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El castañar del Parque Natural Sierra de Aracena y Picos de Aroche, un ecosistema en la UCI
Desde hace tiempo las entidades que formamos parte de la Plataforma Onubense de Defensa del Castañar estamos avisando sobre la debilidad del ecosistema que representa el Parque Natural Sierra de Aracena y Picos de Aroche. El símbolo del Parque está en la UCI sin que exista de momento una estrategia clara para su conservación. En las dos últimas legislaturas, de distinto signo político, un Plan Estratégico pendiente de aprobar, algunas actuaciones menores y puntuales muy necesarias pero insuficientes, y un nuevo Plan aún por definir y dotar.
Esta situación probablemente se debe a la creencia de algunos de que el castañar se cría solo, sin la necesidad de cuidados, y que siempre va a estar ahí, independientemente de lo que hagamos. También puede ocurrir que se considere que es un problema ajeno, que afecta a una minoría de agricultores, que no tienen peso real en la economía, por lo que no es un tema relevante.
Pues bien, el castañar no se cría solo, ni tampoco es un problema de unos pocos, dado que puede incluso desaparecer si no se abordan de inmediato un conjunto de actuaciones, con asignación presupuestaria suficiente, que permitan contribuir a revertir la situación actual de abandono progresivo que sufre. De hecho, de las aproximadamente 5.000 hectáreas que existen actualmente en el Parque, es posible que más de un tercio se encuentren en situación de abandono o semiabandono, lo que implicará su desaparición progresiva, dado que este ecosistema necesita de manos humanas para subsistir.
El primer elemento que lastra el cultivo es su falta de viabilidad económica. Los costes de mantenimiento son muy superiores a su rendimiento, lo que en un mundo en el que el valor de las cosas queda determinado por el mercado resulta, sin duda, un defecto. De ahí, la necesidad de estimar cuál es el valor real que representa este ecosistema, no solo desde el punto de vista económico sino también medioambiental y social, y dedicarle los recursos necesarios para asegurar su sostenibilidad. La pregunta en este caso es si debemos dedicar recursos a preservar este patrimonio natural como lo hacemos con el patrimonio histórico o artístico. La respuesta es sí, al menos hasta que se revierta la situación actual.
Los elevados costes de producción además vienen determinados por distintos factores que lastran la rentabilidad. El primero es el de las enfermedades que afectan al cultivo. De este lado, la tinta es la más grave, cuyo principal agente causal es la Phytophthora cinnamomi. Este parasito invasor genera la pudrición de las raíces absorbentes del árbol, produciéndole la muerte. El problema se está generalizando en muchos castañares del Parque, dañando la arboleda de forma irreversible, causando perdidas de producción muy relevantes.
El sector se ve obligado a importar plantones, cuya adaptación a las condiciones climatológicas de nuestro entorno no está demostrada y que, además, ponen en peligro el ecosistema en su conjunto al incrementar el riesgo de traer la avispilla del castaño
Para su tratamiento, además, no hay un remedio eficaz, más allá de unas prácticas agrícolas adecuadas que limiten su expansión, y la repoblación con plantas resistentes. La falta de experiencia en el desarrollo local de plantones resistentes a la tinta, adaptados a las condiciones del Parque Natural, perjudica a su vez al sector, que se ve obligado a importar plantones, cuya adaptación a las condiciones climatológicas de nuestro entorno no está demostrada y que, además, ponen en peligro el ecosistema en su conjunto al incrementar el riesgo de traer con los plantones la avispilla del castaño (Dryocosmus kuriphilus), una plaga que está causando estragos en otros territorios.
El chancro (Cryphonectria parasítica) es otra de las enfermedades que se extiende, aunque en este caso sí que existe la posibilidad de desarrollar soluciones específicas adaptadas a las variantes presentes en el Parque, como se ha hecho en otras regiones de España.
Tanto en el caso de la tinta como del chancro es especialmente necesario redoblar las líneas de investigación que permitan desarrollar las soluciones que puedan curar o limitar la expansión de ambas enfermedades y su aplicación inmediata, lo que implica la dedicación de recursos técnicos, humanos y económicos a este problema. Del mismo modo, el Parque, en colaboración con viveros públicos y/o privados, debe acometer la producción de plantones resistentes a la tinta locales, además de los tradicionales, para que puedan distribuirse a corto plazo entre los castañicultores, para repoblar las zonas de cultivo afectadas por la tinta.
