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¿Hacemos un puente África-Europa en el Estrecho de Gibraltar?

Vista desde el mirador de Tarifa (Cádiz) del Estrecho de Gibraltar, con África al fondo.

María Iglesias

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Escribí mi artículo anterior sobre el creciente movimiento de rebelión de África frente al neocolonialismo europeo y hace dos días una nueva insurrección en Gabón acaba con el dominio antidemocrático de la familia Bongo durante los 57 años desde la independencia.

Me preguntaba en aquella columna cómo los 27 estados UE que se rasgan las vestiduras ante el derrocamiento de falsas democracias (Níger en este 2023, Burkina Faso en 2022, Guinea Conakry en 2021 y Mali en 2020) callan ante la represión que ejerce Macky Sall, presidente de la democracia que venía siendo Senegal, contra el líder opositor Ousmane Sonko y su partido PASTEF a quienes ha encarcelado y disuelto para evitar perder en las presidenciales de febrero de 2024. Y lo ha hecho con falsas acusaciones de corrupción de la juventud que el ex director general de Amnistía Internacional, el senegalés Pierre Sané, compara con las excusas para ejecutar a Sócrates en la Grecia clásica. Ousmane Sonko lleva un mes en huelga de hambre, al borde de la muerte, como denuncia la abogada portavoz de su equipo legal, Me Ndeye Anta Mbaye, y aquí en España ni una palabra.

Peor aún, cuando 168 senegaleses, cercados por la involución de un país donde la riqueza (gas, petróleo, pesca...) se reparte entre multinacionales occidentales y la gente de Macky Sall, se lanzan en cayuco a Canarias, la Guardia Civil, por orden del gobierno que los progresistas hemos votado para seguir adelante los devuelve, a punta de arma de fuego, incluso con disparos para amedrentarlos, al Senegal del que han escapado.

Todo mientras los ministros de Exteriores de la Unión Europea, con el responsable de la diplomacia común, Josep Borrell, a la cabeza, dirimen en Toledo qué castigos imponer a los africanos alzados, hasta si impulsan una guerra que declare la CEDEAO (Comunidad Económica de Estados del África Occidental), pese a que los insurrectos tienen el apoyo de sus pueblos hartos del agravamiento del yihadismo en la zona desde que los ejércitos de la UE aterrizaron con el supuesto fin de erradicarlo.

El tiempo del apartheid europeo blanco que impide salir de África a los negros africanos se ha acabado. Solo sigue adelante como un zombie a punto de desplomarse.

Prohibir viajar a africanos, #SeAcabó

Nuestros políticos y nosotros mismos haremos bien en entender algo: el tiempo del apartheid europeo blanco que impide salir de África a los negros africanos se ha acabado.

Pensaréis que deliro pues estos mismos días la criminal política que impide venir a Europa a los marroquíes como al resto de africanos mientras cualquier español, el presidente Sánchez incluido, podemos visitar Marrakech o cualquier lugar de África, ha regurgitado náufragos y cadáveres entre bañistas en Fuengirola (Málaga) o Conil (Cádiz).

Pero también mueren asesinadas las víctimas de feminicidios y la era del machismo criminal tiene los días contados. Racismo y machismo son zombies que aún caminan, capaces de hacer mucho daño, pero a punto de desplomarse derrotados. Es así porque los africanos, los negros, en África y la diáspora, no van a tolerar más el supremacismo blanco, como las mujeres del mundo estamos acabando con el supremacismo patriarcal.

Dentro de nada, mucho antes de que lo asimilen los mandamases que tanto tardan en asumir los cambios sociales imparables, no entrará en cabeza humana que un africano, por africano y negro, tenga que pagar más dinero por subir a una patera suicida que cualquier blanco europeo por costearse los vuelos y desplazamientos entre todas las ciudades, safaris y playas africanas en la aventura viajera de su vida.

¿Construiremos un puente Europa-África?

En el “tiempo-umbral” que habitamos este mismo diario anunció el pasado jueves que el gobierno de España ve cada vez “más cerca” realizar “una de las mayores y más espectaculares infraestructuras en el mundo”: la unión de Europa y África por el Estrecho de Gibraltar. La noticia no es nueva, ya en octubre de 2022 se habló de “reactivación” de un proyecto que nació con la democracia (firmado por Suárez y el rey Juan Carlos tres días después del 23F de 1981), que no es ningún secreto, lleva gastados más de 50 millones de euros, y que en esta España tan de debatirlo todo, pasa asombrosamente inadvertido.

Es alucinante que mientras levantamos todo tipo de vallas para impedir a magrebíes y subsaharianos salir de África llevemos 40 años gastando millones en proyectar un puente o túnel entre Marruecos y España. Y más aún que un proyecto así pase desapercibido.

