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Sin Andalucía, no se puede (a propósito del análisis electoral de Íñigo Errejón)
Los autores de este texto somos historiadores y enseñamos año tras año a nuestros estudiantes que la historia no se repite, que es una frase hecha que no se corresponde con la realidad histórica. Sin embargo, parece como si esta quisiera llevarnos la contraria. Las teorías del subdesarrollo, muy en boga en la España de finales de los setenta y principio de los ochenta, impregnaron los discursos políticos del momento. Entre los intelectuales de la izquierda se generalizó la idea de una Andalucía subdesarrollada y arcaica, asociada a la imagen de un mundo rural inmóvil, apático y escasamente permeable a los avances de la modernidad urbana. Más de treinta años después, la historia se repite. Y lo que es más sorprendente, vuelve a calar entre aquellos que precisamente propugnan un cambio político. Andalucía es “una región” retardataria, lastrada por el atraso, en el que aún está sumido el mundo rural y la cultura política de los andaluces. Eso es lo que parece desprenderse del análisis electoral del Secretario Político de Podemos, Íñigo Errejón, contenido en un reciente artículo publicado en el diario Público (11 de Enero de 2016).
Los autores de este texto comparten en lo esencial el análisis de Errejón: “Los partidos políticos del turnismo resisten (…) pero no tienen fuerza para una restauración normal, que no comprometa el pluralismo interno al régimen. Por su parte, Podemos y el resto de fuerzas del cambio consiguen bloquear cualquier intento de recomponer el sistema resquebrajado, pero no tienen aún fuerza como para conducir un nuevo tiempo político”. En buena medida ello es debido a que Podemos no ha conseguido convertirse en la fuerza mayoritaria de la izquierda, donde el PSOE sigue manteniendo, aunque por poco, la primera posición. Aunque desde un punto de vista programático, el PSOE se diferencia poco del PP en cuestiones clave, como por ejemplo la política económica, ese lugar a la izquierda sigue ocupándolo gracias, entre otras razones, a que en Andalucía, Extremadura y Castilla La Mancha el PSOE ha quedado por delante. Pese a haber sufrido una importante pérdida de votos, sigue siendo el partido que más votos ha cosechado, aventajando a Podemos en más de 350,000 votos. Ello tiene consecuencias para el cambio por cuanto el PSOE, como bien dice Errejón “ha sido garantía de integración de los sectores subalternos y periferias al orden de 1978”. En la mayoría de las ciudades y provincias españolas Podemos ha superado a los socialistas; sin embargo, los más de 600.000 votos de diferencia que el PSOE le ha sacado a Podemos en Andalucía han sido decisivos para relegar a esta fuerza política al tercer lugar.
Errejón sostiene que “en media España el cambio ya está ganando y el tablero político ha cambiado de forma drástica -entre los jóvenes y adultos jóvenes, en las grandes ciudades y zonas más densamente pobladas y dinámicas y en las periferias”. Pero, dada la consideración que tiene de la otra media, es poco probable que Podemos gane unas elecciones y provoque el cambio político que queremos. Para el secretario político de Podemos, “el Partido Popular aguanta como la primera fuerza fundamentalmente gracias a un sólido suelo en las provincias más rurales y entre la población de mayor edad y especialmente jubilados (….) El Partido Socialista Obrero Español (…) ha perdido un millón y medio de votos con respecto a las elecciones de 2011, que ya fueron las peores de su serie histórica desde que gobernasen. Se mantiene por 300.000 votos como segunda fuerza gracias a su firme asentamiento en las comunidades autónomas del sur de España, pero es ampliamente superado por Podemos en casi todas las grandes ciudades, en todas las regiones económicamente más dinámicas (Euskadi,
Catalunya, Madrid, País Valenciano, entre otras) y entre la población de adultos jóvenes y sectores medios. Esto reconfigura el poder en su seno en favor de los barones del sur y le acerca a su configuración de 'partido del mezzogiorno' y de clases pasivas (subrayado nuestro), lo cual no constituye una perspectiva muy halagüeña para un partido que se quiere estatal y encarnando un horizonte de futuro“.
De acuerdo con este análisis, las fuerzas del cambio “ha demostrado especial auge en las grandes ciudades, entre la juventud y la población activa, y en las regiones económica, cultural y cívicamente más dinámicas”. En tanto que las fuerzas “retardatarias”, que se resisten al cambio son los viejos, muchos de los cuales viven en el medio rural y en la parte sur de la Península. Para Errejón, “Las tres fracturas o clivajes más importantes que marcan el alcance o fortaleza del cambio son así el territorial y el de edad, que a menudo se cruza con el campo-ciudad”.
