Las azoteas del barrio sevillano de San Bernardo dicen muchas cosas sobre la marcha de la transición energética en Andalucía. Las construcciones residenciales más modernas tienen instaladas placas solares térmicas para calentar el agua y fotovoltaicas que alimentan los ascensores. También algunas casas recién renovadas. Son pocas aunque como comentan los vecinos pioneros en esta tecnología, de golpe proliferan.
Algo parecido pasa al recorrer las localidades andaluzas desde Huelva hasta Almería. Desde la carretera se ven granjas fotovoltáicas por el campo, como la que instala la compañía Quántica Renovales. Tiene un proyecto en marcha con la empresa sevillana Kaura en Salteras para electrificar su proceso productivo. Con el sistema, integrado por 3.240 paneles, generará 2,73 gigavatios al año. Pero en pocas casas.
El autoconsumo es una palabra de moda en el discurso “verde”“ de los políticos y los instaladores bombardean con los anuncios en la radio durante los partidos del domingo. Sin embargo, persisten barreras básicas que impiden que sea una actividad de masas, como señala la Fundación Renovables. Jesús González, presidente de la organización andaluza que hace de paraguas a los administradores de fincas, coincide. ”Es triste ver por Europa instalaciones en cualquier techo -dice- aquí el sol nos sobra y es difícil verlas“.
Los datos
El crecimiento en Andalucía está siendo exponencial desde hace dos años pese a la pandemia. Pero el punto de partida era muy bajo. A finales de 2018 había solo 450 instalaciones de este tipo, según la Agencia Andaluza de la Energía. En dos años eran cerca de 11.000 los andaluces los que producen su propia energía y se duplicaron en 2021. Actualmente estas instalaciones generan cerca de 200 megavatios. “La demanda y el interés es alto”, señala el organismo.
Hay un apoyo real a las inversiones e instrumentos específicos para acometer los proyectos. El interesado tiene a mano seis programas para empresas en el sector productivo y servicios, propietarios de viviendas y sector agropecuario primario. Cubre nuevas instalaciones y existentes conectadas a red o aisladas, tanto para la tecnología eólica como fotovoltaica y biomasa. La ayuda se modula dependiendo de la potencia.
La mitad de la electricidad que se genera en Andalucía ya es renovable. Se avanza, sí, pero hay muchísimo por hacer para reducir la huella del carbono tanto en el ámbito empresarial como en el residencial para lograr un modelo energético neutro. La demanda de fuentes fósiles se redujo en una quinta parte durante la pandemia en 2020, gracias a que el carbón prácticamente desapareció del mix energético.
Las energías renovables generaron ese año 15.100 gigavatios de electricidad a la hora, gracias a una potencia de 8.100 megavatios instalados y a la aportación creciente de la fotovoltaica. “Estamos todos de acuerdo en que hay que empujar”, insiste González. El gran reto es ponerse al día y responder a cuestiones tan básicas como el ahorro que se logra con la inversión.
Frenos
Hay otras preguntas técnicas más complejas para el consumidor final, vinculadas a los límites que se aplican a estas instalaciones para optimizar el consumo y evitar sobredimensionar las estructuras. “No se trata de montar una explotación para vender la electricidad”, explican los técnicos de la agencia, “sino de ajustar el sistema al consumo para aprovechar la energía”.
Es uno de los obstáculos que frenan que la ciudadanía tenga un papel activo en la transición energética. “El hecho de que un grupo de vecinos puedan compartir entre ellos, no solo la propiedad de la instalación, sino también la energía producida es esencial para optimizar y reducir los excedentes que se devuelven a la red, a la vez que mejora la gestión de la demanda energética”, explica la Fundación Renovables.
También como barrera a la adopción del autoconsumo está la restricción que hay en la distancia establecida por ley entre el punto de generación y el consumo, de 500 metros. “Eso impide el despliegue total del autoconsumo colectivo y de las comunidades energéticas en áreas con un gran potencial”, apunta Pilar Sánchez Valverde desde la Fundación, “como en polígonos industriales”.
Añaden también las trabas administrativas que ponen especialmente los ayuntamientos, que alargan la tramitación de los proyectos varios meses. Y citan el muro de los grandes grupos empresariales dominantes en la distribución de energía, que entorpecen algo tan básico como la obtención de datos de consumo necesarios para diseñar las instalaciones o el acceso y conexión a la red eléctrica.
En diciembre pasado se abrió la ventanilla para acceder a las ayudas públicas, que estarán disponibles hasta entrado 2023. Estos incentivos hacen más atractiva la inversión inicial aunque hay propietarios que prefieren las rebajas fiscales. Las nuevas generaciones son, además, más sensibles al impacto del cambio climático en sus vidas y el alto precio de la luz hace más fácil que una instalación fotovoltaica sea rentable.
La compañía Selectra hace un cálculo a partir de los componentes, el tipo de tejado, la garantía y el personal que hace la instalación. La inversión inicial para una vivienda unifamiliar ronda los 7.000 euros. Se duplica en una comunidad de vecinos. Lo complicado es decidir algo tan simple como a qué se va a destinar esa energía para conseguir el ahorro y cómo se comparte.
Algunos ejemplos
El empresario Juan Manuel Ortega no pudo instalar paneles en su residencia por falta de espacio en la azotea para una estructura que cubriera sus necesidades de autoconsumo. Sí los tiene en los almacenes de cuatro delegaciones del Grupo ROYSE en Andalucía. Son placas flexibles de la sevillana The South Oracle. A los seis meses ya notó un ahorro del 25% en la factura eléctrica y espera recuperar la inversión en un plazo de siete años.
Kaura logrará un ahorro energético parecido en su proceso productivo, que en reducción de emisiones de CO2 equivale a plantar 52.000 árboles. José Luis de Mier Vázquez, ingeniero eléctrico de Acerinox, considera en este sentido que la gestión de la energía debe estar presente en los planes estratégicos de las empresas, para mejorar la eficiencia de la producción incorporando nuevas tecnologías e integrando fuentes alternativas.
El autoconsumo es un proceso de gran envergadura para una empresa como Acerinox y la industria en su conjunto. La adopción del hidrógeno renovable está sonando también mucho como combustible. Pero no hay muchas plantas de producción con tecnología consolidada. EDP acaba de presentar un proyecto a la Junta de Andalucía para convertir la bahía de Algeciras en un polo de generación de hidrógeno verde.
La industria se mueve así en múltiples direcciones para integrar energías renovables. Polisur en Huelva aspira a ser autosuficiente en la carrera por hacer su modelo productivo sostenible. Ya se desprendió del gasóleo en sus calderas, que sustituyó por viruta que adquiere a productores de madera en Lepe. La compañía está ahora desarrollando un sistema para generar su propio hidrógeno e ir por delante del cambio.
El alto coste de la energía hace además interesante entre empresarios y particulares instalar baterías de almacenamiento, para poder abastecerse de energía renovable propia las 24 horas. Como dice Aurelio Chaves desde la organización de instaladores Fadia, estas tecnologías llevan mucho tiempo en el mercado y se van adaptando. El usuario final, concluye, necesita más información sobre sus bondades para adoptarlas.