Para mí es inconcebible que resulte invisible, marciano que mientras levantamos todo tipo de vallas físicas y legales para impedir a los morenos magrebíes y a los negros subsaharianos salir del África que hemos convertido en su jaula llevemos 40 años proyectando –desde una sede en Madrid, con su personal y salarios– una obra para unir África y Europa. Me alucina tanto que he dedicado mis últimos años a escribir una novela, Horizonte, que justo se publica este mes, inspirada en los datos reales, sobre qué pasará si la nueva juventud africana abandera el proyecto de un puente África-Europa, pero vinculándolo a la conquista de sus derechos.

Os sonará quizá a ciencia ficción, pero podéis ver cuán real es con solo echar un vistazo al artículo sobre el tema recién publicado en la revista Awraq, que edita Casa Árabe, escrito por el presidente ejecutivo del organismo estatal que lleva el proyecto, la Secegsa (Sociedad Española de Estudios para la Comunicación Fija a través del Estrecho de Gibraltar), José Luis Goberna, quien, cosa curiosa al tratarse de una infraestructura civil, del Ministerio de Transportes, es general de División del Ejército de Tierra.

Escribe el general: “Una vez construido, el enlace fijo actuaría no solo como integrador físico de las infraestructuras al norte y al sur del Estrecho, sino también como catalizador de un mayor desarrollo en ambas orillas”. Y yo me pregunto: ¿Ese desarrollo beneficiaría a marroquíes y africanos o, como hasta ahora, solo a sus élites que son socias de Europa en el expolio de África? ¿Dejaremos cruzar ese túnel –hoy más probable que un puente– a las gentes de la otra orilla o será unidireccional? ¿Alguien imagina que en el Eurotúnel del Canal de la Mancha solo pudieran viajar los franceses pero no los británicos?

Apelo a que la equidad y reciprocidad en nuestra relación con África, tema tan clave para nuestras vidas como el desafío medioambiental se aborde ya por nuestros representantes públicos con responsabilidad. Insto a Sumar (y todos sus integrantes), ERC, Bildu… a que entre sus exigencias negociadoras al PSOE para reeditar el gobierno de progreso apuesten, como también las corrientes más progresistas socialistas, por una política de vanguardia en las relaciones Norte-Sur. Una que deje de reclamar los cereales ucranianos inmovilizados por Rusia en el mar Negro para la pobrecita África cuando lo cierto es que el 40% de esos cereales iban a las vacas y cerdos de Europa y China y solo un 2,5% a la gente africana.

Los derechos humanos son indivisibles. O se defiende de veras que toda persona es igual al resto en dignidad y derechos o la hipocresía alimenta al fascismo que devora nuestra convivencia democrática. La justicia universal no es ningún idealismo vacuo sino un acto de interés pragmático para salvaguardar nuestras condiciones de vida.

Un nuevo orden multipolar está en marcha. No solo por impulso de los BRICS que acaban de celebrar cumbre en Sudáfrica, sino porque la pujante juventud africana, que no tiene por modelo ni aspiración la vida de Rusia o China, se ha plantado y África es un continente de 1.200 millones de habitantes, con una media de edad de 18 años, en 55 países ricos en recursos, con campesinado, pero también universitarios, profesionales liberales, intelectuales y mujeres y hombres políticos. Además los negros, africanos y de todo el mundo, comparten un inspirador legado de sufrimiento del racismo y lucha antirracista.

Ya en 1969, un año después del asesinato de Martin Luther King y cuatro del del Malcolm X, la afroamericana Maya Angelou dejó escrito en su novela autobiográfica Yo sé por qué canta el pájaro enjaulado: “Mi graduación estaba acabada para mí antes de que pronunciaran mi nombre. Los logros no eran nada (…) El señor Edward Donleavy (representante estatal blanco) nos explicó que los blancos iban a tener la oportunidad de llegar a ser Galileos, Madames Curies, Edisons y Gauguins y (…) nosotros éramos criadas, granjeros, mozos y lavanderas y cualquier aspiración algo superior era ridícula y presuntuosa. (…) Era horrible ser negra y no poder controlar mi vida. Era cruel ser joven y estar ya adiestrada para permanecer sentada y escuchar en silencio acusaciones contra mi color sin tener oportunidad de defenderme. Deberíamos estar todos muertos”.

Pero lejos de matarse, frente a la adversidad, Maya Angelou construyó su vida, se realizó. Y en eso está la actual juventud africana junto a la cual debemos estar, mano a mano, quienes creemos que los puentes más firmes e ilusionantes, los que sin duda impulsan el progreso, no son los de hormigón y acero.

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