La realidad en Yemen es una cruda realidad. El país situado al sur de la Península Arábiga es el más empobrecido de Oriente Medio, con una renta per cápita quince veces menor que la de sus vecinos Arabia Saudí y Omán, según datos del Banco Mundial. Yemen está sufriendo una sangrienta guerra desde hace un año y medio. Injusta y lamentablemente, este conflicto ha sido invisibilizado por los medios de comunicación de casi todo el mundo. Por esta razón, en las redes sociales se le ha atribuido la denominación de #GuerraSilenciada.
Pero últimamente, los grupos de comunicación convencionales están dando más visibilidad a la guerra en Yemen. Estos medios se han hecho eco del suceso acaecido el pasado 8 de octubre, cuando la coalición liderada por Arabia Saudí bombardeó una ceremonia fúnebre en la capital Saná (donde habrían concurrido varios dirigentes houthis), que quitó la vida a casi 150 personas y dejó más de 500 heridos.
Estas cifras son muy preocupantes en un país donde esta misma coalición, que persistentemente viola el Derecho Internacional Humanitario, ha destruido numerosos hospitales, dejando sin asistencia sanitaria a una población civil en grave situación de vulnerabilidad. Así, Médicos Sin Fronteras ha denunciado todos los ataques a sus hospitales y centros de salud. Por si esto fuera poco, como consecuencia del bloqueo marítimo y aéreo impuesto por Arabia Saudí, se ha generado una crisis humanitaria de tal magnitud que ha sido calificada como una de las más graves del mundo por la Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios.
El gran negocio de la venta de armamento
Entre los miembros de la coalición árabe liderada por el reino saudí se encuentran los Emiratos Árabes Unidos (EAU), que han participado activamente con un gran despliegue de tropas en el terreno y con la muerte y desaparición de miles de ciudadanos yemeníes. Es sabido por todos que Naciones Unidas suscribe pactos con los mayores infractores del Derecho Internacional Humanitario, pues ahora la OMS, junto con la Media Luna Roja, acaba de firmar dos acuerdos con EAU para restaurar el sistema sanitario en Yemen, “que tan necesario es durante el conflicto” después de que ellos mismos hayan bombardeado el país.
Estados Unidos es otra potencia que apoya las actuaciones de la coalición, entre otros, porque tiene con Arabia Saudí un jugoso negocio de venta de armas (a final del pasado septiembre, el Senado de los Estados Unidos aprobó con 71 contra 27 votos, la venta de armamento a Arabia Saudí por valor de algo más de mil millones de dólares). Además, hace pocos días ha llevado a cabo su primera intervención oficial directa en la guerra, bombardeando tres radares costeros de los Houthis.
Los intereses por apoyar la coalición también llegan a Europa, siendo tanto Francia como Reino Unido dos aliados de peso, pues se han lucrado con la venta millonaria de armamento y también han secundado la guerra con inteligencia estratégica militar en el propio conflicto de Yemen. A menor escala, otros países como España, también han incrementado su mercado armamentístico con el reino saudí. ¿Y qué es esto sino, que la gran hipocresía de la comunidad internacional? Todos estos países “garantes” de derechos, que ratifican convenios internacionales de derechos humanos, son después los primeros que los violan, eso sí, fuera de sus fronteras y por un buen puñado de dinero e intereses. Y si puede ser en secreto, mejor.
Insuficiente presencia de organizaciones internacionales de ayuda humanitaria
Pocas organizaciones internacionales de ayuda humanitaria siguen trabajando en Yemen. La extrema inseguridad y el bloqueo han hecho que muchas hayan dejado de actuar en el terreno. Afortunadamente, otras, como Solidarios Sin Fronteras, con sede en Barcelona, trabajan desde fuera. Esta pequeña organización se constituyó, expresamente, para asistir a las víctimas del conflicto y denunciar la situación de la población civil. En su primer año de actividad, ya ha enviado 40.000 euros, todo de donaciones privadas, que se han invertido en alimentar a 5.000 mil personas, en colocar y llenar semanalmente tanques de agua en un campo de desplazados internos y en reconstruir viviendas en la isla de Socotra. Además de la ayuda humanitaria, esta organización realiza una labor de visibilización imprescindible para hacer llegar a la opinión pública y las organizaciones de defensa de DDHH información sobre la situación que está viviendo la población yemení.
Yemen, otro país emisor de refugiados
Como en todo conflicto y crisis humanitaria, la población civil es la más perjudicada. En Yemen se han producido desplazamientos masivos desplazamientos internos de su población mientras que otras muchas personas han abandonado el país. Según datos de ACNUR y OIM del pasado mes de junio, decenas de miles han cruzado el Mar Rojo para pedir asilo en países como Somalia o Yibuti. Sin embargo, otros refugiados han optado por rutas más largas hacia Europa e incluso Estados Unidos.
