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La puesta de largo de Susana Díaz en Europa
Susana Díaz ha viajado a Bruselas, corazón de la Unión Europea y trae de vuelta dos réditos: uno institucional y otro, sin duda, personal y orgánico. Un viaje a Bruselas tiene que llevar un marcado carácter institucional para defender los intereses de la región que preside, Andalucía, como ya hicieran otros presidentes autonómicos (Chaves y Griñán) aunque con diferente agenda.
Sin embargo, resulta inútil (y un poco absurdo) negar que la presencia de Susana Díaz en Europa supone un beneficio personal, porque el contexto de su partido y del país no es ni de lejos el mismo que el que rodeó a los presidentes autonómicos precedentes.
Al tiempo que ha defendido los intereses de la región, Susana Díaz ha aprovechado el viaje para conectar con representantes de la socialdemocracia europea, sin duda como oportunidad de presentarse como una de las voces fuertes del socialismo español. Supone un suma y sigue en la recomposición de la figura de Díaz como mujer de Estado, tras el importante desgaste de la crisis del PSOE para ella en particular. Así que sí, es inevitable pensar en la posibilidad que esta visita institucional le ha dado para hacer toda una puesta de largo. La socialdemocracia europea ha podido verla de cerca, ya que es, de momento, la única cabeza visible con aspiraciones claras a convertirse en secretaria general.
Será “lo normal” cuando se va a Europa, como se explica en el entorno de la presidenta, pero resulta cuando menos curioso que los encuentros socialdemócratas de Susana Díaz (con el presidente del Parlamento Europeo, el socialdemócrata alemán Martin Schulz y potencial jefe del partido en Alemania, y el presidente del grupo de los Socialistas y Demócratas, Gianni Pitella) hayan sido los mismos que nueve meses antes tuvieron como protagonista a Pedro Sánchez, justo cuando aspiraba a llegar a un acuerdo para presidir el país y era necesario presentarlo “en sociedad” como el líder nacional. De hecho, la única variante respecto a los contactos de Sánchez ha sido la visita a Corina Cretu.
Ha habido más reuniones: la italiana Federica Mogherini -alta representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad-; el francés Pierre Moscovici -poderoso comisario de Asuntos Económicos-; y la rumana Corina Cretu -comisaria de Política Regional-. Para tratar “temas que afectan e interesan a Andalucía”, explican. Frontera, región, fondos europeos, infraestructuras... sin duda son capítulos importantes para la comunidad autónoma y la vida de sus 8 millones de habitantes. Doñana o la agroalimentación no han estado en la agenda, aunque es cierto que no se puede tratar todo se ha echado de menos (y la oposición lo ha criticado, entre otros aspectos del viaje de los que tendrá que dar explicaciones, algo francamente saludable). Y, sinceramente, tampoco parece descabellado ni peregrino buscar las alianzas entre “los tuyos”, los comisarios socialdemócratas para lograr cosas en Europa. Lo que no es lógico es negar la mayor: que un viaje de estas características, en las circunstancias en las que se encuentra su partido, no tiene una lectura orgánica.
En cualquier caso, ni el trabajo institucional ni el orgánico van a tener un rédito real inmediato. Ambos son inversiones a largo plazo. Habrá ocasión de evaluar si las gestiones y presiones hechas en Bruselas tienen verdaderos frutos para Andalucía o se han quedado en excusa para otra cosa. Y también habrá ocasión sobrada de valorar si Susana Díaz ha logrado causar buena impresión entre la socialdemocracia europea, si le habrá sevido de puesta de largo ante la necesidad inminente de liderazgo de su partido.
Susana Díaz ha viajado a Bruselas, corazón de la Unión Europea y trae de vuelta dos réditos: uno institucional y otro, sin duda, personal y orgánico. Un viaje a Bruselas tiene que llevar un marcado carácter institucional para defender los intereses de la región que preside, Andalucía, como ya hicieran otros presidentes autonómicos (Chaves y Griñán) aunque con diferente agenda.
Sin embargo, resulta inútil (y un poco absurdo) negar que la presencia de Susana Díaz en Europa supone un beneficio personal, porque el contexto de su partido y del país no es ni de lejos el mismo que el que rodeó a los presidentes autonómicos precedentes.