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Runrún y armas secretas

Javier Aroca

11 de junio de 2023 22:39 h

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Una subespecie de la demoscopia recorre los mentideros políticos: el runrún. Podríamos decir que es demoscopia parda, pero se parece mucho a para pardillos y esa calificación crítica la tengo siempre reservada a su versión más académica, mercadeada al peso entre los siempre dispuestos a comprar lo que quieren oír y propagar. El runrún no es favorable para la izquierda.

Dentro de los subgéneros está también la ibérica porra. Es también demoscopia, pero por su origen popular es gratis pero quién sabe. Como el runrún, las porras tampoco son favorables para la izquierda.

La demoscopia, esa ciencia de la que sostuvo Pierre Bourdieu que era opinión constituida, movilizada por grupos de presión que crea la ilusión de que existe la opinión pública. A falta de demoscopia amiga, de medios de comunicación que hagan que la opinión favorable sea mayoritaria -eso sostiene Pedro Sánchez-, con los cuarteles orgánicos controlados pero inquietos, qué se puede esperar de la izquierda: pues, las armas secretas.

La más socorrida es la llamada a la ilusión y movilización, es decir, una excursión masiva a las urnas y a correos para desmentir que la izquierda está débil y que ha desconectado con sus votantes naturales.

Para ello, esta arma no es secreta, Pedro Sánchez ha recurrido a proponer debates a mansalva, pero el líder de la derecha no se deja. Quizá porque es un derecho de la ciudadanía a conocer las habilidades intelectuales y capacidades de sus candidatos. En realidad son, deben ser, consustanciales a la democracia.

Se recuerdan los primeros debates en democracia, entre Madison y Monroe. Se pusieron de acuerdo, los pagaron a escote y recorrieron toda suerte de lugares y hasta espacios poco decorosos pero difundieron y enseñaron democracia. Resultó elegido Madison, pero fue tal el impacto que no tardaría mucho Monroe en ser también senador. 

Los debates son poco manipulables, la prensa sinfónica puede decir quién ha ganado y publicarlo a los cuatro vientos con ayuda de la demoscopia académica, pero la gente ve, descubre el pastel.

El más famoso, antes de la televisión, fue el mantenido entre Lincoln y Douglas. Al personal le gustan los debates quizá por aquello que afirmaba Ben Voth: “Los debates pertenecen a la categoría del duelo y ejecuciones públicas en tanto que son espectáculo”, y nada más indicado que la contemplación de un patíbulo para la grey electoral.

Además, los debates son poco manipulables, la prensa sinfónica puede decir quién ha ganado y publicarlo a los cuatro vientos con ayuda de la demoscopia académica, pero la gente ve, descubre el pastel. Y si uno mete un gol por la escuadra no puede haber medio regado que lo desmienta. Quizá por ello el escapismo de Alberto Núñez Feijóo.

La movilización, arma secreta, ese sueño húmedo de la izquierda que cada día es más de secano porque la derecha ha llevado a la izquierda a su campo cultural. En términos futboleros, la derecha le ha reducido el espacio a la izquierda. Y en lo que queda de campo, la derecha cada día vota más y la izquierda, cada día menos.

La abstención, su némesis, es tal que el espacio en campos propios de la izquierda se queda reducido al 50% o más del terreno de juego, y de lo que queda por repartir, los territorios de la derecha son intocables.

Pues así estamos, esperando las armas secretas que animen a la afición porque la derecha va a lo suyo, aunque nos demos cuenta que rehuyen la pelea y están fuera de cacho.

En esta columna, que también es un subgénero, me atrevo a decir que la izquierda ha acabado aburriendo a sus electores naturales. Creen que con seguir con la matraca en campaña o con líos orgánicos y fulanismos nos vamos a animar pero permítanme que sea escéptico. 

A las categorías clásicas de izquierdas caviar, champán y ahora cuqui, cabría  añadir la izquierda moqueta, esa que ya hace años que decidió que todo se decide en un estudio o set, con coreografía, sonrisas fotogénicas y editadas, y volviendo al fútbol -de estas analogías me convenció Galeano- , la izquierda solo quiere jugar en césped, ya no pisa el albero.

Pues así estamos, esperando las armas secretas que animen a la afición porque la derecha va a lo suyo, aunque nos demos cuenta de que rehuyen la pelea y están fuera de cacho. Les da igual; además, eso de que viene la extrema derecha, mucho me temo que no funciona, no creo que reanime a los electores que han decidido no jugar estos partidos en los que nada confían para resolver sus problemas.

Los Pajaritos, Amate, Distrito Sur son barrios de Sevilla, entre los más pobres de todo el Estado. ¿Se imaginan, hablando de armas secretas, que allí que la abstención supera hasta el 60%, conocieran a Nadia Calviño? Pero no, no la conocen ni creo que estén muy interesados. Pero sería la bomba.

Una subespecie de la demoscopia recorre los mentideros políticos: el runrún. Podríamos decir que es demoscopia parda, pero se parece mucho a para pardillos y esa calificación crítica la tengo siempre reservada a su versión más académica, mercadeada al peso entre los siempre dispuestos a comprar lo que quieren oír y propagar. El runrún no es favorable para la izquierda.

Dentro de los subgéneros está también la ibérica porra. Es también demoscopia, pero por su origen popular es gratis pero quién sabe. Como el runrún, las porras tampoco son favorables para la izquierda.