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¿Hay crisis económica en España?
Desde el 2008 hasta nuestros días existe una frase instalada en el vocabulario de la calle: “estamos en crisis”. Pero, ¿hasta qué punto esto es cierto en el 2024? Sin duda, los datos macroeconómicos cuentan una historia muy diferente a la que vive una gran parte de la población. Por eso, desde mi punto de vista, para dar una respuesta a esta cuestión hay que mostrar los dos relatos.
Primer relato: las grandes cifras. Los periodos de crisis, si nos ceñimos a los datos desde una perspectiva estrictamente macroeconómica, se definen como aquellos con tasas de crecimiento económico negativos, y de forma más amplia, con aquellos en los que el volumen de producción es reducido. En España, los años “malos” se iniciaron claramente en el 2008, con la caída de la construcción, que nos llevó desde 2009 a 2013 a vivir la Gran Recesión. Esta finalizó cuando el Banco Central Europeo cambió su política monetaria errada, con la famosa frase de Draghi “haré lo que tenga que hacer para salvar al euro”, finalizando la especulación contra la Deuda Pública de las economías más débiles de la Unión Europea. A partir de ahí se vivió un quinquenio con tasas modestas de crecimiento. Durante esta primera crisis, y su posterior recuperación estaba al frente del gobierno José Luis Rodríguez Zapatero (PSOE; abril 2004-diciembre 2011), y posteriormente, Mariano Rajoy, (PP, diciembre 2011-junio 2018).
En los siguientes seis años, Pedro Sánchez (PSOE; junio 2018) ha tenido que capear con dos crisis. La crisis del COVID-19 supuso una caída del PIB del 10,9% en el 2020, si bien en el 2021 el PIB creció más del 6%. Estábamos recuperando, cuando en 2022, la guerra de Ucrania tuvo un impacto en los costes de producción en toda la UE inesperados, incluyendo a España. No obstante, la menor dependencia energética de nuestro país que el resto de los países europeos, el crecimiento del turismo, y la excepción ibérica en la determinación del precio de la electricidad nos ha situado en este último trienio a la cabeza en el crecimiento del PIB en el contexto de la UE.
El segundo relato es el que se fundamenta en el día a día de la mayoría de las familias españolas: existe una sensación de inseguridad económica, y por tanto de vulnerabilidad, que se fundamenta en datos reales. Vamos a describir algunos de ellos.
El Indicador de Calidad de Empleo, basado en variables no monetarias (como las jornadas laborales, las condiciones contractuales y las perspectivas de desarrollo profesional, entre otras) sitúa a España entre los países de la UE-15 con valores más bajos.
Es cierto que la tasa de desempleo se está reduciendo, y en el tercer trimestre de 2024 se situó en el 11,2%, lo que es muy buena noticia. Junto a esa cifra, el Indicador de Calidad de Empleo, elaborado por FUNCAS, basado en variables no monetarias (como las jornadas laborales, las condiciones contractuales y las perspectivas de desarrollo profesional, entre otras) sitúa a España entre los países de la UE-15 con valores más bajos. El peor posicionado es Grecia (18% por debajo de la media de la UE15) y el mejor, Finlandia (9% sobre la media). España, junto a Portugal, Italia y Francia, también aparece por debajo de la media (en torno al 10%). Esta falta de calidad del empleo se refleja en trabajos inestables, salarios bajos y sobrecualificación. Esta falta de calidad se hace extrema entre los jóvenes, inmigrantes, personas con un contrato temporal, a jornada parcial, del sector primario u ocupaciones elementales.
De hecho, el 63% de los hogares españoles tiene dificultades para llegar a fin de mes, según el índice de Solvencia Familiar de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU). El estudio recoge las dificultades de las familias para afrontar gastos comunes, como la vivienda, la salud y la educación. Todo estos elementos crean el contexto para que la pobreza infantil y juvenil en España sea del 28,9% en 2023, según las estadísticas oficiales de Eurostat, con la mayor tasa de los últimos siete años, lo que nos sitúa en un vergonzoso segundo puesto de la UE, tras Rumanía. Con el término “pobreza infantil” no nos referimos a pasar hambre sino a una carencia de acceso a recursos básicos para su desarrollo y bienestar tanto físico como mental. Esta situación no sólo acarrea efectos inmediatos en la calidad de vida de estos niños y niñas, sino que también tiene efectos a largo plazo en su salud, educación y futuro profesional.
Si a ello unimos unos servicios públicos insuficientes, podemos afirmar que la crisis económica existe en España en más de la mitad de los hogares que no llegan a final de mes, y no saben qué va a ocurrir en el mes siguiente, independientemente de lo que digan las cifras macroeconómicas.
Desde el 2008 hasta nuestros días existe una frase instalada en el vocabulario de la calle: “estamos en crisis”. Pero, ¿hasta qué punto esto es cierto en el 2024? Sin duda, los datos macroeconómicos cuentan una historia muy diferente a la que vive una gran parte de la población. Por eso, desde mi punto de vista, para dar una respuesta a esta cuestión hay que mostrar los dos relatos.
Primer relato: las grandes cifras. Los periodos de crisis, si nos ceñimos a los datos desde una perspectiva estrictamente macroeconómica, se definen como aquellos con tasas de crecimiento económico negativos, y de forma más amplia, con aquellos en los que el volumen de producción es reducido. En España, los años “malos” se iniciaron claramente en el 2008, con la caída de la construcción, que nos llevó desde 2009 a 2013 a vivir la Gran Recesión. Esta finalizó cuando el Banco Central Europeo cambió su política monetaria errada, con la famosa frase de Draghi “haré lo que tenga que hacer para salvar al euro”, finalizando la especulación contra la Deuda Pública de las economías más débiles de la Unión Europea. A partir de ahí se vivió un quinquenio con tasas modestas de crecimiento. Durante esta primera crisis, y su posterior recuperación estaba al frente del gobierno José Luis Rodríguez Zapatero (PSOE; abril 2004-diciembre 2011), y posteriormente, Mariano Rajoy, (PP, diciembre 2011-junio 2018).