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Mis nueve rancio insultos preferidos. Que no se pierdan

Rancio

El andaluz tiene muchas virtudes: la creatividad, la alegría, el ritmo, la generosidad, pero ninguna puede compararse con la maestría que tenemos en el noble arte del insulto.

Un “troll” es un “sieso” con Twitter; mientras otros utilizan “hater”, nosotros decimos “malaje”; cuando hay quien intenta insultar diciendo “retarded”, nosotros soltamos “jilón”.

Os propongo un viaje por los insultos más deliciosos y rancios que sobreviven como mágicos anacronismos. No los perdamos. Insultémonos.

1. Papafrita: Suele utilizarse para referirse a alguien que tiene muchas tonterías. Por supuesto, tiene un tono cariñoso y en parte paternalista. Se dice con un poquito de superioridad moral. En mi caso, mi abuelo Pepe no paraba de decírmelo los veranos que echaba una mano en su imprenta: “Ven para acá, papafrita, ¿cómo pones los pliegos así?”.

2. Pinfloi: Me encantaría contarle a los ingleses de Pink Floid que, con un origen extraño, aquí se usa una variación del nombre de su grupo para menospreciar. Como digo el origen es borroso, pero parece que comenzó utilizándose como sinónimo de “flipado”, según algunos por toda la parafernalia que llevaba el grupo.

3. Babieca: Era el caballo del Cid Campeador, pero parece que el hecho de utilizarla como insulto no tiene nada que ver con él. Según la RAE, “babieca” es “una persona floja o boba”, y parece que la palabra viene de “baba”. A mí, como a vosotros, me gusta más pensar que el caballo del Cid tenía una torrija espectacular, de hecho, se murió El Cid y él siguió galopando como si nada.

4. Julay: Viene a ser un pardillo, alguien inocentón. Tiene toda la pinta de ser una forma apocopada de “Julandrón” que está recogido en la RAE como “hombre homosexual”. También se ha derivado a “Culandrón” y de ahí a “Culandra”. La verdad es que es una pena, pero la discriminación a los homosexuales muchas veces ha convertido las palabras que los designaban en insultos.

5. Carajaula-Carapapa: Son dos de mis rancio insultos preferidos. Tienen un punto también de cariño y por supuesto de superioridad moral. Son muy apropiados si se lo quieres decir a un hijo pequeño. Por ejemplo, tu hijo juega a ayudarte a ordenar la cocina y mete los cubiertos en el frigorífico, pues tú le puedes decir “Vamos a ver, carapapa…”

6. Chufla: Es otra maravilla. Este no lleva nada de cariño, si acaso un pelín de envidia. Es un insulto que puedes usar perfectamente para alguien que juegue bien al fútbol, que te haya quitado la novia, o que sea más guapo que tú. Parece que es una variación de “Cuchufleta” que es “un dicho gracioso”, una chiste, vamos. Un ejemplo: “¿El 10 de ellos? Sí, sí, es bueno, pero el nota es un chufla”

7. Caricato: Es alguien que se pasa de gracioso, viene a ser un “pesado”, un “jibia” o un “jartible” pero aplicado a intentar hacer gracia y no tener mucho éxito. El origen es que es muy curioso porque es un insulto muy culto: un “caricato” es un tipo de personaje de las óperas bufas.

8. Charló: “Ese es un charló” también es un insulto muy eficaz porque es fácil que se te llene la boca a decirlo, que es lo que está guay de todos estos insultos. Si dices “mongolo” bien, pasa algo parecido, pero es más difícil decirlo con arte. “Charló” es muy sencillo saber decirlo bien.

Personalmente, creo que viene del cómico “Charlot”. Es una pena, pero a los que hacen reír no se les suele valorar mucho. Creo que la palabra se usó como insulto de la misma manera que se usa “Payaso” y de ahí derivó en “Charló”. Qué pena insultar con una profesión que trata de hacer reír.

9. Vaina (Se acabó la duda, es con V): También lo recoge la RAE, dice que es una “persona poco seria y responsable”. A mí este me gusta mucho por su sonoridad y por un juego polisémico. Como también significa “cáscara tierna y larga en que están encerradas las semillas de alguna plantas”, hay un dicho que me encanta que es “Niño, eres como las habas, mientras más grande más vaina”.

Estos son mis nueve preferidos, pero hay muchos más: babucha, jilón, malaje, lacio, paná, saborío, mamela, majareta, morcillón… y sobre todo, la partícula “so” delante, que añade sonoridad y, según la entonación, puede ir cargada de amenaza o humor.

Si se ha quedado alguno en el tintero, ¡ponedlos en comentarios, so siesos!

El andaluz tiene muchas virtudes: la creatividad, la alegría, el ritmo, la generosidad, pero ninguna puede compararse con la maestría que tenemos en el noble arte del insulto.

Un “troll” es un “sieso” con Twitter; mientras otros utilizan “hater”, nosotros decimos “malaje”; cuando hay quien intenta insultar diciendo “retarded”, nosotros soltamos “jilón”.