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Frente a la banda del forajido charlatán del salvaje Oeste

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Cuando tras los balbuceos de Biden en el debate televisivo y sus lapsus ante la OTAN ya todo apuntaba a la reelección en noviembre del expresidente Trump, culpable de 34 delitos, alentador del asalto al Capitolio, va otro atentado político en el supuesto faro de democracia global y lo encumbra aun más.

El “forajido” a la vez “charlatán vendedor de crecepelos” se alza como héroe del wéstern. Y ya que el “embaucador pendenciero” de Trump es el adalid del neofascismo internacional, más allá de estar pendientes de si Biden considera contraer el covid la señal de Dios para jubilarse o de si el partido Demócrata con la presión de Obama y Pelosi fuerza su sustitución en su convención de agosto o en votación telemática a final de julio, los responsables democráticos del mundo deben espabilar en hacer la democracia útil y atractiva para la ciudadanía.

En España veo a los representantes políticos más bien abonando la maleza que desbrozando el jardín. La gente se pregunta cómo comprar o alquilar piso, cómo tener un empleo y sueldo dignos, cómo realizar sus expectativas de vida. La democracia, a diferencia del autoritarismo de los más fuertes (militar o económicamente), busca responder a estas necesidades y anhelos de la mayoría social. Es el sistema insuperado de gestión pacífica de las diferencias, pero necesita, está obligada a ser autocrítica y mejorar día a día para que la ciudadanía confíe en sus políticos, sus jueces, su policía, sus periodistas… y en que el Estado de Derecho hará su vida mejor que el liderazgo de un caudillo.

Regenerar en serio la democracia

Ante esto, en vez de que el Gobierno y la oposición españoles se remanguen y actúen con rigor, ¿qué tenemos?

Pues que el PP, pillado en su espionaje policial a 55 diputados de Podemos, como en enero trascendió el que habían ordenado contra los independentistas catalanes de Junts y ERC, no se hace responsable, ni emite autocrítica, ni promueve en consecuencia la menor garantía de que jamás repetirán esa gravísima adulteración de la democracia.

Y el presidente Pedro Sánchez, por su parte, ha presentado esta semana al Parlamento su plan de regeneración democrática, pero esquivando lo esencial del reto y por tanto banalizándolo.

La regeneración democrática quedará en brindis al sol si no se toman medidas concretas que impidan el espionaje a opositores políticos, el nombramiento de afines para los altos tribunales y para la dirección de medios informativos públicos, así como la separación total de la Presidencia del Gobierno del trabajo de su cónyuge.

A ver, el elefante en la habitación es que la respuesta de Sánchez a “la máquina del fango” nace de la falta de una separación plena entre su cargo de presidente y las actividades laborales de su mujer. Y en este tema, de nuevo, cero autocrítica, ahora del PSOE, y cero medidas para evitar que esa mezcla de lo institucional y lo privado se reitere.

Pocos creen en la independencia judicial

El segundo problema que tenemos, y muy grave, es que entre el PP y el PSOE, el PSOE y el PP, se han venido cargando durante décadas y ahí siguen la credibilidad del sistema judicial. Ni han promovido un sistema democratizado de acceso a la judicatura que rompa la inercia generalizada de jueces, hijos, nietos y biznietos de jueces, o sea, una casta privilegiada, ni se han privado de elegir ellos como partidos (PSOE y PP), a los miembros del CGPJ, del Supremo, del Constitucional o de la Fiscalía General del Estado primando su afinidad en vez de su radical independencia.

La calle ve los tiras y aflojas Supremo-Constitucional como expansión de los rifirrafes PP-PSOE. Y con esas claves recibe las enmiendas del Constitucional al Supremo y la Audiencia de Sevilla en el caso de los ERE de Andalucía, o la suspensión del Constitucional de parte de las leyes trans y LGTBI de Ayuso y recibirá lo que los tribunales diriman en su día sobre Begoña Gómez. Como el eterno “pulso de unos y otros”.

De ahí que el 60% de la población española no confíe en la justicia y crea que está instrumentalizada por la política. Algo corrosivo para el apoyo al sistema democrático y sobre lo que, sin embargo, no aparecen medidas en el horizonte.

Generar imparcialidad periodística

Sobre el papel vital de los medios informativos para las democracias sanas hay una primera realidad que no se puede ocultar y que me preocupa hace más de 20 años. Por eso en 2002 publiqué este artículo académico titulado 'Precariedad laboral de los periodistas, la mordaza de la prensa libre. Tentación peligrosa de pasividad'. Y en resumen la cuestión es que, con la excusa del desarrollo digital, la profesión periodística se ha precarizado de un modo que dificulta gravemente la calidad e independencia del producto informativo que se brinda a la sociedad.

Es evidente que para reforzar la democracia hay tarea de enjundia por delante. Pero tanto partidos como ciudadanos democráticos debemos abordarla ya porque estamos rodeados de cuatreros que azuzan el miedo

No afrontarlo es hacernos trampas al solitario: las redacciones han perdido plantilla y veteranía mientras crece la masa freelance. En cambio, los puestos que se han multiplicado y que son los más estables del sector están en los gabinetes institucionales. Así es difícil animarse a pisar callos y resistir como profesional las presiones políticas o de ciertos jefes que siempre ha habido y habrá. Porque, ¿quién se engaña?, la prensa es a la vez contrapoder clave en las sociedades libres y herramienta que el poder político-económico siempre intenta usar para sus intereses. Como a menudo consigue.

Por fácil que sea culpar solo a los políticos, hay también responsabilidades empresariales, gremiales e individuales a asumir. En el sector de la prensa y entre una ciudadanía que se pregunta poco o nada cómo sobreviven los medios y los periodistas.

Pero quien ostenta el gobierno tiene más responsabilidad y recursos para transformar la realidad. Por eso si el presidente Sánchez y el gobierno PSOE-Sumar con los apoyos de la investidura quieren impulsar la independencia periodística, un paso ejemplarizante esencial sería reinstaurar el concurso público para la presidencia y cúpula de RTVE, como reclamamos en esta declaración un centenar de periodistas y profesores de comunicación y entidades como la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE).

Es evidente que para reforzar la democracia hay tarea de enjundia por delante. Pero tanto partidos como ciudadanos democráticos debemos abordarla ya porque estamos rodeados de cuatreros que azuzan el miedo a una falsa invasión de extranjeros y chasquean sus látigos para distraernos, engañarnos y robarnos pan, salud y libertad.

Cuando tras los balbuceos de Biden en el debate televisivo y sus lapsus ante la OTAN ya todo apuntaba a la reelección en noviembre del expresidente Trump, culpable de 34 delitos, alentador del asalto al Capitolio, va otro atentado político en el supuesto faro de democracia global y lo encumbra aun más.

El “forajido” a la vez “charlatán vendedor de crecepelos” se alza como héroe del wéstern. Y ya que el “embaucador pendenciero” de Trump es el adalid del neofascismo internacional, más allá de estar pendientes de si Biden considera contraer el covid la señal de Dios para jubilarse o de si el partido Demócrata con la presión de Obama y Pelosi fuerza su sustitución en su convención de agosto o en votación telemática a final de julio, los responsables democráticos del mundo deben espabilar en hacer la democracia útil y atractiva para la ciudadanía.