Ser autónomo casi nunca es la primera opción: tres historias de trabajadores por cuenta propia

Consuelo Durán

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En el territorio con más autónomos, donde más de la mitad no llega a mileurista; cuando, además, el 85% de los nuevos que pueden acogerse a la tarifa plana cobran menos del SMI; y siete de cada 10 abandonan cuando se acaban las bonificaciones, elDiario.es Andalucía conversa con varios autónomos. En sus historias, se nota que a veces llegan de rebote, que no era su primera opción, si bien en este caso, ocurriendo mayoritariamente eso, hablamos de experiencia de éxito y de consolidación, pero también de sus miedos y demandas.

“En ocasiones, los autónomos no sabemos aprovechar lo que tenemos”

“Soy militar del Ejército del Aire. Me fui muy joven a comerme el mundo, pero el mundo me comió a mí. Me di cuenta de que la conciliación entre la vida laboral y familiar era cada vez más complicada”, empieza Blanca Vera. Eso la llevó a hacer un curso de piloto de drones. Fue la primera mujer en obtener esa titulación oficial, “y a la semana de terminar” ya le ofrecieron un trabajo, que durante un tiempo compatibilizó con la vida militar.

Después de cuatro años, se decidió a emprender y montó una escuela de pilotos de drones, Alaire Pilotos, que ya tiene 25 delegaciones en todo el país y forma a más de medio millar de personas cada curso. “Nosotros trabajamos tanto con entidades privadas como públicas, como por ejemplo, fuerzas y cuerpos de seguridad y administraciones locales, funcionarios...”.

Reconoce que no es cómodo. “Encontré muchas dificultades. La primera, el miedo, y creo que hay que tenerlo a la hora de emprender. La segunda, la economía. No dejaba de ser una mileurista que empezaba desde cero y tenía que buscar instalaciones, material didáctico, seguros… lo único que tenía eran conocimientos, ¡cómo vas a pedir un crédito con eso!”.

Sin embargo, matiza: “En demasiadas ocasiones, los autónomos no sabemos aprovechar lo que tenemos. Lo importante es conocer las herramientas que nos rodean. Mi suerte es que me conocía Andalucía, y el Premio Mujer Coraje me abrió puertas. También, que la Diputación de Huelva me incluyera en un vivero de empresas, y pude ahorrar mucho en alquiler de instalaciones e invertirlo en más medios técnicos. Hay recursos, como los fondos de la digitalización, los Next Generation... Pero a veces los autónomos nos ahogamos por desconocimiento”.

“Lo mejor es la posibilidad de conciliar y lo peor, la protección de la salud”

Otra emprendedora: en 2016, María José Pérez, titulada en Empresariales, asumió y modernizó la granja de su padre, que antes había sido la de su abuelo. De este modo, un negocio situado en Guadalcázar (Córdoba) y centrado en la producción de huevos, pasó a ser La Granja de Pepa. “Yo tenía un máster en banca y trabajaba en eso en Sanlúcar de Barrameda. Pero, después de ser madre, me di cuenta de que cada vez me resultaba más difícil conciliar mi vida laboral con la familiar”.

Esta es, de hecho, “la mayor ventaja” que ve en el hecho de ser autónoma: “la posibilidad de conciliación”. En cambio, se lamenta de cuestiones como la protección de la salud: “Llevo dos meses con un hueso de la mano roto y no he dejado de trabajar”.

Recientemente, ha puesto en marcha una cafetería en su pueblo, de 1.500 habitantes, creando otros tres puestos de trabajo, más dos de la granja. “Me han apodado la empresaria del año”, bromea.

Remarca también que le “ha servido mucho” el apoyo de la Unión de Profesionales y Trabajadores Autónomos (UPTA), como cuando la premiaron. Hoy, se puede decir que ha revolucionado el sector del huevo y se ha situado como una de las empresas más fuertes en el sector de la avicultura alternativa en España.

“Te llevas el trabajo a casa y las jornadas son interminables”

Detrás del mostrador de La Loncha de Rosa, en el mercado de la Encarnación de Sevilla, asoman Juan Carlos Rodríguez y Rosa Castillo, pareja de autónomos que puso en marcha este negocio hace más de cinco años. Él cuenta que “estaba harto del taxi”, su anterior trabajo, y necesitaba un cambio, si bien fue su mujer, la que empezó: “No tenía trabajo, hice un curso de cortadora de jamón y me empujaron a emprender, con los miedos lógicos de los comienzos”. 

Hoy, y tras tres años de pérdidas, “como cada vez que se empieza”, señala que el negocio va bien y tienen dificultades hasta para contratar cortadores de jamón. “No es que no haya, es que muchos piden una millonada y otros no quieren que los des de alta en la Seguridad Social, porque cobran otras ayudas, por lo que creo que hay que ver hasta qué punto estas están bien pensadas”, reflexiona.

Empujados a ser autónomos a la fuerza, sobre todo ella después de años en el paro, no se arrepienten, pero entienden que es más complicado que ser asalariado. “Te llevas el trabajo siempre a casa, nuestras jornadas son interminables y encima luego te encuentras con que cumples 50 años y te incrementan la cuota de autónomo, como me ha pasado a mí”, cuenta ella. 

Después de superar el mazazo de la pandemia, enfrentados ahora al incremento de los costes que se ceba con el comercio, miran con optimismo al futuro. Su apuesta pasa por “garantizar jamones y chacinas de máxima calidad y una línea permanente”, explican. “La mayor parte de nuestro negocio, como el de muchos que se dedican a las chacinas y jamones, es el turismo”, apostilla Juan Carlos Rodríguez, al que no le ha faltado demanda durante las fiestas navideñas.

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