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Díaz eleva el tono para callar a Moreno y frenar a Maíllo

Los protagonistas, los mismos que hace una semana: Juan Manuel Moreno Bonilla (PP), Antonio Maíllo (IU) y Susana Díaz (PSOE). Los argumentos y propuestas desgranados, muy similares (si no iguales) a los del anterior debate y alguna que otra propuesta nueva. Cambiaba el escenario: de Canal Sur a TVE. Y cambió el tono, mucho más agresivo y crispado. Díaz forzó desde el principio un debate con réplica rompiendo el protocolo del formato y lanzando un mensaje: “Sr Moreno Bonilla, no mienta”. Juan Manuel Moreno usó las interrupciones como argumento para dar la imagen de una Díaz “soberbia” y “que no escucha”. Y Antonio Maíllo volvió a pelear su hueco intentando diferenciar IU frente a los dos grandes partidos como bloque aunque con menos éxito que en la cita anterior.

En el caso de Susana Díaz, si su objetivo era hacer perder los papeles a Moreno Bonilla no lo consiguió. De hecho, en ocasiones, las interrupciones fueron excesivas, a juzgar por la docena de llamadas de atención de la moderadora María Casado cada vez que intentaba contrarrestar los argumentos del líder del PP andaluz. “Escúcheme por lo menos a mí”, le espetó Casado a Díaz. Se llegó al punto de que la presidenta le dijo a la moderadora: “Compúteme el tiempo que quiera”.“Creía que esto era un debate”, afirmó Díaz en un territorio menos cómodo para ella por “jugar” en la TVE controlada por el PP.

Lo que sí consiguió Díaz es lanzar varios mensajes. El de “mentiroso” del candidato popular. “Usted miente, miente y miente”, clamó varias veces. Su estrategia fue la de presentarlo como un mentiroso y artífice de los recortes como exsecretario de Estado de Asuntos Sociales, especialmente en materia de dependencia. “Yo no voy a acabar con las listas de espera como hizo usted, desde luego, dejando morir a 17.000 dependientes por falta de atención”, le llegó a espetar cuando el candidato del PP-A le echaba en cara el incumplimiento de los plazos en materia sanitaria. “Nos vienen a ofrecer o de siempre”.

El mensaje del “maltrato de la derecha” a la región. Un argumento recurrente campaña tras campaña con el que desgranó la “pérdida de derechos” que ha supuesto el Gobierno de Rajoy para todos y en particular para la comunidad autónoma, que ha sido “castigada” por los populares, en palabras de la candidata socialista. Al “maltrato” institucional ha sumado el “maltrato a la región” por parte de los populares y ha puesto, entre otros, el ejemplo del vídeo de José Antonio Monago calificando al extremeño de “graciosete” en más de una ocasión. Parafraseando a Rajoy, ha reprochado a Moreno que proyecte una imagen “sombría y ceniza” de la comunidad autónoma. Ella quiso aparecer como todo lo contrario. Tiró de logros históricos para terminar diciendo, “Soy optimista”, repitiéndolo en varias ocasiones, incluso cuando habló de las expectativas de crecimiento y de lucha contra el paro, sumándose al discurso de que la recuperación está llegando. “Lo mejor está por llegar”, dijo al arrancar y al terminar.

Y, sobre todo, Díaz tiró durante el debate de marca personal más que de partido, consciente de la popularidad que le dan las encuestas. “No ponga en duda mi honestidad. No se lo voy a consentir”, le recalcó al candidato del PP-A varias veces cuando éste trajo a colación la corrupción. Es más, tras insistir en que ella es “decente y honrada”, recordó las palabras de su padre que ya ha utilizado en campaña: “Que nadie me haga agachar la cabeza en la calle por ti, hija”. Y de eso presume, igual que del hecho de que la gente le diga por la calle “pelea, pero no entres en el 'y tú más”.

