Andalucía Opinión y blogs

Sobre este blog

La portada de mañana
Acceder
Puigdemont estira la cuerda pero no rompe con Sánchez
El impacto del cambio de régimen en Siria respaldado por EEUU, Israel y Turquía
OPINIÓN | 'Pesimismo y capitalismo', por Enric González

Lo que tiene que celebrar Málaga Ahora

Ángel Rodríguez Ramírez y Margarita Reyes Cabello

0

Un año se cumple del comienzo de una etapa completamente nueva en la política local malagueña en lo que llevamos de democracia. Después de 40 años, casi siempre de mayorías absolutas del bipartidismo (la excepción fue la legislatura 1995-1999), un ayuntamiento mucho más plural empezaba a trabajar en 2015 con 5 grupos políticos y un gobierno en minoría, escenario desacostumbrado.

Parecía que los grupos municipales de la sexta capital española iban a tener que ponerse de acuerdo para resolver de una vez los problemas de la gente. O eso creíamos,  ya que por primera vez la pluralidad social se reflejaba mínimamente en la institución más cercana a la ciudadanía. Esa institución tendría que funcionar mediante la cooperación, y no desde el enfrentamiento; mediante el entendimiento, y no desde la imposición; mediante el diálogo, y no desde el rodillo de la mayoría absoluta, obligado el gobierno local por la nueva configuración del pleno.

Se diría que el trabajo de la oposición municipal iba a resultar por fin más útil que en esos 40 años. Así lo creímos mucha gente, seguramente con una ingenuidad alimentada por la ilusión y la esperanza de que Málaga fuera esa ciudad digna para toda su gente, que tanta falta hace. No iba a tardar en bajarnos del guindo la tozuda realidad de un gobierno que en absoluto se ha enterado de la pérdida de su mayoría absoluta ni de ese nuevo escenario proclive al acuerdo y el consenso por el bien común de una ciudadanía que así lo demandaba en mayo de 2015.

Y es que la práctica totalidad de las iniciativas de la oposición que en el primer año de legislatura han contado con el respaldo del pleno duermen en un cajón del gobierno de De la Torre, pese al claro beneficio social que habrían supuesto. Lo dejó bien claro el portavoz municipal, Mario Cortés, a mitad de legislatura, cuando espetó al resto de grupos: “No vamos a cumplir sus mociones aunque se aprueben por mayoría del pleno”.

Con todo, la gran noticia de esta legislatura fue la entrada en la escena institucional, aupada por el voto nada menos que de 30.000 personas, de una plataforma ciudadana municipalista creada escasamente un año antes, Málaga Ahora. Llamada en un principio Ganemos Málaga, fue, de hecho, la primera experiencia municipalista del país que se constituyó siguiendo los pasos de Guanyem Barcelona, a iniciativa de un grupo de activistas de la más diversa procedencia sociopolítica, ya fueran partidos, movimientos sociales o ciudadanía no organizada.

Lo que caracterizaba aquel proceso, que arrancaba con el verano de 2014, fue la presencia activa de amplios sectores sociales ajenos hasta ese momento, e incluso alérgicos, a lo electoral. En aquellas primeras asambleas había gente de la Marea Verde, del Partido X, de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, del Movimiento por la Democracia, del Partido Humanista, de la Casa Invisible, de Podemos, de Equo, del Frente Cívico Somos Mayoría, de la Marea Blanca, de la Marea Naranja, de IU (que luego seguiría su propio camino) y de otras organizaciones sociales y vecinales.

Así, la posibilidad de que tan diferentes corrientes y movimientos confluyeran en busca del común suponía una novedad, pero lo que en realidad otorgaba al proceso un carácter absolutamente histórico era que adoptaba como medio y como fin el empoderamiento ciudadano a través del consenso. Esto significaba que ninguna aportación quedaba fuera o, dicho de otro modo, era derrotada en una votación. Ganemos fue la reactivación de una ciudadanía aletargada durante décadas, lo que resultó posible gracias al movimiento 15M y a la perentoria necesidad de encontrar herramientas para una transformación social que mejorase la calidad de vida de nuestras comunidades.

Esta meta sólo se podía alcanzar mediante un triple empoderamiento: como individuos, en las instituciones y desde la comunidad. La participación de esa ciudadanía en la construcción de Ganemos fue mucho más allá de la mera y acostumbrada aprobación de las propuestas que apoyara una mayoría. Por el contrario, la nueva organización trabajaba desde la sinergia, la integración y la síntesis de todas las propuestas. La pluralidad y la diversidad, por tanto, no fueron obstáculos a superar, sino valores a fomentar. De ahí que no surgieran minorías ni corrientes internas para influir en la toma de decisiones.

