de visita de estos tipejos se sinceran los carajotes, y en la cola del mercado o la gran superficie piden perdón las cajeras obligadas a hacer dobles turnos con la excusa de la maldita recuperación económica de sus amos y señores feudales. “Lo siento, no se puede leer el código, la máquina expendedora de promesas va hoy un poco lenta”.