En el marco del proyecto “Migraciones y Derechos Humanos en la Frontera Sur” de la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía, el equipo de investigación, en su trabajo de campo en Melilla, tuvo la oportunidad de acercarse a la realidad de las personas afectadas por esta terrible situación. Nuestro equipo había solicitado una visita al Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) pero el Ministerio de Empleo y Seguridad Social nos la denegó de nuevo (tal y como había sucedido en un anterior viaje a Ceuta). No obstante, decidimos ir allí para conocer la situación in situ y así poder escuchar historias de personas que residían en el CETI. Fue una sorpresa encontrar a dos yemeníes en el centro, pues no teníamos noticia de que en la oficina de asilo de Melilla se hubieran presentado solicitudes de ciudadanos de ese país.
Historias personales
Hablamos con W. y M., solicitantes de asilo yemeníes, que accedieron a relatarnos su periplo hasta España. Como suele pasar en estos casos, ellos terminaron en un destino diferente al inicialmente planeado o esperado.
W. es originario de Saná, capital de Yemen. Huyó de su país en diciembre de 2014 porque los Houthis, que ocuparon la capital para tomar el Gobierno y derrocar a su presidente, querían reclutarlo en su ejército. Al no acceder, le amenazaron de muerte. Su familia no pudo acompañarle por falta de medios económicos y por miedo. “Si ellos también abandonan el país, se levantan sospechas”, aseveró W. No podían salir de Yemen, pero tampoco quedarse en Saná, porque los bombardeos indiscriminados contra la población civil son continuos. Aunque su casa sigue intacta, decidieron trasladarse a su pueblo natal, Al-Mahwit, donde la vida es más algo más tranquila que en la capital.
El reclutamiento de jóvenes por parte de los diferentes ejércitos en Yemen es una práctica habitual. W. nos contó que niños y hombres de entre 13 y 30 años son utilizados tanto para luchar en el frente como para desempeñar tareas de toda índole profesional. A él los Houthis le querían para empuñar las armas. A M. por sus habilidades informáticas.
M. sufre por su familia en Yemen, pues afirma que los Houthis son capaces de todo, que no tienen piedad ni respeto por nada ni nadie. Ya ha perdido a varios seres queridos. “Para ellos matar es algo fácil, no les importa nada”. Amigos con quienes aún mantiene contacto le han asegurado que los Houthis han preguntado por su paradero.
La ruta hacia España
W. tuvo que pagar mucho dinero para que le arreglaran su viaje a Omán. Ante el riesgo de que lo descubrieran por el camino y lo reclutaran, lo enviaron en un autobús lleno de mujeres con niños porque era la forma más segura de evitar controles de los Houthis y otros grupos.
Desde Omán voló a Turquía. Sin saber su siguiente destino, en el mismo aeropuerto se enteró de que no se requería visado para entrar en Argelia, así que se dirigió allí. Vivió 8 meses en el país magrebí donde pudo trabajar y reunir algo de dinero pero, ante la imposibilidad de conseguir un permiso de residencia o el estatus de refugiado, determinó que su marcha no había acabado allí.
El sueño de M. era llegar a Alemania. Su viaje comenzó en el aeropuerto de Saná en enero de 2016. Cuando llegó a la capital yemení desde Al-Hodeida, su ciudad natal, le pareció que todo había cambiado mucho desde la última vez que estuvo ahí. “No parecía mi país”, lamentó. Cerca del aeropuerto oyó varias explosiones de ataques aéreos y también vio muchos edificios destruidos. Había comprado un billete de avión para la única ruta comercial que opera de forma esporádica y cuando las condiciones lo permiten. “Si puedes pagarlo, puedes salir”. M. trabajaba como profesor de informática y reunió el dinero suficiente para huir de las amenazas constantes de los Houthis. Haciendo escala en Amán llegó a Estambul donde le comunicaron que no podía viajar a Berlín porque no disponía de visado. De este modo, decidió viajar a Argelia por la misma razón que W.
En Argelia, tanto a W. como a M. unos refugiados sirios les hablaron de Melilla. Seguramente allí les ayudarían y les reconocerían la condición de refugiados, de modo que cada uno en su momento emprendió un viaje en coche de dos días hasta la frontera con Marruecos, por el que se vieron obligados a pagar mil euros. Según W. y M., las mafias que gestionan estos traslados amenazan a los refugiados con denunciarlos a la policía si se niegan a desembolsar lo que les piden. Para W., los dos primeros intentos de cruzar la frontera no fueron fructíferos pero a la tercera lo consiguió. La superó a pie y luego se metió en otro coche que le llevó a Oujda. De allí viajó hasta Nador, y después a Melilla. En la frontera de Beni Enzar solicitaron asilo a las autoridades españolas.
Horizonte incierto
W. dijo que una abogada del CETI le estaba tramitando su solicitud y que él confiaba en que ésta fuera aceptada porque “tienen la ley de su parte”. Pero no entiende por qué se demora tanto la respuesta. “Yo soy un refugiado, he tenido que huir de mi país porque he sido amenazado de muerte por no querer participar en la guerra”. M. se encuentra en la misma situación.
Con toda seguridad, W. y M. no serán los únicos yemeníes que lleguen a España en calidad de refugiados. Las infructuosas conversaciones de paz entre Houthis y el Gobierno en el exilio no dan otra alternativa a miles de personas que dejar atrás su país. Los yemeníes son los nuevos refugiados en las rutas migratorias con un horizonte claramente incierto, igual que el resto.