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La Plaza de España está a la venta

9 de marzo de 2024 21:59 h

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Una mañana tuve que ir a hacer unas gestiones administrativas a las dependencias de un Ministerio que están en la Plaza de España. Tenía algo de prisa y tuve la suerte de encontrar aparcamiento en la parte posterior del edificio. Cuando accedí por las escaleras traseras, iba pensando en el día tan ajetreado que tenía. Sin embargo, conforme ascendía por los escalones comencé a escuchar una guitarra, y no es un tópico porque los artistas que están en los espacios públicos regalan su arte, y después llegó la luz de la Plaza.

Es difícil explicar lo que sentí al recibir este regalo inesperado. He ido a la Plaza de España en incontables ocasiones, con amigos, paseos con mi familia, el final de manifestaciones, conciertos, entre otras razones. Sin embargo, quizás porque no iba a verla expresamente, este encuentro con ella fue tan especial.

De igual forma, hace unos días, ella también ha tenido un encuentro inesperado, en su caso con el mercado. Este ha sido propiciado por el alcalde de Sevilla con argumentos que indican que es por su “bien”.

Me parece contradictorio que el cobro se justifique para controlar el número de visitas y a la vez no sea disuasorio

La ciudad recibe cerca de 4 millones de turistas al año, según el Observatorio de Turismo de Sevilla, y teniendo en cuenta que es el monumento más visitado después de la Catedral, y por delante de los Alcázares, sin duda, la gestión del número de visitantes supone una serie de inconvenientes. Si ese es el problema, una posible solución es la aplicación de un precio, y como no es “disuasorio” (según José Luis Sanz), serviría para su conservación. Ahora bien, me parece contradictorio que se justifique para controlar el número de visitas y a la vez no sea disuasorio.

El establecimiento de un precio modifica los colectivos que acceden al bien y también los usos que se le da. Así, la exigencia de un pago reduce las visitas de las personas con menos renta y excluye de su disfrute a las personas no nacidas en la provincia de Sevilla, y no empadronados porque vivimos en el área metropolitana, aunque nuestra vida esté vinculada a Sevilla. Además, el precio modifica la propia naturaleza y cómo se usa la Plaza de España.

Aníbal González la concibió como una enorme plaza homenaje a la Hispanidad y, como tal, un espacio público, es decir, un lugar de diversidad de actividades, de encuentro y de disfrute para todos. El hecho de que sea un reclamo turístico no modifica su esencia, hasta la fecha. La aplicación de un precio la convierte en un producto de consumo privativo para el que paga, y para el que quiere o puede esperar una cola, ya no sería la Plaza de España.

Cuando se realiza un pago de un euro del IBI no sé exactamente si sirve para pagarle el sueldo al alcalde o el alumbrado

El segundo argumento esgrimido es que se necesitan fondos porque el IBI –o la contribución como decían mis abuelos– pagado por la ciudadanía sevillana no es suficiente para su mantenimiento. Esta afirmación requiere alguna matización. La primera de ellas es que el IBI supone el 17,6 por ciento de los casi 1.000 millones de euros de ingresos que gestiona el Ayuntamiento, donde casi la mitad de estos ingresos son transferencias de otras administraciones públicas. La segunda es que los impuestos cumplen el principio de no afectación.

Eso significa que los impuestos van a una bolsa común para financiar todos los gastos de la administración pública, sin que exista una asignación determinada a una partida concreta. Es decir, cuando se realiza un pago de un euro del IBI no sé exactamente si sirve para pagarle el sueldo al alcalde o el alumbrado.

Ahora bien, posiblemente el alcalde lanzó esa afirmación para indicar que existe una falta de recursos para financiar el coste que supone darles servicios a los millones de turistas que llegan a la ciudad. Estoy totalmente de acuerdo, pero el gasto extra que supone el mantenimiento de la Plaza de España por el número de visitas se inserta en un problema más amplio.

Los servicios recibidos por el turista deberían ser pagados por él y de forma conjunta por el sector turístico

¿Quién debe pagar por los servicios locales que el turista recibe, entre ellos la visita a la Plaza de España? La respuesta es obvia, los servicios recibidos por el turista deberían ser pagados por él y de forma conjunta por el sector turístico, que es quien se beneficia de forma directa de su llegada. Una fórmula muy sencilla para conseguir este objetivo es la tasa turística que se aplica en otras ciudades como Florencia, Barcelona o Edimburgo. En este sentido, la tasa es una aplicación de la lógica del mercado, pagas por lo que recibes, pero no por la visita a una plaza pública, sino por todos los servicios que el turista y el sector turístico disfrutan.

El tercer argumento para limitar la entrada son los comportamientos vandálicos en la Plaza de España, que se solucionan con más vigilancia, actividad por cierto, considerada servicio esencial y por la que legalmente no se puede cobrar. Espero que este encuentro inesperado de la Plaza de España con el mercado abra el debate sobre cuestiones más amplias, sin duda alguna. La primera de ellas es la convivencia entre el turismo y otras formas de vivir la ciudad de Sevilla, la segunda es la insuficiencia de ingresos de las administraciones locales, y la tercera, cuáles son los límites del mercado, pero esto será otro día….

Una mañana tuve que ir a hacer unas gestiones administrativas a las dependencias de un Ministerio que están en la Plaza de España. Tenía algo de prisa y tuve la suerte de encontrar aparcamiento en la parte posterior del edificio. Cuando accedí por las escaleras traseras, iba pensando en el día tan ajetreado que tenía. Sin embargo, conforme ascendía por los escalones comencé a escuchar una guitarra, y no es un tópico porque los artistas que están en los espacios públicos regalan su arte, y después llegó la luz de la Plaza.

Es difícil explicar lo que sentí al recibir este regalo inesperado. He ido a la Plaza de España en incontables ocasiones, con amigos, paseos con mi familia, el final de manifestaciones, conciertos, entre otras razones. Sin embargo, quizás porque no iba a verla expresamente, este encuentro con ella fue tan especial.