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Los tiempos de la justicia, la oportunidad política y los autos del futuro
El pasado 27 de mayo, la Cadena SER anunciaba que el juez del Caso ERE estaba ultimando un auto en el que iba a procesar a los expresidentes andaluces Manuel Chaves y José Antonio Griñán. El caso es que cinco días después se difundía la resolución. Este lunes se vivía, con una previsión mucho mayor (de meses) que la jueza Núñez Bolaños, en ese juzgado que de todo sabe, archivará la causa de los cursos de formación, la considerada pieza política del presunto fraude. ¿Va la justicia tan lenta que las noticias se adelantan a sus decisiones?
No se pone en duda la veracidad de esas informaciones (la primera era correcta -aunque luego el TSJA quiso abrir el juicio oral antes de tiempo- y la segunda previsiblemente lo será, tanto por recientes precedentes en este caso de la formación como porque un periodista no se tira a la piscina con esa alegría si no tiene suficiente confirmación) pero el calado político de ambas es tal que esta moda merece una reflexión, más aún a menos de una semana de que se decida el futuro del país para los próximos cuatro años y los partidos (y la gente) se juegan tanto. A veces se piensa mal y se acierta.
Hubo un tiempo en que a muchos extrañaban las coincidencias de las decisiones de la jueza Mercedes Alaya con determinados actos de la Junta de Andalucía. El más sonado fue aquella novedosa petición de imputación para los expresidentes durante la toma de posesión del primer Gobierno de Susana Díaz. Ahora no; ahora los autos se anuncian con meses de antelación. El cuento de “qué viene el lobo” pero en versión judicial, y las partes dispuestas a explotar lo que diga la justicia, siempre y cuando, claro, sople a favor. Si no sopla, se respeta pero no se comparte, un clásico. Y cuando te quitan del embrollo judicial y te 'desimputan', eso ya es lo máximo.
¿De dónde salen esas informaciones que vaticinan lo que debería estar sólo en la mente del juez, que debería plasmar en un papel y comunicarla primero a los afectados? Si hace ya muchos años fue noticia que Felipe González se enterara por la prensa, ya a casi nadie sorprende que un auto se envíe antes a los medios de comunicación que a las partes personadas. Depende de la sensibilidad del asunto, en el más amplio sentido, pero no estaría de más revisar algunos protocolos.
¿Qué intereses juegan detrás para que las informaciones que salen de los juzgados (o que no han salido) se sepan con antelación de semanas y meses? ¿Qué presión habrán de soportar los jueces y juezas ante el indudable deseo político de que la justicia le sea favorable? Bravo por el periodismo que llega el primero a una información veraz, pero hace pensar que la justicia se pueda prestar a este tipo de intereses, bien sean periodísticos o políticos.
¿Se imaginan que de aquí al sábado la jueza Alaya anuciara que reabrirá el caso de la adjudicación de la mina de Aznalcóllar o que alguien dijera que lo va a reabrir en una semanas? Ella es ponente en la sección de la Audiencia de Sevilla que, se supone, delibera desde hace semanas el asunto. Todo pudiera pasar en esta justicia mediatizada.
El pasado 27 de mayo, la Cadena SER anunciaba que el juez del Caso ERE estaba ultimando un auto en el que iba a procesar a los expresidentes andaluces Manuel Chaves y José Antonio Griñán. El caso es que cinco días después se difundía la resolución. Este lunes se vivía, con una previsión mucho mayor (de meses) que la jueza Núñez Bolaños, en ese juzgado que de todo sabe, archivará la causa de los cursos de formación, la considerada pieza política del presunto fraude. ¿Va la justicia tan lenta que las noticias se adelantan a sus decisiones?
No se pone en duda la veracidad de esas informaciones (la primera era correcta -aunque luego el TSJA quiso abrir el juicio oral antes de tiempo- y la segunda previsiblemente lo será, tanto por recientes precedentes en este caso de la formación como porque un periodista no se tira a la piscina con esa alegría si no tiene suficiente confirmación) pero el calado político de ambas es tal que esta moda merece una reflexión, más aún a menos de una semana de que se decida el futuro del país para los próximos cuatro años y los partidos (y la gente) se juegan tanto. A veces se piensa mal y se acierta.