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El machismo y el dilema conservador
Hace unas semanas, determinadas organizaciones machistas promovieron una serie de concentraciones públicas en más de 160 ciudades de todo el planeta para reivindicar sus propuestas y dejarse ver. Ellos, tan acostumbrados a ser sin ser y a estar sin estar gracias a su cultura, de repente sufrieron un golpe de añoranza ante la deriva de la sociedad y quisieron conocerse más allá de sus trols; aunque al final les dio un poco de pánico escénico y se retiraron de nuevo a su soledad sin ni siquiera intentarlo.
Todo ello puede parecer un ataque de sinceridad o una especie de exhibicionismo, pero en verdad forma parte de la estrategia que han adoptado las posiciones conservadoras ante los cambios sociales y la transformación de la comunicación, que ya no pasa por la voz única y grave de la tradición. Y el machismo, que es el primer elemento y núcleo del conservadurismo, no podía faltar a la cita.
La cultura es poder, no un escenario neutral donde sucede la realidad como si fuera de paso, la cultura crea esa realidad, la condiciona y le da significado. Y el machismo se hizo cultura para imponer su pensamiento único a lo largo de la historia y expresarlo a través de un lenguaje en masculino. Sin embargo, el cambio cultural que ha supuesto el feminismo y sus reivindicaciones para alcanzar la Igualdad, ha debilitado ese poder androcéntrico y ha presentado pensamientos alternativos por medio de un nuevo lenguaje participativo y abierto, algo que desorienta a las posiciones tradicionales y levanta su firme rechazo.
Ante esta nueva realidad, el machismo ha reaccionado de forma decidida para tratar de detener el avance de la Igualdad y, en cierto modo, para recuperar el espacio perdido a lo largo de estos últimos años, no tanto en sus aspectos formales (tiempos, espacios y funciones para hombres y mujeres), como en las referencias de poder para volver a ser la única influencia y condición de la realidad.
“Propaganda de sus ideas”
La toma de conciencia de la irrupción de nuevas propuestas ajenas a las referencias de la cultura patriarcal ha llevado a lo que en otros ámbitos de la comunicación se denominó “dilema del dictador”, y que posteriormente Briggs amplió bajo la idea del “dilema conservador”. Este dilema representa la duda ante la respuesta frente a la toma de conciencia de que el discurso único del poder ya no es tal, y que ahora existen diferentes planteamientos entre la sociedad.
En la actualidad, la presencia permanente del debate entre el machismo, defendiendo las posiciones tradicionales de la cultura patriarcal, y el feminismo y las propuestas para la Igualdad, ha llevado a poner en marcha una estrategia dirigida a debilitar la alternativa al modelo tradicional. Esta iniciativa no es muy diferente a lo que los Estados han hecho ante el “dilema conservador”, por un lado jugar con la censura y por otro con la propaganda, pero en el caso del machismo se ha dado un paso más para aunar ambos objetivos en una misma acción. Es lo que hace el posmachismo al integrar ese doble componente en su comunicación: Por una parte consigue la “censura” mediante el ataque y el desprestigio de las fuentes que proponen las alternativas; y por otra, la propaganda por medio de la manipulación. Un ejemplo de esta estrategia se produce cuando se habla de Igualdad o de medidas para erradicar la violencia de género, en estas situaciones el posmachismo actúa contra las fuentes (censura) llamándolas “feminazis”, “manginas”, “caza-subvenciones”… y luego introduce la manipulación con datos falsos y descontextualizados para hacer propaganda de sus ideas, como ocurre al hablar de “denuncias falsas”.
Pero todo ello, que vino a conformar y a confiar a los grupos posmachistas al principio, es insuficiente en las actuales circunstancias. Y es de lo que se han dado cuenta, de ahí el cambio en sus acciones.
Malcom Gladwell en un artículo publicado en The New Yorker (2010) habló de “slacktivism” para referirse a la debilidad de las iniciativas realizadas a través de las redes sociales, e insistió en que las redes virtuales no pueden reemplazar las acciones en el mundo real. Las iniciativas en Internet deben servir para coordinar las acciones, en ningún caso para sustituirlas.
El amparo de las redes sociales
El machismo se ha dado cuenta de esta situación, y mientras que unos avivan la hoguera a través de las redes sociales, otros toman las antorchas para acercar la llama a determinados espacios donde prender sus ideas para alumbrar y dar calor a la realidad. Es lo que ha ocurrido con Ciudadanos y sus propuestas electorales, lo que realizan por todos los lugares para que se aprueban mociones en ayuntamientos y comunidades a favor de la custodia compartida impuesta, y lo que el otro día intentaron con las manifestaciones machistas en lugares públicos: pasar de la palabra a la acción y de la ausencia a la presencia.
El machismo que no necesita nada para tenerlo todo, ahora empieza a hacer algo para intentar ser alguien y, como vemos, lo hace por medio de iniciativas puntuales al amparo de las redes sociales. Pero todo esto ocurre sin que renunciar a la violencia de siempre, al abuso ya la discriminación de cada día.
No hay inocencia en la casualidad. Lo que sucede no es un accidente, obedece a una estrategia de reconquista del machismo, y su primer objetivo es recuperar el dominio de la información y el lenguaje, de ahí la insistencia posmachista en busca de la confusión.
Es parte del “dilema conservador”, y el machismo es doblemente conservador, pues quiere conservar el poder a cualquier precio, y quiere que el poder lo conserve a él como referencia e inspiración para el resto de la sociedad. Por eso el machismo se debate entre “más desigualdad” y “mucha más desigualdad”. Ese es su único dilema.
Hace unas semanas, determinadas organizaciones machistas promovieron una serie de concentraciones públicas en más de 160 ciudades de todo el planeta para reivindicar sus propuestas y dejarse ver. Ellos, tan acostumbrados a ser sin ser y a estar sin estar gracias a su cultura, de repente sufrieron un golpe de añoranza ante la deriva de la sociedad y quisieron conocerse más allá de sus trols; aunque al final les dio un poco de pánico escénico y se retiraron de nuevo a su soledad sin ni siquiera intentarlo.
Todo ello puede parecer un ataque de sinceridad o una especie de exhibicionismo, pero en verdad forma parte de la estrategia que han adoptado las posiciones conservadoras ante los cambios sociales y la transformación de la comunicación, que ya no pasa por la voz única y grave de la tradición. Y el machismo, que es el primer elemento y núcleo del conservadurismo, no podía faltar a la cita.