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OPINIÓN | 'Pesimismo y capitalismo', por Enric González

Garzón maléfico y lo nuclear verde

7 de enero de 2022 21:52 h

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Nosotros aquí dejándonos enfangar por Fernández Mañueco en su mezquina estrategia para retener la presidencia de Castilla León en manos del PP a costa de falsear las palabras de Alberto Garzón sobre la ganadería y mientras cada día es uno menos para parar el disparate de que Europa declare la energía nuclear y el gas ecológicos y empiece a premiar a los inversores que las respalden, agudizando así la catástrofe medioambiental.

A medianoche de la pasada Nochevieja, para que los fuegos artificiales y los petardos ensordecieran el escándalo, la Comisión Europea presidida por esa Ursula von der Leyen que ha presumido de ecologista junto a Greta Thunberg o con el pacto verde de la UE de 2019, lanzó su plan para que la energía nuclear y el gas se consideren en adelante verdes, ecológicos, no contaminantes como las energías eólica y solar. Y para que, por tanto, se concedan primas, beneficios, respaldo a los inversores que apoyen el mantenimiento y puesta en marcha de centrales de aquí a… para empezar 2045.

Claro que sí. Muy lógico todo. Así que Alberto Garzón es un loco, un loco peligroso, un loco peligroso que debería dimitir o, si no da el paso, pues le empujan a salir del gobierno de coalición PSOE-UP socialistas como el presidente aragonés Javier Lambán o hasta la ministra Portavoz Isabel Rodríguez. Todo por declarar lo que la ciencia y los objetivos del milenio de Naciones Unidas: que la ganadería extensiva es preferible a la intensiva por su sostenibilidad y las consecuencias sobre la salud humana de ingerir carne obtenida por una u otra vía. Pero mientras una altísima institución europea dicta que la solución medioambiental pasa por las centrales radioactivas y el uso de gas que, como ha explicado nítidamente aquí el consultor ambiental Carlos Bravo, está compuesto sobre todo de metano, gas de efecto invernadero 87 veces más contaminante a 20 años vista que el CO2. ¡Bravo!

España debe contar frente al pulso franco-alemán

El proyecto de la Comisión Europea empezó lleno de buena intención. La idea era hacer una clasificación –“taxonomía” la llaman ellos porque prefieren siempre ser incomprensibles para la gente– de las energías de más a menos ecológicas con el fin de dar ayudas (como la PAC agraria, pero en lo industrial) a los inversores que apoyaran los sistemas energéticos menos contaminantes. Pero con Francia y Alemania hemos topado.

De un lado, Emmanuel Macron, presidente de una Francia de hipernacionalismo desbocado con la ultraderecha de Lepen cerca de ganar y una ultra-ultra derecha emergente liderada por Éric Zemmour, anunció en noviembre que tras décadas sin hacerlo, ahora construirá de nuevo reactores nucleares y los sumará a los 45 ya activos (frente a las 5 de España y las 3 que quedan en Alemania y se cerrarán este 2022). Del otro, la Alemania del recién formado gobierno de socialistas, liberales y ecologistas va a mantener la senda ya iniciada por la conservadora Angela Merkel de cerrar las nucleares y eliminar la energía del carbón de aquí a 2030, pero apostando por el gas.

El más rápido vistazo al mapa de centrales nucleares europeas impacta por el volumen concentrado en Francia. Tan cerca de nosotros. No hace falta invocar el recuerdo de Chernobyl y Fukushima para inquietarse, basta preguntarse ¿a dónde van y cómo se custodian tantos residuos nucleares? ¿Qué garantías prevé Macron para esa red de mini-reactores que va a sumar a sus 45 centrales?

España se ha opuesto al lavado de imagen de lo nuclear que implica el plan de la Comisión como se oponen Alemania, Luxemburgo y Austria (que hasta podría ir a los tribunales). Pero dado el riesgo que corremos, no basta. Los países miembros y, al parecer, un grupo de “expertos de la Plataforma de Finanzas Sostenibles” tienen hasta el miércoles 12 de enero para presentar alegaciones a Bruselas. Luego ya el texto se podría aprobar por mayoría simple en el Europarlamento y mayoría cualificada del Consejo Europeo, o sea, por 20 países si llegan al 65% de la población.

Francia, que asumió la presidencia de turno de la UE el 1 de enero y justo ayer celebró el acto protocolario en París entre Ursula von der Leyen y el presidente Macron en plena precampaña de reelección, va a echar toda la carne en el asador. ¿Cuánto peso de Francia en el tablero global, de esa Francia que es uno de los 5 miembros permanentes del Consejo de Seguridad ONU, se debe a su poderío nuclear?

¿De dónde saca Francia el uranio para sus 45 reactores nucleares? ¿Lo da su tierra como la lavanda de Provenza y la vid de Burdeos o se lo esquilma a Níger, cuarto productor mundial tras Canadá, Australia y Kazajistán?

Paradójicamente, mientras se señala y hace bien en señalarse la dependencia de Rusia que implica la apuesta gasística alemana, ¿alguien se pregunta de dónde saca Francia el uranio para sus reactores? ¿Florece como la lavanda en la Provenza, fructifica como la vid en Burdeos… o se lo esquilma a Níger como tanta riqueza robada a los africanos que luego no se quiere que migren a Europa?

La semana que entra nos jugamos una partida decisiva para la supervivencia. Si la Comisión Europea logra hacer pasar por ecológico lo altamente contaminante justo cuando Los Verdes gobiernan en Alemania se esfumarán muchas esperanzas. Europa sería tan garante de la sostenibilidad como China faro de democracia, Rusia, líder del pacifismo y EEUU, paladín de la igualdad y los derechos humanos.

¿Será capaz España de asumir un papel clave como se espera desde el Brexit o seguiremos de segundones a escala internacional, embebidos en cutres reyertas electoralistas internas, incluso entre socios de gobierno? Mientras, eso sí, los ciudadanos, disciplinados, venga a separar en casa residuos orgánicos, de papel, vidrio y envases. ¡Y que no decaiga!

Nosotros aquí dejándonos enfangar por Fernández Mañueco en su mezquina estrategia para retener la presidencia de Castilla León en manos del PP a costa de falsear las palabras de Alberto Garzón sobre la ganadería y mientras cada día es uno menos para parar el disparate de que Europa declare la energía nuclear y el gas ecológicos y empiece a premiar a los inversores que las respalden, agudizando así la catástrofe medioambiental.

A medianoche de la pasada Nochevieja, para que los fuegos artificiales y los petardos ensordecieran el escándalo, la Comisión Europea presidida por esa Ursula von der Leyen que ha presumido de ecologista junto a Greta Thunberg o con el pacto verde de la UE de 2019, lanzó su plan para que la energía nuclear y el gas se consideren en adelante verdes, ecológicos, no contaminantes como las energías eólica y solar. Y para que, por tanto, se concedan primas, beneficios, respaldo a los inversores que apoyen el mantenimiento y puesta en marcha de centrales de aquí a… para empezar 2045.