Todo el proceso deliberativo pasaba, así, por una fase de síntesis previa a la de decisión, con su correspondiente comisión técnica y su metodología integradora. Fue lo que se dio en llamar nueva política, aprendida y macerada en los tres años transcurridos desde el movimiento 15M. Ningún acuerdo entre organizaciones, ningún impulso financiero y, sobre todo, ninguna reunión de ejecutivas o de despachos llevaron a la creación de Ganemos Málaga, lo que constituye un hecho completamente inédito en la política malagueña.

El intento sincero de integrar todos los discursos y presencias marcaba el camino de preparación de las asambleas, espacios más plurales de deliberación y decisión colectiva, donde la votación no era necesaria o era un mero formalismo. Era la democracia 2.0. o lo que en términos de marketing podría llamarse excelencia democrática. Íbamos más allá de la fría y mera aritmética del cómputo de votos. Estábamos construyendo desde la transversalidad, la horizontalidad y la búsqueda constante del común, es decir, desde la alegría y la ternura, nuevos valores en el panorama político, gracias a los cuales nunca hubo ganadores y perdedores en el proceso de fundación de Ganemos Málaga.

Ya en pleno tramo final de la carrera hacia las elecciones municipales esos valores se consolidaron con la elaboración y aprobación, de nuevo por consenso, de nada menos que el programa electoral, el código ético, el modelo organizativo interno y el reglamento de primarias, es decir, las que podrían denominarse “leyes básicas” de un movimiento ciudadano que luego, por motivos de registro, tuvimos que llamar Málaga Ahora. Otro de nuestros valores, la coherencia, nos llevó a integrar los medios en los fines, como ocurrió también con el último (¿o penúltimo?) hito histórico que protagonizábamos en aquella primavera ilusionante: nuestras concejalías en el Ayuntamiento serían ocupadas por personas que eligieron directamente, sin ningún requisito de afiliación, casi 2.000 ciudadanos y ciudadanas que votaron en nuestras primarias abiertas, sin interferencias de partidos u organizaciones externas.

Finalmente, a pesar del cambio de nombre y de la creación de un partido instrumental para evitar problemas legales, Málaga Ahora entraba con pie firme en la Casona del Parque y ocupaba 4 escaños bajo el lema “No venimos a defender una ciudad digna, democrática y ecológica. Venimos a construirla”. Y en ello, dos años después del inicio de esta iniciativa, seguimos trabajando, desde abajo, desde la experiencia y el fortalecimiento de lo local, desde la autonomía, la diversidad, el consenso y la ética, para contribuir a reformar este sistema defectuoso que genera injusticia e impide la vida digna de todos y todas las habitantes de esta ciudad. Eso sí, los mimbres con los que tejer ese cesto deben seguir siendo los principios y los métodos que dieron vida a Málaga Ahora y a las experiencias ciudadanas que hoy gobiernan municipios como Madrid, Barcelona, Zaragoza o Coruña. En resumen, hay un antes y un después en Málaga Ahora. El futuro de aquí a tres años será ganar o no esta ciudad, según queramos crecer.

Ángel Rodríguez Ramírez y Margarita Reyes Cabello son activistas del Foro de Sostenibilidad y Medio Ambiente de Málaga Ahora

 

Un año se cumple del comienzo de una etapa completamente nueva en la política local malagueña en lo que llevamos de democracia. Después de 40 años, casi siempre de mayorías absolutas del bipartidismo (la excepción fue la legislatura 1995-1999), un ayuntamiento mucho más plural empezaba a trabajar en 2015 con 5 grupos políticos y un gobierno en minoría, escenario desacostumbrado.

Parecía que los grupos municipales de la sexta capital española iban a tener que ponerse de acuerdo para resolver de una vez los problemas de la gente. O eso creíamos,  ya que por primera vez la pluralidad social se reflejaba mínimamente en la institución más cercana a la ciudadanía. Esa institución tendría que funcionar mediante la cooperación, y no desde el enfrentamiento; mediante el entendimiento, y no desde la imposición; mediante el diálogo, y no desde el rodillo de la mayoría absoluta, obligado el gobierno local por la nueva configuración del pleno.