La tranquilidad propia de Casariche (Sevilla) se ve alterada de vez en cuando por los incendios de un vehículo que queda totalmente destrozado. Ya van siete los vehículos calcinados en los últimos años, sus propietarios son inmigrantes de origen senegalés y rumano. En los incendios no sólo han quedado calcinados los vehículos, sino también las mercancías adquiridas para la venta ambulante en los mercadillos del pueblo y su comarca. Con estas acciones han quedado destruidos también los medios de ganarse la vida.
Muchos en el pueblo se preguntan ¿quién o quiénes andan detrás de estos incendios? ¿Son actos de vandalismo o actos de carácter racista y xenófobo? Lo que sí queda claro es la intención de destruir y el ánimo de perjudicar a unas personas que tienen la connotación de ser inmigrantes. Parece ser que los incendios no han sido fruto de una gamberrada sino que han sido más bien premeditados y con una finalidad clara, la de sembrar el miedo y la zozobra entre los vecinos inmigrantes. ¿Quién será el próximo? Es su pregunta lógica y angustiada.
Estos actos chocan bastante con el transcurrir tranquilo del pueblo respecto a su relación con la población inmigrante. Población relativamente numerosa ya que según el último censo, de 5.600 habitantes, 316 son extranjeros. La comunidad senegalesa es la más numerosa y asentada en el pueblo, muchos de sus integrantes llevan conviviendo en Casariche desde hace más de veinte años. Motivo más que suficiente para considerarles vecinos de pleno derecho.
Con esa circunstancia añadida, resulta muy extraño que no haya habido una respuesta clara por parte de las autoridades competentes desde el incendio del primer vehículo.
Sabemos que se han hecho las denuncias correspondientes ante la Guardia Civil y Policía Local y que no ha habido respuesta alguna. Incluso se presentó una moción en un pleno del Ayuntamiento por parte del Sindicato Andaluz de Trabajadores para promover la buena convivencia en el pueblo y condenar cualquier acto racista o xenófobo, pero no fue aprobada por el actual equipo de gobierno con la excusa de que era mejor no hacer nada al respecto y no provocar una alarma en la población.
Ni los inmigrantes asentados en Casariche, ni el resto de vecinos del pueblo deberían verse afectados por estos lamentables incidentes. El comportamiento cívico de los inmigrantes y la convivencia hasta ahora demostrada por parte de todos los vecinos, merecen que se realicen los esfuerzos necesarios para que no se vea alterada la vida normal por episodios de esta catadura, que parecen tener una clara intencionalidad racista o al menos xenófoba.
Por todo esto nos seguimos preguntando, ¿por qué el Ayuntamiento no se preocupa por estos atentados contra sus ciudadanos y por qué no se abre una investigación policial sobre los posibles causantes de los incendios? Deben ser descubiertos los culpables y depuradas las responsabilidades.
Esperamos y exigimos que Ayuntamiento y cuerpos policiales pongan coto a estos desmanes. La fama y el buen nombre del pueblo de Casariche no debe quedar en entredicho injustamente y, por supuesto, tampoco pueden quedar perjudicados los derechos de los vecinos inmigrantes con su nivel de convivencia e integración social.
La tranquilidad propia de Casariche (Sevilla) se ve alterada de vez en cuando por los incendios de un vehículo que queda totalmente destrozado. Ya van siete los vehículos calcinados en los últimos años, sus propietarios son inmigrantes de origen senegalés y rumano. En los incendios no sólo han quedado calcinados los vehículos, sino también las mercancías adquiridas para la venta ambulante en los mercadillos del pueblo y su comarca. Con estas acciones han quedado destruidos también los medios de ganarse la vida.
Muchos en el pueblo se preguntan ¿quién o quiénes andan detrás de estos incendios? ¿Son actos de vandalismo o actos de carácter racista y xenófobo? Lo que sí queda claro es la intención de destruir y el ánimo de perjudicar a unas personas que tienen la connotación de ser inmigrantes. Parece ser que los incendios no han sido fruto de una gamberrada sino que han sido más bien premeditados y con una finalidad clara, la de sembrar el miedo y la zozobra entre los vecinos inmigrantes. ¿Quién será el próximo? Es su pregunta lógica y angustiada.