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Senegal, análisis de un cambio de tendencia en el África Occidental

Cristina Fuentes Lara

Miembro del área de Solidaridad Internacional —
30 de abril de 2024 19:57 h

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El nuevo presidente de Senegal, Bassirou Diomaye Faye, prometió durante su juramento un cambio estructural en la gobernanza del país. Faye plantea en su mandato un alejamiento de la injerencia francesa, incluida una revaluación de los acuerdos económicos y comerciales sobre gas y petróleo, la lucha contra la corrupción en las instituciones y una apuesta por los intereses económicos nacionales. Sin duda alguna, una política radicalmente opuesta a la mantenida por los presidentes anteriores en las últimas décadas.

El 24 de marzo ganó la oposición en Senegal en unas elecciones que estuvieron marcadas por varios acontecimientos en cadena. En primer lugar, los candidatos: ni el presidente en vigor Macky Sall ni el líder de la oposición Ousmane Sonko concurrieron a las elecciones, el primero por no aprobarse la reforma de la constitución sobre la limitación de mandatos, y el segundo, al estar acusado de cargos de corrupción. En segundo lugar, y relacionado con lo anterior, las elecciones generaron una ola de protestas que duraron meses y provocaron, según los grupos de defensa de derechos humanos, que decenas de personas fueran asesinadas y otras mil encarceladas. El detonante fue que Sonko fuera enviado a prisión, no se le permitía presentarse a los comicios y Sall quería un tercer mandato. El tercer acontecimiento fue que tanto Sonko como el elegido presidente Faye fueron excarcelados tan solo 11 días antes de las elecciones.

Ahora bien, analicemos el país que se encuentra el presidente actual Faye. En Senegal el 75% de la población tiene menos de 35 años y la tasa de desempleo oficial es del 20%, lo que lleva cada vez a más jóvenes a huir de la pobreza socioeconómica y a emprender un peligroso viaje a Europa. En cifras de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) en 2023 se alcanzó un pico máximo en los movimientos migratorios de la ruta atlántica con casi 40.000 personas. Muchas de ellas salieron directamente en cayucos de Senegal llegando a islas como la de El Hierro y según nuestro balance migratorio, casi el 80% del total de las llegadas a Canarias durante el 2023 proceden de países subsaharianos.

Las consecuencias del cambio están por venir en el África Occidental, pero sin duda, el cambio que las elecciones han tenido en Senegal confirma la tendencia en la zona: África se aleja de la injerencia europea y de las políticas de gestión migratoria impuestas por la UE

La migración se ha visto como una alternativa ante la inestabilidad política de Senegal, que viene muy alentada por cuestiones estructurales de la zona, como el deterioro de las condiciones de vida motivada por la sequía, los movimientos internos migratorios (el 70% de las migraciones de personas africanas son dentro de África) o la reducción de la pesca, entre las principales. Este contexto socioeconómico se ha trasladado a la política, en la que desde 2020 se han producido 9 golpes militares en el África Occidental: dos en Mali y en Burkina Faso respectivamente, Guinea Conakry, Chad, Sudán, Gabón y Níger, más los intentos fallidos en Guinea Bissau, República Centroafricana y Santo Tomé y Príncipe. Por ello, no es de extrañar que Faye prometiera restaurar la estabilidad en el país nada más ser declarado presidente de Senegal.

Por otro lado, ha descendido el poder e influencia de Europa en el África Occidental. El dinero de la Unión Europea de los fondos de externalización del control migratorio no ha revertido en el incremento de calidad de vida de los países receptores, únicamente ha sido utilizado para perpetuar regímenes poco democráticos en los países de origen y tránsito de la migración. El desencanto con el modelo europeo ha tenido varios efectos, como que países como Gabón y Burkina Faso hayan optado por alianzas estratégicas con potencias globales antieuropeístas como China y, sobre todo, Rusia.

Las consecuencias del cambio están por venir en el África Occidental, pero sin duda, el cambio que las elecciones han tenido en Senegal confirma la tendencia en la zona: África se aleja de la injerencia europea y de las políticas de gestión migratoria impuestas por la UE. Estará por ver si el efecto Senegal de optar por el cambio por medio de unas elecciones democráticas (y no mediante un alzamiento militar) se impone, con la dificultad añadida que supone en países armados por el yihadismo y el grupo de mercenarios Wagner.

El nuevo presidente de Senegal, Bassirou Diomaye Faye, prometió durante su juramento un cambio estructural en la gobernanza del país. Faye plantea en su mandato un alejamiento de la injerencia francesa, incluida una revaluación de los acuerdos económicos y comerciales sobre gas y petróleo, la lucha contra la corrupción en las instituciones y una apuesta por los intereses económicos nacionales. Sin duda alguna, una política radicalmente opuesta a la mantenida por los presidentes anteriores en las últimas décadas.

El 24 de marzo ganó la oposición en Senegal en unas elecciones que estuvieron marcadas por varios acontecimientos en cadena. En primer lugar, los candidatos: ni el presidente en vigor Macky Sall ni el líder de la oposición Ousmane Sonko concurrieron a las elecciones, el primero por no aprobarse la reforma de la constitución sobre la limitación de mandatos, y el segundo, al estar acusado de cargos de corrupción. En segundo lugar, y relacionado con lo anterior, las elecciones generaron una ola de protestas que duraron meses y provocaron, según los grupos de defensa de derechos humanos, que decenas de personas fueran asesinadas y otras mil encarceladas. El detonante fue que Sonko fuera enviado a prisión, no se le permitía presentarse a los comicios y Sall quería un tercer mandato. El tercer acontecimiento fue que tanto Sonko como el elegido presidente Faye fueron excarcelados tan solo 11 días antes de las elecciones.