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El cine aborda en Huelva las mil realidades de la mujer iberoamericana

Fotograma de 'México 86'

Alejandro Luque

Huelva —

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La realidad de las mujeres iberoamericanas, en consonancia con la diversidad y complejidad del continente, nunca es una sola. Y el cine no quiere perderse ninguna. Así lo refleja la Sección Oficial del Festival de Huelva de Cine Iberoamericano, que en su 50ª edición también pone de manifiesto el número creciente de producciones que cuentan con protagonistas femeninas o ponen el foco sobre asuntos específicos de las mujeres. 

Es el caso de 'Sariri', de la joven directora chilena Laura Donoso Toro. Un proyecto de la Universidad de Desarrollo filmado en el desierto de Atacama, que se inspira en mitologías y tradiciones de las áreas rurales del país para hablar de la opresión sobre las mujeres. “Descubrí que en la India, las mujeres de las castas más bajas, cuando están con la menstruación o van a parir, deben abandonar sus casas y son expuestas a todo tipo de peligros”, explica la cineasta. “Me pregunté qué pasaría si eso ocurriera en Chile, donde también hay tradiciones machistas: hasta hace poco, por ejemplo, las mujeres no podían entrar en las minas, pues eran portadoras de malos augurios”. 

En un ambiente durísimo, donde no hay electricidad ni agua potable, Donoso Toro y su equipo recrearon la peripecia de dos hermanas, una que acaba de menstruar y otra que tiene un embarazo no deseado en un país en el que el aborto sigue siendo ilegal. “Las mujeres que viven allá cuentas historias súper dolorosas, hay mucha misoginia”, comenta la actriz principal, Catalina Ríos. “Nosotras quisimos plasmar una historia triste pero no volverla lastimera, incluso deslizar cierto humor, sin que perdiera su carácter reivindicativo”.

Una campaña asombrosa

Las zonas mineras son también el escenario en el que comienza la historia de 'Igualada', protagonizada por Francia Márquez, la activista que se enfrentó a las grandes corporaciones, sufrió todo tipo de presiones y amenazas y acabó siendo la primera vicepresidenta afrodescendiente de Colombia. Su director, Juan Mejía, pasó varios años siguiendo a Márquez en sus campañas, hasta acumular más de 200 horas de metraje. “La conocí en 2006, yo estaba haciendo una serie sobre el desplazamiento forzado en Colombia y ella, que tenía 18 o 19 años, era parte de la organización Proceso de Comunidades Negras. Quería hacer un documental sobre su comunidad, amenazada de desplazamiento, pero no tuve los recursos hasta 2009, cuando pude hacer un corto, La Toma, y luego en 2011 otro titulado Independencia para quién. Cuando me llamó en 2020 para decirme que iba a lanzarse a la presidencia, yo pensaba que era una locura, pero como iba en serio, le dije que había que documentar eso. Llegara a donde llegara, era algo histórico. Se resistió, pero al final me dijo: ‘No se hacen películas sobre comunidades como la mía, ni sobre mujeres como yo. Hágalo’. Y arrancamos”.

El título, 'Igualada', es un insulto clasista que recae sobre quien, viniendo de una clase inferior, pretende medirse con las élites. “Francia es una mujer negra, rural, que nace en condiciones de pobreza”, explica Mejía. “Lo que me animó fue su convicción y su valentía. Que alguien tan joven estuviera dispuesto a arriesgarlo todo –y en Colombia todo es la vida y la de los tuyos– me pareció impresionante. Además, veía que cuando ella hablaba, ella escuchaba. Incluso hombres, mineros rudos. Nunca me imaginé lo que vino después, pero ahí ya había algo muy potente. Lo lindo de su campaña es que un montón de gente que se sentía alienado de la política tradicional, harto, con Francia se permitió esperanzarse otra vez. Demostró que una política distinta era posible”. 

Eso aunque ahora, desde su cargo electo, haya topado con la política real: “En el estreno en Bogotá dijo algo que me dejó marcado: ‘Tenemos el gobierno, pero no significa que tengamos el poder. Colombia es de los pocos países de América Latina que no ha tenido gobierno de izquierdas. Hay estructuras cimentadas desde siglos que son muy difíciles de mover, y los dueños de la economía, de los medios de comunicación, son los mismos de siempre. Los ataques no paran, un montón de reformas se han quedado en el Congreso. Pero pase lo que pase, ella ya ha transformado el país, ha abierto debates sobre racismo, sobre trabajo doméstico, que jamás habían pasado. Se han devuelto tierras a los campesinos. Y las niñas pobres indígenas tienen un referente”.

