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Nosotras, la mitad abusada, sin Picassas, ni Machadas
Hoy, 25 de noviembre, se conmemora el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres. En España lo primero a subrayar es que este 2023 que aún no ha acabado, ya hay 52 asesinadas por criminales machistas, dos más de las liquidadas en todo el 2022 que ya eran muchísimas. ¿Calibramos la dimensión?
Quienes tenemos una edad recordamos el terrible sufrimiento que nos supusieron los 42 años de terrorismo de ETA con sus 850 asesinatos. Pues bien, desde que en 2003 se inicia el recuento de asesinadas por sus parejas machistas, van 1.237 mujeres muertas. Es decir, que en la mitad de tiempo, en 20 años, el terrorismo machista ha matado a 400 personas más que ETA. Una asesinada cada seis días.
El 25N no puede quedar reducido a una etiqueta bienqueda en que nos damos vacíos golpes de pecho mientras los feminicidios no cesan, mientras en España 82.000 mujeres necesitan protección policial, y se denuncian ocho violaciones diarias como remarca Amnistía Internacional con datos del Ministerio del Interior. Tenemos que conjurarnos como sociedad para acabar con este terrorismo.
Superar todo problema requiere atender a las causas. Y el origen de la violencia contra las mujeres está claro: la pervivencia de la idea, en pleno siglo XXI, de que las mujeres, nosotras, la mitad del mundo, somos inferiores a los hombres. Aquí pocos se atreven a decírnoslo a la cara, pero nos lo hacen sentir con descaro cuando prefieren contratar a hombres por si nos quedamos embarazadas, cuando nos pagan menos que a compañeros, cuando el sistema nos obliga a dejar la profesión o a cogernos media jornada y así ganar menos y tener luego pensiones más bajas, con tal de que cuidemos de hijos, padres, dependientes, de la casa. Lo doméstico y los cuidados nos cae a las mujeres, por serlo, queramos o no queramos.
Esta tela de araña de la discriminación y el abuso que a todas nos atrapa es por supuesto más densa y opresiva para las compañeras más vulnerables, con menos recursos, menos estudios, de clases sociales más bajas, inmigrantes, o residentes en el expoliado sur global. Y llega a ser mortal para las que, en la base o cima de la pirámide social, sufren a terroristas machistas.
Oleada fascista: peligro de involución
Mientras crecen los asesinatos machistas con la onda expansiva de otras vidas destruidas como las de los huérfanos, padres, familiares y amistades de la fallecida, mientras se suceden tantos espeluznantes casos de violaciones incluso grupales, crece paradójicamente, a lomos del discurso anti inmigrantes, la oleada fascista que viene también a por nosotras, que no solo no quiere que avancemos, sino que desea hacernos retroceder.
Así, en España, el discurso negacionista de Vox, con la fuerza de formar parte de gobiernos autonómicos y municipales, de presidir parlamentos regionales gracias al apoyo del PP, niega que las mujeres suframos discriminación, acosos, abusos sexuales, violencias verbales, psicológicas y físicas y hasta asesinatos machistas. Dice que estos horrores son “inventos de la ideología de género”. Dándole la vuelta a la tortilla demonizan al feminismo liberador.
Es algo peligrosísimo para nosotras y nuestras hijas porque perpetúa y agrava la situación. Pero están embaucando a la juventud. De 2019 a hoy se ha duplicado la cantidad de chicos y chicas que creen que la violencia de género es mentira y 1 de cada 5 varones de 16 a 21 años piensa que insultar, obligar a tener sexo o golpear a su pareja no es maltrato.
Mientras crecen los asesinatos machistas aumenta el negacionismo fascista. Hoy el doble de jóvenes que en 2019 cree que la violencia de género es un invento y 1 de cada 5 piensa que insultar, obligar a tener sexo o golpear a la pareja no es maltrato.
Hemos visto a no pocos chavales y chavalas reivindicar el franquismo en los tumultos organizados con la excusa de la amnistía sin recordar, si alguna vez se les ha enseñado, que en la dictadura de Franco las mujeres para subsistir tenían que casarse y ser madres de los hijos “que Dios mandase”, no había derecho al divorcio, ni al aborto, la infidelidad femenina era delito de adulterio penado con cárcel, no podían viajar solas, ni tener cuenta bancaria, ni estudiar, ni tener profesión. Les imponían obedecer y callar.
