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La equidistancia que blanquea a Vox

15 de abril de 2022 21:12 h

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La coalición de Gobierno del PP de Mañueco con Vox en Castilla y León, la perspectiva de acuerdo en la Junta en Andalucía y los buenos resultados en primera vuelta de las presidenciales francesas de la Agrupación Nacional de Marine Le Pen acercan, en la mente de todos y en la posibilidad real, el día en que la ultraderecha gobierne o hasta presida países como Francia o España. Pensarlo escalofría porque la ideología de estos políticos y partidos causó hace menos de un siglo, en España y Europa, los horrores de la guerra, el fascismo, el nazismo, el holocausto, la dictadura franquista de 40 años. Ahora mismo son los aliados de ese Vladimir Putin que impide la democracia en Rusia mientras arrasa Ucrania.

Los líderes y partidos democráticos europeos, de izquierda y también de derechas, se unen en un cordón sanitario frente a ellos para proteger el sistema de convivencia que dinamitaron entonces como hoy aspiran a hacer de nuevo. Algo patente en el anuncio del ya vicepresidente de Castilla y León y líder allí de Vox, Juan García-Gallardo, de que el “objetivo fundacional e irrenunciable de Vox es derogar las autonomías”. Eliminar, dice, ese punto central de nuestra constitución, su título VIII, que no se incluyó por casualidad, sino para lograr el encaje de los distintos territorios del Estado evitando enfrentarnos.

Pues bien, en España a diferencia de Europa, el PP y la derecha mediática reciben con los brazos abiertos y alfombra roja, a estos neofranquistas (que alardean de serlo) para que de su mano ocupen las instituciones. Minimizan y blanquean la amenaza democrática que Vox representa con la calumnia de que Vox y Unidas Podemos son extremos equivalentes y, en consecuencia, tan dañino o aceptable es nombrar ministros de unos como de otros.

Los líderes y partidos democráticos europeos, de izquierda y también de derechas, se unen en un cordón sanitario frente a ellos para proteger el sistema de convivencia que dinamitaron entonces como hoy aspiran a hacer de nuevo

Alberto Núñez Feijóo, pocos días después de estrenarse como líder del PP haciendo gala de un perfil institucional y moderado que buena falta haría, y que ojalá se sustanciara, se ha despachado en la SER con un gag de manual para que cale esta falsedad:

“Será una broma, ¿no? Que el partido socialista nos diga 'Aquí hay que romper con Vox' y el PSOE gobernando con Bildu en Navarra y con Podemos formando parte del Gobierno de España”.

Pues no, poca broma. Podemos nació en 2011 para dar voz a la ciudadanía indignada con que Zapatero aceptara priorizar la devolución de la deuda a los bancos impuesta por Merkel, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional frente a pagar incluso la Sanidad pública. Coaligado con Izquierda Unida forma una opción política de hondas raíces democráticas (de la defensa de la II República a la lucha clandestina antifranquista) que reivindica los derechos humanos y la lucha contra el cambio climático.

Vox, en cambio, es la escisión de la rama fascista de Fuerza Nueva que Fraga y Aznar integraron en el PP al refundar AP. Son añorantes de la dictadura que criminalizan a los migrantes como en los años 40 se perseguía a los judíos, defensores del supremacismo del macho heterosexual blanco que ridiculizan y así justifican los asesinatos machistas de mujeres y la represión del colectivo LGTBI, además de negacionistas de evidencias científicas como la destrucción medioambiental y la utilidad del confinamiento, las vacunas y las mascarillas para atajar la Covid.

Vox busca romper España, la España diversa, plural, multilingüe que es la España real frente a esa excluyente, en blanco y negro, opresiva, del NO-DO y la Reconquista que ellos añoran igual que su amigo Putin añora la URSS y el Imperio de los zares.

PP: entender España o negarla

El PP aspira, como es normal, a volver a gobernar España. Pero tras décadas de ataques a los nacionalismos periféricos, catalán y vasco, por puro interés electoralista, ve que su única opción de llegar a la Moncloa es pactar con Abascal.

Una situación endiablada porque, mientras Podemos hace de puente al PSOE con partidos nacionalistas y hasta independentistas, Vox busca el enfrentamiento, el cuanto peor mejor, romper España, la España diversa, plural, multilingüe que es la España real frente a esa excluyente, en blanco y negro, opresiva, del NO-DO y la Reconquista que añoran como su amigo Putin añora la URSS y el Imperio de los zares.

Si la democracia no garantiza a la ciudadanía poder ganarse el sustento y desarrollar su proyecto de vida, entonces, se entrega a las falsas promesas fascistas, aunque luego le acaben perjudicando. O se abstiene y favorece así que el fascismo gobierne.

La clave, la educación

¿Cómo la gente admite que la brutal ideología desenmascarada en películas como El gran dictador de Chaplin,  La lista de Schindler de Spielberg, La vida es bella de Benigni o Mientras dure la guerra de Amenábar llegue otra vez a los gobiernos para cargarse desde dentro el sistema democrático?

Lo esencial es que si la democracia no garantiza a la ciudadanía poder ganarse el sustento y desarrollar su proyecto de vida, entonces, se entrega a las falsas promesas fascistas, aunque luego le acaben perjudicando. O se abstiene y favorece que el fascismo gobierne.

Pero otro factor clave que la España democrática ha descuidado es la enseñanza, con rigor histórico, de nuestro inmediato pasado. Se cedió, por miedo al principio, por frivolidad y ligereza en los 90, ahora parece que fuera tarde cuando lo que es es urgente.

Arrastramos un profundo déficit democrático y los interesados en superarlo y seguir conviviendo con nuestras legítimas diferencias ideológicas debemos afrontarlo. Se necesita una historia de hechos probados, compartida, un programa educativo de valores comunes, laicos y universales. Y una estructura de enseñanza pública que es justo el horizonte contrario al que avanzamos pues, a medida que la natalidad baja, se están cerrando escuelas públicas en beneficio de mantener y aumentar el negocio de los adoctrinadores colegios concertados católicos.

La coalición de Gobierno del PP de Mañueco con Vox en Castilla y León, la perspectiva de acuerdo en la Junta en Andalucía y los buenos resultados en primera vuelta de las presidenciales francesas de la Agrupación Nacional de Marine Le Pen acercan, en la mente de todos y en la posibilidad real, el día en que la ultraderecha gobierne o hasta presida países como Francia o España. Pensarlo escalofría porque la ideología de estos políticos y partidos causó hace menos de un siglo, en España y Europa, los horrores de la guerra, el fascismo, el nazismo, el holocausto, la dictadura franquista de 40 años. Ahora mismo son los aliados de ese Vladimir Putin que impide la democracia en Rusia mientras arrasa Ucrania.

Los líderes y partidos democráticos europeos, de izquierda y también de derechas, se unen en un cordón sanitario frente a ellos para proteger el sistema de convivencia que dinamitaron entonces como hoy aspiran a hacer de nuevo. Algo patente en el anuncio del ya vicepresidente de Castilla y León y líder allí de Vox, Juan García-Gallardo, de que el “objetivo fundacional e irrenunciable de Vox es derogar las autonomías”. Eliminar, dice, ese punto central de nuestra constitución, su título VIII, que no se incluyó por casualidad, sino para lograr el encaje de los distintos territorios del Estado evitando enfrentarnos.