Moreno: “Su mensaje me suena antiguo”

Por su parte, el candidato del PP-A buscó proyectar la imagen de una presidenta “soberbia” y ambiciosa. “Yo no quiero ser como usted. Voy a ser un presidente de otro modelo: voy a escuchar a la gente”, ha asegurado durante el debate. También Juan Manuel Moreno parece que fue en busca de Susana Díaz en esta ocasión, con el ánimo de mostrarla a la defensiva. Entre rifirrafes también logró desgranar sus argumentos. El primero, las posibles ambiciones nacionales de Díaz (“otra vez mencionando a Rajoy, ya sabemos que le interesa más Madrid que Andalucía”), un argumento utilizado durante toda la legislatura.

Lo nuevo frente a lo viejo. Lo nuevo, el cambio, identificándolo con el PP y él mismo (“no habrá cambio posible sin el voto al PP. Lo demás serán pactos que nos llevarán a lo mismo”). En la línea de esa argumentación no dudó en mencionar a los expresidentes Manuel Chaves y José Antonio Griñán en un par de momentos: “Me suena lo que dice al discurso de sus antecesores. Su mensaje me suena antiguo”. Para ello también usó un vocablo muy utilizado entre las filas del partido popular, el de la “gestión”, presentándose como “gestores competentes” de la administración ante la “presidenta del paro”.

El argumento de la corrupción. Moreno vendió un “cambio radical” en esta materia y aprovechó la ocasión para lanzar una propuesta: “reformar el estatuto para eliminar el aforamiento a los diputados del parlamento”. Una medida que sus contrincantes no dejaron pasar para puntualizar que “no es nuevo” para IU, ya que la formación de Maíllo “está en contra del aforamiento pero en todos sitios”, y que para el PSOE-A suena a proponer “lo que no se quiere cumplir”, como apuntó Susana Díaz rememorando cómo los populares frenaron un debate sobre este asunto. Sin embargo, aseguró que “no hay ni una sola consejería que no esté investigada en Andalucía”, a lo que Díaz repondió con una puntualización y arremetiendo de nuevo con la palabra “mentira” (de hecho, están siendo investigados casos relacionados con las Consejerías de Educación y Economía) y contraatacó tirando de la hemeroteca de los casos de corrupción relacionados con el PP en otras comunidades autónomas. Todo esto, pese a haber asegurado ambos que no entrarían en el “y tú más”.

“Hay que estar en gobiernos que no roban”

En cuanto a Antonio Maíllo, volvió a intentar no ser un convidado de piedra otra vez en medio de la permanente pelea entre sus dos rivales que, de nuevo, comenzaron por hacer oídos sordos de sus palabras en el debate. Se mantuvo casi como árbitro del rifirrafe durante un espacio de tiempo considerable. Y en ese espacio, logró colocar algunas propuestas y mensajes desglosados en campaña. Desde el mensaje de “hay que estar en gobiernos que no roban , no mienten y dicen la verdad”, hasta la promesa del aumento de la contratación de personal sanitario y la asunción de responsabilidad por parte de la Junta en los sueldos de los cuidadores de dependientes en instituciones concertadas.

Sin embargo, en esta ocasión también se llevó lo suyo, porque Susana Díaz no quiso darle la más mínima tregua y entre otras cosas le reprochó que el pacto de Gobierno se rompió “porque le puso fecha de caducidad e intentó imponer a los andaluces la decisión de 4.000 militantes”, frente a la tesis de Maíllo de que la ruptura se produjo “por el miedo” de Díaz “a implantar verdaderas políticas de izquierdas” y porque “no querían la comisión permanente de investigación sobre corrupción”. Moreno Bonilla, esencialmente, ignoró su presencia. Pero el crispado ambiente de interrupciones también salpicó a Maíllo que ha llegado a espetar a Díaz, alineándose de algún modo con Moreno en esto: “usted no es Andalucía ni la dueña del debate”.

En el caso de Maíllo destacarían las ausencias del discurso. Ni una mención a Podemos, la formación política que, según las encuestas, más votantes les restan.

A seis días de la cita con las urnas, los ánimos parecen calentarse a juzgar por el tono mantenido en el debate de este lunes. Ahora la duda es si esta crispación televisiva también se traducirá en un final de campaña más encendido ante unas elecciones que se presentan más inciertas y discutidas que nunca.