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Victoria dulce, agridulce o amarga

“Vamos para abajo escarbando, pero ¿cuánto vamos a bajar?”. Esta pregunta se la hacen muchos socialistas a un día del 2D. Sólo quedan horas para comprobar cómo de dulce, agridulce o amarga será la victoria del PSOE en las undécimas elecciones al Parlamento de Andalucía. Ninguna de las muchas encuestas publicadas pone en cuestión el triunfo de los socialistas, que estarían entre una horquilla de entre 35-45 diputados de los 109 escaños de la Cámara autonómica. Ahora tienen 47, un resultado que ningún dirigente socialista pronostica.

En 2015, el PSOE logró los últimos escaños en cinco de las ocho provincias andaluzas (Huelva, Jaén, Almería, Málaga y Cádiz) y ahora nadie sabe cómo afectará la fragmentación del voto de la derecha y el empuje de Adelante Andalucía al reparto de restos. Y si la abstención juega a su favor o a su contra. “Esto de la abstención tiene mucha gracia”, afirma un analista. “¿A quién perjudica? Pues al que no lo votan”, contesta.

Una de las cosas más llamativas de esta campaña es la falta de certidumbre que hay instalada en el PSOE, como si hubieran perdido ese extraordinario olfato que siempre han tenido para oler el humo a muchos kilómetros de distancia. La sagacidad del PSOE para anticiparse a los problemas ha ido a menos, entre otros motivos, porque su candidata a la reelección estuvo los dos primeros años de la legislatura embarcada en una aventura ajena a la presidencia de la Junta, como fue la batalla por la secretaría federal del PSOE que perdió estrepitosamente.

Cuando volvió de la excursión, tuvo que coger el soplete y la llave del dos para taponar las numerosas fugas de agua en la Junta de Andalucía y buscar medidas para exhibir, como la bonificación del 99% del precio de la matrícula universitaria, y anunciar otras para nutrir el programa con el que se ha presentado a estas elecciones.

Preocupación

Los socialistas sólo están seguros de que la suma de los partidos a su derecha (PP, Ciudadanos y, tal vez, Vox) no alcanzará los 55 escaños (mayoría absoluta). No se les pasa por la cabeza esa calamidad. Es el único dato que han puesto en circulación y en el que se basan para decir que están “tranquilos”. Pero es pura fachada. Hay mucha preocupación en el PSOE por lo que pueda ocurrir el día 2 y, sobre todo, a partir del día 3.

Un destacado dirigente socialista maneja estos tres escenarios y anticipa la reacción en cada caso. Si sacan 45 diputados (dos menos), la candidata a la reelección, Susana Díaz, estará en un estadio superior al de la felicidad en el que lleva instalada estos 15 días, según ha dicho. Un resultado de entre 42-44 escaños se considerará “digno”, después de 36 años y medio de gobiernos socialistas y con una competencia tan dura a su derecha y a su izquierda. Y por debajo de 42, será un trompazo, que intentará tapar diciendo que en la mayoría de los 786 municipios de la comunidad han sido los más votados. Esta última escena incluye la exhibición del mapa de Andalucía moteado de puntitos rojos.

En cualquiera caso los tres resultados van a exigir pactos. Ciudadanos, el socio más cómodo que ha tenido nunca el PSOE, ha dicho de todas las maneras posibles que esta vez no permitirán la investidura de Díaz, ni siquiera si el Parlamento está abocado al bloqueo. Aunque hay costumbre de poner en entredicho las promesas de campaña, la firmeza con la se han expresado sus dirigentes regionales y nacionales (Juan Marín, Inés Arrimadas y Albert Rivera) hace albergar pocas dudas de que puedan cambiar de opinión. Si, además, C’s supera al PP, esa puerta permanecerá cerrada al menos hasta las elecciones municipales, autonómicas y europeas de mayo, si es que Pedro Sánchez no convoca generales en marzo, lo que añadiría una presión extraordinaria a todos los partidos.

El PSOE se verá obligado a mirar a su izquierda y, de entrada, tendrá que ceder la presidencia del Parlamento a Adelante Andalucía. En la pasada legislatura, Podemos pudo hacerse con este cargo con los votos del PP, pero lo descartaron por entender que iniciar su estreno en el Parlamento andaluz con un pacto con la derecha les traería solo ruina. Fue un error, como han podido comprobar, porque el órgano de gobierno de la Cámara marca los plazos, los ritmos, acelera y desacelera, te da aire o te arrincona.

En manos del próximo presidente del Parlamento de Andalucía está la decisión de fijar la fecha del debate de investidura. Y no tiene marcado, como sí ocurría con el anterior Estatuto de Autonomía, ningún plazo para ello. A partir de la primera votación (no es descartable que haya más de un candidato) empezará a correr el reloj. Si en dos meses nadie logra más votos afirmativos que negativos tendrán que repetirse las elecciones.

¿Pactos?

Adelante Andalucía ya ha dicho que no entrará en un Gobierno de coalición con el PSOE. “Ni mijita”, ha dicho su candidata, Teresa Rodríguez, pero no descartan desplegar una política de acuerdos en el Parlamento. Aunque nada de pacto global.

Si la derecha suma más escaños que el PSOE, a Adelante no le valdría con la abstención en la investidura de la socialista, y tendría que facilitar el voto afirmativo de sus diputados o prestar algunos de ellos hasta sumar 55. En la hipótesis de que Teresa Rodríguez logre quedar como segunda fuerza más votada las posibilidades de acuerdo serán más lejanas. “Si nos perfilamos como alternativa clara, seremos la alternativa. Nadie le exigía al PP que llegara a acuerdos de investidura”, afirmó Rodríguez a El Confidencial.

La relación entre el PSOE y la formación que colideran Teresa Rodríguez y Antonio Maíllo se basa en la desconfianza mutua. Si hay negociación se antoja llena de baches, porque, durante los últimos tres años y medio, en el PSOE no se ha hecho un trabajo básico en las relaciones políticas: la de descolgar teléfonos para abrir canales de comunicación, tomarse un café de vez en cuanto con el otro, preguntar por la familia y la salud. Invertir en empatía de cara al futuro. Mientras Díaz apenas ha citado en sus actos a Adelante Andalucía, aunque ha dado muestras de conocer muy bien su programa, los dirigentes de Podemos e Izquierda Unida han atacado al “susanismo”, un producto político, afirman, que “vive del socialismo, no por el socialismo”. ¿Van pedir la cabeza de Díaz? Ellos lo niegan, pero la interrogante está ahí.

“Vamos para abajo escarbando, pero ¿cuánto vamos a bajar?”. Esta pregunta se la hacen muchos socialistas a un día del 2D. Sólo quedan horas para comprobar cómo de dulce, agridulce o amarga será la victoria del PSOE en las undécimas elecciones al Parlamento de Andalucía. Ninguna de las muchas encuestas publicadas pone en cuestión el triunfo de los socialistas, que estarían entre una horquilla de entre 35-45 diputados de los 109 escaños de la Cámara autonómica. Ahora tienen 47, un resultado que ningún dirigente socialista pronostica.

En 2015, el PSOE logró los últimos escaños en cinco de las ocho provincias andaluzas (Huelva, Jaén, Almería, Málaga y Cádiz) y ahora nadie sabe cómo afectará la fragmentación del voto de la derecha y el empuje de Adelante Andalucía al reparto de restos. Y si la abstención juega a su favor o a su contra. “Esto de la abstención tiene mucha gracia”, afirma un analista. “¿A quién perjudica? Pues al que no lo votan”, contesta.