Otro factor que lastra la rentabilidad son las plagas como son el balanino (Curculio elephas), la carpocapsa (Cydia splendana) y otras especies similares. Son los famosos gusanos cuya presencia deteriora la imagen y daña gravemente la capacidad de comercializar la castaña, dado que su presencia limita el precio de venta, haciéndola en el peor de los casos inviable. Dependiendo de las condiciones ambientales el problema es mayor o menor de forma periódica. Al no existir tratamientos químicos autorizados en España, la única posibilidad de actuar es mediante feromonas y sistemas denominados de confusión sexual, limitando la presencia del fruto afectado tras la cosecha en el campo, o utilizando sistemas que limiten la llegada de las orugas al suelo. Todos ellos son métodos muy caros cuya eficacia además requiere su aplicación extensiva en buena parte del territorio, lo que obliga a su financiación. A esto se deben unir prácticas comerciales que aseguren la esterilización de la castaña antes de su comercialización en el mercado minorista, limitando la venta de producto sin esterilizar, con el fin de evitar la presencia de los patógenos en los mercados.
Es necesario el desarrollo de prácticas agrícolas en ocasiones manuales, sostenibles, orientadas a la regeneración de la arboleda y del suelo, prácticas que incrementan los costes de producción
Otro factor que causa la falta de rentabilidad se deriva del envejecimiento de la arboleda y del desarrollo de prácticas de cultivo inadecuadas. Una poda agresiva orientada exclusivamente a asegurar la productividad debilita la arboleda, dejándola expuesta a las enfermedades. El arado mecanizado en pendiente empobrece el suelo y disminuye la biodiversidad, hasta dejar los árboles sin nutrientes, siendo además el principal propagador de la tinta, al diseminar el agente que la causa en las zonas aradas. Todo ello requiere el desarrollo de prácticas agrícolas en ocasiones manuales, sostenibles, orientadas a la regeneración de la arboleda y del suelo, prácticas que incrementan los costes de producción, lo que supondría mantener ayudas adaptadas al tipo de prácticas agrarias desplegadas.
Finalmente, la estructura económica de la producción y el factor humano también lastran el cultivo. El hecho de que la mayor parte de los productores sean propietarios de pequeñas explotaciones agrarias, no favorece el desarrollo de economías de escala y obliga a definir tratamientos adaptados a las características de la propiedad, no estamos en un entorno forestal de grandes propietarios. La edad de los agricultores y la falta de relevo generacional tampoco ayuda. Los ingresos derivados del castañar, que en el pasado representaban un complemento de la renta familiar en el territorio, ahora se han convertido en gastos en lugar de ingresos. En muchos casos al mantenimiento del castañar se dedican los excedentes de renta derivada de otras actividades económicas, condición que los jóvenes evidentemente no quieren asumir.
El abandono del cultivo provoca, a su vez, el abandono de las profesiones que requiere su mantenimiento, lo que se convierte en un circulo vicioso perverso
A ello, se une la falta de profesionales capacitados y empresas orientadas a la prestación de servicios medioambientales especializados, como es la poda, el injerto, y otras actividades, que requieren conocimientos y habilidades específicas no tan evidentes, cuyo desarrollo necesita un mercado en expansión y no menguante como el actual. El abandono del cultivo provoca, a su vez, el abandono de las profesiones que requiere su mantenimiento, lo que se convierte en un circulo vicioso perverso.
Quien haya llegado hasta aquí en la lectura de este articulo comprenderá por qué las entidades que integramos la Plataforma Onubense de Defensa del Castañar indicamos que el castañar del Parque Natural se encuentra en la UCI. Requiere un tratamiento excepcional que permita asegurar su viabilidad y evitar su muerte clínica.
Ninguna de nuestras organizaciones tiene medios ni las competencias suficientes para abordar estos problemas, pero entre todas tenemos la capacidad de orientar y contribuir a desarrollar las soluciones que han de ponerse en marcha. Por ello, nos hemos ordenado para articular los intereses generales del sector, con el fin de exigir que el castañar figure en la agenda y que las entidades competentes pongan en marcha medidas ágiles y eficaces que aborden los problemas descritos, teniendo en cuenta la envergadura del importante reto que debemos abordar entre todos, el futuro de la Sierra de Huelva.
Desde hace tiempo las entidades que formamos parte de la Plataforma Onubense de Defensa del Castañar estamos avisando sobre la debilidad del ecosistema que representa el Parque Natural Sierra de Aracena y Picos de Aroche. El símbolo del Parque está en la UCI sin que exista de momento una estrategia clara para su conservación. En las dos últimas legislaturas, de distinto signo político, un Plan Estratégico pendiente de aprobar, algunas actuaciones menores y puntuales muy necesarias pero insuficientes, y un nuevo Plan aún por definir y dotar.
Esta situación probablemente se debe a la creencia de algunos de que el castañar se cría solo, sin la necesidad de cuidados, y que siempre va a estar ahí, independientemente de lo que hagamos. También puede ocurrir que se considere que es un problema ajeno, que afecta a una minoría de agricultores, que no tienen peso real en la economía, por lo que no es un tema relevante.