En Abierto es un espacio para voces universitarias, políticas, asociativas, ciudadanas, cooperativas... Un espacio para el debate, para la argumentación y para la reflexión. Porque en tiempos de cambios es necesario estar atento y escuchar. Y lo queremos hacer con el “micrófono” en abierto.
Desaparecidos, terraplanistas y tribus
- Tierra llamando a Sánchez.
- …
- ¿Presidente?
- [ruidos ininteligibles]
- Señor Sánchez, España entera le está esperando.
- …
Caminamos a oscuras. En modo manual, sin asistencia. No hay mando único, ni comité de expertos que dé un mínimo de sensación de seguridad. El presidente del Gobierno se considera un funcionario, y no perdona sus merecidas vacaciones ni tan siquiera cuando la peor pandemia del último siglo regresa con niveles de contagio que hace cuatro meses nos mantenía recluidos en casa, confinados.
Caminamos a oscuras, huérfanos, con la sensación de que los errores volverán a repetirse, sin autocrítica, sin rendición de cuentas y sin la dignidad necesaria para reconocer siquiera el número de fallecidos; pagando la juerga de los que preferían recuperar a toda costa el tiempo perdido creyéndose inmunes. O de los terraplanistas, que creen que la salvación está en el espíritu. Y en Miguel Bosé.
Es curiosa la falta de certezas, el exceso de inconsciencia y el enorme volumen de críticas y reivindicaciones a todo lo que suene a autoridad pública. Censuramos la dejación de funciones del Gobierno de Sánchez. Apelamos a la responsabilidad social como si nos encomendáramos a la divinidad, con fe pero sin mucha esperanza, o viceversa, viendo cómo unos piensan en mociones de censura, otros levantan muros de humo para no dar la cara y otros, simplemente, ni están ni se les espera.
Nos manda un Gobierno que se sabe cadáver. Que, dando ya la legislatura por perdida, resignado al tsunami que viene, bracea desesperadamente para mantenerse a flote y aplacar con dinero de Europa el hambre, el paro y la desesperación de millones de personas. El Plan Sánchez: sobrevivir a costa de todos.
Sánchez juega sus cartas pensando que la moción de censura anunciada por Vox será estéril y le reforzará (acierto), que su socio de Gobierno y vicepresidente se inmolará, víctima de su propia arrogancia y de la “solidaria” corrupción que define a su partido (acierto), que la gente no tendrá memoria (error) y que los fondos europeos bastarán para seguir vivo (grave error). Por eso sigue en la playa, ajeno al incendio que arrasa el país. Otra vez.
La pandemia ha ratificado un axioma clásico de la comunicación de crisis: quien se aferra a la verdad y la defiende con valentía aunque duela, crece. El que juega con las cifras y el humor social, se hunde.
Ya no existe la guerra clásica de ideas. Todo ha degenerado en una guerra cultural donde la base no es el argumento, sino la pertenencia a un bando. Ya no hay batallas dialécticas, sino barricadas de fanáticos. Lo cual es más cómodo: ya no te censuran por lo que dices, sino por lo que eres. Pero también más peligroso: son los propios partidos los que destierran la reflexión, la razón y la verdad, y la sociedad lo interpreta como una barra libre sin respeto a la política, a las personas ni a las instituciones. Manda la tribu, y si te atreves a discutir el credo de la tribu que manda, te condenan. Solo basta que un presidente ocioso coja el móvil de la toalla y dé la orden.
- Tierra llamando a Sánchez.
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