Como en el resto de las modalidades del idioma, muchas voces del español general, ya modificadas en su componente formal o significante, ya intactas, han terminado por desarrollar en Canarias acepciones inéditas, que se estiran a veces hasta extremos inverosímiles y que han contribuido a enriquecer el idioma de todos en mayor o menor medida. Es lo que ocurre en el caso de la voz cáncamo, que presenta entre los canarios dos significados radicalmente distintos: el significado de ‘alcayata, escarpia’, mera extensión semántica del marinerismo general cáncamo (del griego gángamon ‘red’, influido por cáncamo ‘resina o goma de un árbol de oriente’) ‘cabilla de hierro en forma de armella, clavada en la cubierta o costado del buque, para enganchar motones, amarras cabos, etc.’, y el significado de ‘piojo, insecto hemíptero’, que procede del español general cáncano (de origen incierto) ‘ídem’, con disimilación de la segunda consonante nasal, tal vez por influencia formal del cáncamo considerado en primer lugar, y que es el que, de los dos significados citados, mayor desarrollo semántico ha alcanzado a lo largo de la historia de nuestra modalidad lingüística. Por una parte, ha desarrollado el sentido metafórico de ‘persona o animal que representa una carga pesada para quien lo cuida o soporta’, como dice la Academia Canaria de la Lengua en el Diccionario básico de canarismos, por comparación con esos parásitos chupadores de sangre tan difíciles de erradicar que son los piojos, tan temidos especialmente por las madres de los niños, no sólo por el problema de salud que suponen, sino también por el descrédito social que implican. En este sentido se emplea nuestra voz en frases como “Tuvo que hacerse cargo del cáncamo de su suegro” o “Menudo cáncamo le tocó como marido. No da golpe”. A partir de este valor metafórico, desarrolla el cáncamo que nos ocupa al menos cuatro sentidos secundarios nuevos, por desplazamiento metonímico: el sentido de ‘persona o animal decrépito’, en casos como “De las cabras, no me quedan más que cuatro cáncamos, que no he podido vender”; el sentido de ‘persona inepta, que hace mal cuanto se le encomienda’, en casos como “Entre los diputados, hay mucho cáncamo”; el sentido de ‘persona poca agraciada’, en casos como “Se las da de guapo, pero es un cáncamo”; y el sentido de ‘fraude’, en casos como “Menudo cáncamo le metieron en ese restaurante”, que son aspectos que suelen acompañar habitualmente a todos los cáncamos o parásitos del mundo, sean estos humanos o no. Y, por otra, ha desarrollado el canarismo que nos ocupa la expresión hecha Matar un cáncamo (es decir, ‘matar un piojo’), que se entiende siempre en el sentido metafórico de ‘obtener una ganancia extra o propina’, por alusión al hecho de la recompensa que se obtiene por la eliminación de los piojos o parásitos que tanto suelen afectar a las personas de higiene poco esmerada; es decir, por despiojar. Independizándose de esta expresión fraseológica, pasa nuestra voz a entenderse en el sentido general de ‘propina o ganancia inesperada’, que es el que presenta en la frase “Gracias a los cancamitos, vamos escapando los camareros de este bar, porque el sueldo que nos paga el patrón es bastante ratiño”. Por último, a partir de esta acepción, pasó a entenderse la voz que nos ocupa, por desplazamiento metonímico, en el sentido de ‘obra o trabajo poco importante que le surge esporádicamente a un profesional, al margen de su actividad regular’, como dice la citada Academia Canaria de la Lengua, trabajo que le proporciona una ganancia inesperada o propina que sirve de complemento a sus ingresos habituales. “Si no fuera por los cancamitos que me salen de vez en cuando, no podría llevar a fin de mes”, dicen los trabajadores canarios con sueldos precarios, que son la mayoría de ellos. De ahí que se haya convertido el cáncamo en una institución imprescindible en el mundo laboral de las Islas. Imposible sería vivir en ellas sin los cáncamos que salen de cuando en cuando, a veces sin esperarlos, aunque muchos de ellos rocen la economía sumergida. Nunca matar un piojo ha resultado tan rentable para la economía familiar de los desheredados de la fortuna.