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¿Está loco Trump y es solo un mentiroso o hay algo más?
El titulo de este artículo podría parecer ofensivo pero lo cierto es que en Estados Unidos hay un gran debate entre profesionales de la salud mental para tratar de probar que Donald Trump es un loco. Se han publicado muchos artículos e incluso varios libros para aportar las pruebas de esa supuesta incapacidad del presidente estadounidense. Por ejemplo este, escrito por 27 especialistas: The Dangerous Case of Donald Trump: 27 Psychiatrists and Mental Health Experts Assess a President. Pero es muy difícil pronunciarse con seriedad y rigor al respecto y mucho menos por quienes no tenemos nada que ver con la psiquiatría o psicología.
Más fácil es comprobar que Donald Trump sí es un embustero porque todas sus afirmaciones van siendo contrastadas por organizaciones y medios de comunicación. Gracias a ello sabemos que en sus primeros 497 días como presidente de Estados Unidos Trump hizo 3.251 afirmaciones completamente falsas o engañosas (The Washington Post las ha recopilado todas aquí y sus mentiras pueden seguirse al día en Fact Checker).
Sin embargo, a mí me parece que lo importante para valorar lo que está sucediendo en Estados Unidos bajo el mandato de Trump no es saber si está loco o que efectivamente es un mentiroso sino evaluar los efectos de las políticas que aplica y quiénes están beneficiando.
Si dejamos a un lado los temas que no son estrictamente económicos y los efectos de la guerra comercial a los que aludí en mi anterior artículo se pueden tomar en consideración los efectos de dos grandes políticas de Trump: la desregulación y la rebaja de impuestos.
Una de las primeras órdenes que dio Trump al llegar a la presidencia fue que las oficinas gubernamentales debían eliminar al menos dos regulaciones (normas relativas al funcionamiento de la vida económica o social) por cada nueva que se estableciera. La Oficina de Información y Asuntos Regulatorios informó que en 2017 las agencias federales emitieron 3 acciones regulatorias, 67 acciones desregulatorias y que se retiraron o demoraron un total de 1.579 regulaciones.
El Economic Policy Institute de Washington realizó una evaluación de los contenidos y efectos de esta impresionante actuación desregulatoria en el primer año de mandato de Trump y sus conclusiones son bien claras.
En materia de salud y seguridad de los trabajadores se ha revertido una regla que requería que los empleadores mantengan registros precisos de lesiones y enfermedades en el lugar de trabajo; otra que obligaba a que los trabajadores registraran electrónicamente ese tipo de accidentes; y varias que protegían a trabajadores expuestos a polvo de silicio, al berilio o a los pesticidas en el caso de los agricultores. Además, se ha debilitado la regulación de inspección del trabajo en las minas y se ha aprobado una nueva regulación que permite aumentar la velocidad de trabajo en las granjas avícolas.
En materia salarial se ha legislado para permitir que los empleadores se apropien de las propinas recibidas por los trabajadores y se ha elevado el limite salarial por debajo del cual los empleados están obligados automáticamente a realizar horas extras no retribuidas.
En materia de ahorro y retribuciones, Trump bloqueó una norma que permitía que los municipios crearan fondos de pensión para los trabajadores que no estaban cubiertos por los de sus empresas y que, por tanto, no van a poder disponer de pensiones de jubilación (unos 55 millones). Está impidiendo que se aplique una norma que trataba de evitar que el asesoramiento financiero a los clientes se oriente hacia las inversiones más favorables a los financiadores o a sus comerciales. Ha endurecido las condiciones que permiten que los desempleados accedan a ayudas o subsidios oficiales. Ha frenado una norma de Obama que obligaba a que las empresas con 100 o más empleados informaran confidencialmente sobre lo que les pagan a sus empleados por categoría de trabajo, sexo, raza y origen étnico, con el fin de disminuir la discriminación. Y se ha revocado una norma que obligada a informar de la proporción entre las retribuciones de los directivos mejor pagados y el salario medio de los empleados de las empresas.