El análisis, sin embargo, es desalentador por cuanto refleja una imagen de Andalucía que abunda en el tópico, es profundamente injusta y, lo que es peor, muestra una incapacidad para entender lo que aquí sucede que puede tener consecuencias para la pretensión de su partido de ganar las elecciones y promover el cambio político en España. Efectivamente, el dirigente de Podemos asume ideas erróneas y tópicos sobre Andalucía que, pese al avance de la investigación histórica, siguen teniendo predicamento entre las élites políticas. De sus palabras se deduce que en Andalucía está poblada de gente mayor; que el medio rural, con un gran peso en nuestra Comunidad, constituye un factor retardatario; y que de ningún modo es vanguardia en la resolución del problema territorial de España. Las ideas, conceptos y análisis expresados por Errejón presentan de nuevo a los andaluces como ciudadanos de segunda, que obstaculizan el cambio político. No cabe duda, este diagnóstico erróneo puede tener consecuencias negativas, legitimando por ejemplo un trato asimétrico que perjudique a Andalucía en la futura reforma constitucional; e incluso puede impedir que el apoyo al cambio político se convierta en mayoritario. Sin Andalucía y sin la mayoría de los andaluces, ningún cambio político es posible. Conscientes de que nos encontramos de nuevo en una encrucijada histórica para nuestra Comunidad, nos proponemos en este artículo desmentir los tópicos sobre los que se vuelve a insistir, con la esperanza de que las fuerzas políticas que promueven el cambio varíen su opinión preconcebida o por lo menos les genere dudas: ni Andalucía es tierra de ancianos, ni el medio rural es una rémora para el cambio, ni aquí se desconoce o se rechaza la diversidad nacional de España.
El texto completo de los profesores Manuel González de Molina, David Soto y Antonio Herrera de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla está aquí.aquí
Los autores de este texto somos historiadores y enseñamos año tras año a nuestros estudiantes que la historia no se repite, que es una frase hecha que no se corresponde con la realidad histórica. Sin embargo, parece como si esta quisiera llevarnos la contraria. Las teorías del subdesarrollo, muy en boga en la España de finales de los setenta y principio de los ochenta, impregnaron los discursos políticos del momento. Entre los intelectuales de la izquierda se generalizó la idea de una Andalucía subdesarrollada y arcaica, asociada a la imagen de un mundo rural inmóvil, apático y escasamente permeable a los avances de la modernidad urbana. Más de treinta años después, la historia se repite. Y lo que es más sorprendente, vuelve a calar entre aquellos que precisamente propugnan un cambio político. Andalucía es “una región” retardataria, lastrada por el atraso, en el que aún está sumido el mundo rural y la cultura política de los andaluces. Eso es lo que parece desprenderse del análisis electoral del Secretario Político de Podemos, Íñigo Errejón, contenido en un reciente artículo publicado en el diario Público (11 de Enero de 2016).
Los autores de este texto comparten en lo esencial el análisis de Errejón: “Los partidos políticos del turnismo resisten (…) pero no tienen fuerza para una restauración normal, que no comprometa el pluralismo interno al régimen. Por su parte, Podemos y el resto de fuerzas del cambio consiguen bloquear cualquier intento de recomponer el sistema resquebrajado, pero no tienen aún fuerza como para conducir un nuevo tiempo político”. En buena medida ello es debido a que Podemos no ha conseguido convertirse en la fuerza mayoritaria de la izquierda, donde el PSOE sigue manteniendo, aunque por poco, la primera posición. Aunque desde un punto de vista programático, el PSOE se diferencia poco del PP en cuestiones clave, como por ejemplo la política económica, ese lugar a la izquierda sigue ocupándolo gracias, entre otras razones, a que en Andalucía, Extremadura y Castilla La Mancha el PSOE ha quedado por delante. Pese a haber sufrido una importante pérdida de votos, sigue siendo el partido que más votos ha cosechado, aventajando a Podemos en más de 350,000 votos. Ello tiene consecuencias para el cambio por cuanto el PSOE, como bien dice Errejón “ha sido garantía de integración de los sectores subalternos y periferias al orden de 1978”. En la mayoría de las ciudades y provincias españolas Podemos ha superado a los socialistas; sin embargo, los más de 600.000 votos de diferencia que el PSOE le ha sacado a Podemos en Andalucía han sido decisivos para relegar a esta fuerza política al tercer lugar.