Aún en la España que lleva 44 años siendo democrática sufrimos, con los feminicidios, una brecha salarial del 23% que al ritmo actual tardaría 132 años en llegar a la paridad, aún hoy frente al millón de parados hay un millón seiscientas mil desempleadas, ¿qué pasará si nosotras no impedimos o incluso muchas votan que el fascismo machista nos determine la vida?
Ojo que el círculo opresor se cierra a nuestro alrededor: acaban de ganar Milei en Argentina, Wilders en Países Bajos, uniéndose a Meloni en Italia, Orbán en Hungría y las encuestas, sea para reflejar la realidad o para influir en ella, dan grandes expectativas a la ultraderecha en Austria, Bélgica y Francia lo que podría impulsar al fascismo en las elecciones europeas de junio 2024. Y en noviembre vendrá el cara a cara en EEUU entre Biden y Trump, líder del neofascismo global.
Respuesta sociocultural feminista
¿Qué os parece este texto?: “Aislemos a la víctima: una persona aislada es débil. Al aislar lentamente a las víctimas las hacemos más vulnerables a nuestra influencia. Saquémoslas de su entorno normal, amigos, familia, hogar. Logremos que se sientan al margen de todo, en el limbo: están dejando un mundo atrás para entrar en otro. Una vez solas, carecen de apoyo externo y en su confusión se dejan conducir fácilmente. Atraigamos a las personas seducidas a nuestra guarida, donde nada les resulta familiar”.
¿Creéis que está sacado de uno de esos tóxicos grupos de WhatsApp que acabamos de descubrir que intentan lavarle el cerebro a nuestros jóvenes? Pues no, se trata de un bien editado manual de enamoramiento de un autor de 'bestsellers' estadounidense al que no quiero hacer propaganda, que de 2001 a hoy triunfa en librerías.
Mientras tanto, en la gala de los Premios Grammy Latinos celebrada en Sevilla, la primera fuera de EEUU, el admirado actor Antonio Banderas, para alabar el talento históricamente surgido de Andalucía, la llamó “la tierra de Federico García Lorca, de Machado, de Velázquez, de Pablo Picasso, de Falla, de Turina... de nuestro querido Paco de Lucía”… como si no hubiera ni una andaluza que salvar del olvido, desde la poeta Wallada bint-al Mustakfi, a la escultora La Roldana, de la heroína libertaria Mariana Pineda, a la filósofa María Zambrano, de la política de la República Victoria Kent, a escritoras como Carmen de Burgos, pintoras como Carmen Laffón o cantantes, siendo una gala musical, como Lola Flores o Rocío Jurado.
Seguro que fue un olvido inconsciente y si ahora lo piensa le pesa. A nosotras sí nos choca al instante porque somos quienes sufrimos el ninguneo histórico y presente, quienes partimos siempre de cero, teniendo que hacer frente a mil y un obstáculos y necesitadas de esas pioneras, referentes, cuyos nombres nos hurtan los libros de texto.
Por supuesto que días como este 25N y las campañas de concienciación son necesarios para plantar cara al machismo, pero el definitivo #SeAcabó pasa por decisiones políticas que cambien el sistema económico y productivo que funciona basándose en el abuso de las mujeres.
Hoy, 25 de noviembre, se conmemora el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres. En España lo primero a subrayar es que este 2023 que aún no ha acabado, ya hay 52 asesinadas por criminales machistas, dos más de las liquidadas en todo el 2022 que ya eran muchísimas. ¿Calibramos la dimensión?
Quienes tenemos una edad recordamos el terrible sufrimiento que nos supusieron los 42 años de terrorismo de ETA con sus 850 asesinatos. Pues bien, desde que en 2003 se inicia el recuento de asesinadas por sus parejas machistas, van 1.237 mujeres muertas. Es decir, que en la mitad de tiempo, en 20 años, el terrorismo machista ha matado a 400 personas más que ETA. Una asesinada cada seis días.