En materia de derechos sindicales se ha anulado una norma de 1935 que obligaba a que las empresas informen de cuándo han contratado a los llamados “persuasores”, que son especialistas dedicados a descabezar la movilización de los trabajadores y las estrategias de defensa sindical de sus derechos laborales. Se ha frenado también una norma de 2014 que facilitaba la agrupación sindical y la elección de representantes sindicales para la negociación de condiciones de trabajo.
En materia de responsabilidad de los empleadores se ha revocado una norma que exigía que los contratistas federales informasen de las infracciones detectadas en los lugares de trabajo y específicamente las referidas a violaciones de las leyes laborales federales y las relativas a salario y horas, seguridad y salud, negociación colectiva, licencia médica familiar y protección de los derechos civiles.
Los efectos de la desregulación de Trump sobre los derechos laborales son evidentes y lo significativo es que ni siquiera han tenido un efecto positivo sobre la inversión o el crecimiento y mucho menos sobre el empleo, como han reconocido incluso los poco sospechosos analistas de Goldman Sachs: “el 'milagro' de las desregulación ha sido decepcionante”.
Una segunda gran intervención económica de Trump ha sido la rebaja de impuestos que igualmente prometía ventajas para todos, más inversión y más y mejor empleo. Pero esos no van a ser realmente sus resultados.
El Tax Policy Center ha comparado la distribución del ingreso en la economía de los Estados Unidos que resultará antes y después del recorte de impuestos y ha podido comprobar que la reforma de Trump aumentará la desigualdad de ingreso. El 20% más pobre de Estados Unidos se beneficiará del 1% de los recortes, el segundo 20% más pobre del 4%, el 20% más rico del 70% de los recortes y el 1% del 34%.
Según el Center on Budget and Policy Priorities, los trabajadores sólo recibirán entre el 18% y el 25% del beneficio de estos recortes. El resto irá a los propietarios del capital, teniendo además en cuenta que el 54% de éste último es propiedad del 1% más rico del los propietarios.
La rebaja de impuestos tampoco impulsará la inversión y el empleo. La mayor liquidez que tienen las grandes empresas después de la reforma fiscal de Trump la están dedicando a comprar sus propias acciones, elevando su cotización y beneficiando por tanto en mayor medida a sus mayores propietarios.
No sabemos si Trump está loco o no. Sí está comprobado que es un embustero y que trabaja para los grandes propietarios y para los super ricos de Estados Unidos. La pregunta, por tanto, es si el hecho de que la presidencia de la primera potencia mundial esté en manos de una persona como él es sólo un accidente o si refleja algo más: que el capitalismo de nuestros días es cada vez más incompatible con el debate, con la transparencia y con la búsqueda honesta de la verdad; es decir, con la democracia.
El titulo de este artículo podría parecer ofensivo pero lo cierto es que en Estados Unidos hay un gran debate entre profesionales de la salud mental para tratar de probar que Donald Trump es un loco. Se han publicado muchos artículos e incluso varios libros para aportar las pruebas de esa supuesta incapacidad del presidente estadounidense. Por ejemplo este, escrito por 27 especialistas: The Dangerous Case of Donald Trump: 27 Psychiatrists and Mental Health Experts Assess a President. Pero es muy difícil pronunciarse con seriedad y rigor al respecto y mucho menos por quienes no tenemos nada que ver con la psiquiatría o psicología.
Más fácil es comprobar que Donald Trump sí es un embustero porque todas sus afirmaciones van siendo contrastadas por organizaciones y medios de comunicación. Gracias a ello sabemos que en sus primeros 497 días como presidente de Estados Unidos Trump hizo 3.251 afirmaciones completamente falsas o engañosas (The Washington Post las ha recopilado todas aquí y sus mentiras pueden seguirse al día en Fact Checker).