Del activismo a la intimidad

Otro abordaje del activismo es el que presenta el director mexicano César Díaz en México 86, donde se narra la tumultuosa vida de una activista guatemalteca que tiene que huir de México tras luchar contra la corrupta dictadura militar de su país: una Madre Coraje dividida entre sus ideales políticos y sus instintos maternales. Y sin salir del país, Pierre Saint Martín dirige en No nos moverán a la actriz Luisa Huertas en el papel de una abogada que concibe una venganza, tras descubrir al soldado que mató a su hermano en la masacre estudiantil de 1968 en Tlatelolco.

Las mujeres y los paisajes se funden en ficciones como Manas, ópera prima de Marianna Brennand Forte ambientada en la isla de Marajó, en plena selva brasileña, es un lugar paradisiaco en la desembocadura del río Amazonas que oculta verdades incómodas; o Betânia, nombre del lugar, pero también de la matriarca que protagoniza el filme del también brasileño Marcelo Botta, una fascinante hibridación entre documental y ficción con música, canciones, gastronomía, costumbres locales y los inevitables turistas. “Además de la belleza de este patrimonio natural de la humanidad, Lençóis Maranhenses, la película Betânia exalta la fuerza de las mujeres de estos pueblos matriarcales”, afirma Botta, quien se basó en un documental que él mismo filmó tres años antes sobre Doña Maria Do Celso, una líder comunitaria muy inspiradora que vive en dicho Parque Nacional. “En un lugar tan aislado rodeado de dunas y lagunas, donde el Estado no está presente, son las mujeres, madres y abuelas quienes se hacen cargo de todo. Desde los nacimientos hasta los funerales, todo está organizado por mujeres. una mezcla de fuerza y sensibilidad típica de las mujeres de Maranhão, este hermoso estado del noreste de Brasil”.

Pero también hay espacio para la intimidad en cintas como Memorias de un cuerpo que arde, de la costarricense Antonella Sudasassi Furniss, que enfrenta a tres mujeres al tabú de la sexualidad. O en la ópera prima de la directora Mariana Wainstein, Linda, que narra las peripecias de una empleada doméstica que, gracias a su magnético poder de atracción, descubre todos los secretos y revela las fantasías eróticas más íntimas de toda una familia. Por su parte, en Agárrame fuerte, las uruguayas Ana Guevara y Leticia Jorge despliegan una historia de luminosa sororidad muy contemporánea entre jóvenes que tratan de superar el duelo de la pérdida de una de sus mejores amigas.  

“Con la película buscaba entender cómo fue para mis abuelas el proceso de entenderse mujeres y cómo fueron descubriendo y viviendo su sexualidad en las diferentes etapas de la vida”, dice Sudasassi Furniss. “Al no tener la posibilidad de conversar con mis abuelas, dialogué con distintas mujeres y de estas conversaciones nace la película. Memorias de un cuerpo que arde busca llevar ese diálogo intergeneracional más allá de la pantalla”. Wainstein, por su parte, comenta que “la idea de mi película gira en torno a la relación entre Luisa y Linda. Una es más vulnerable que la otra, Linda tiene cierta tensión constante entre sus responsabilidades de ser madre y su necesidad de explorar libremente su sexualidad. Esa belleza que posee le da un poder sobre el resto de las personas, mientras que Luisa quiere permitirse una pequeña libertad, que inmediatamente es reprimida por el sistema al que pertenece”. 

Fuego en el alma

De lo personal a lo político y viceversa, el cortometraje también quiere indagar en las complejidades del mundo iberoamericano actual. Es el caso de 'Cuando todo arde', de la argentina María Belén Poncio, que cuenta la historia de una brigadista forestal que es rechazada por sus actitudes extremas y decide hacer la guerra por su cuenta. “Los brigadistas son colectivos de vecinos que se organizan para combatir incendios intencionales que suceden en la Córdoba argentina por cuestiones de desarrollo inmobiliario. Hay un área gris en la ley que permite que, cuando un bosque está quemado, deje de estar protegido. Muchas empresas inmobiliarias generan esos incendios, y el Estado mira para otro lado”. 

“Como toda organización paralela, es algo complejo”, añade Poncio. “Mi brigadista está demasiado enojada con la situación, y ese enojo la desborda. Quisiera ser demasiado extrema, pero la brigada quiere seguir haciendo lo que hace. ¿Qué hacer con esa furia frente a la destrucción? Yo empecé sintiendo ese enojo, participé de distintas maneras en organizaciones colectivas y sé lo difícil que es ponerse de acuerdo, pero no quería mostrar una heroína, sino un personaje que tenga complejidades. Que no esté tan claro saber cuál es la mejor manera de enfrentarse a eso”.  

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