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¿Quién miente?

Carmen Manzano

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En la Noche en Blanco de Málaga, mataron cinco animales.

Ni tan siquiera voy a incidir en que lo considero una crueldad innecesaria en una noche de cultura y familia; ni tan siquiera voy a incidir en lo macabro de la “mascota Adrián”, una recreación de un pobre niño fallecido de cáncer, repartiendo globos por el ruedo; ni tan siquiera voy a incidir sobre que en una plaza con aforo de catorce mil personas, apenas llegaban a las dos mil; ni tan siquiera voy a incidir sobre lo que me parece que se invierta dinero público en que unos pocos se diviertan a costa de la tortura y muerte legal de seres vivos; ni tan siquiera voy a incidir en que se recogieran más de ocho mil firmas en contra de la celebración legal de tan cruel y sangriento espectáculo.

En nada de eso voy a incidir. Simplemente quiero preguntar: ¿QUIÉN MIENTE?

¿Miente la Escuela Taurina cuando afirma que nunca dijeron que no se iba a matar a los animales? ¿Había dos espectáculos distintos? En los carteles, que los tengo, pone claramente que eran “muertes simuladas” y a no ser que esos pobres animales fueran actores con los premios Goya y una gran capacidad para simular, allí se mataron los animales. Las personas que estuvieron sólo vieron un espectáculo con la muerte de los animales y que acabó con el “maestro” y un montón de niñas dando la vuelta al sangriento ruedo.

¿Mienten el presidente de la Diputación y la concejal de Cultura cuando me aseguraron que no se mataría más que el toro que lidiara el “maestro”?

Para averiguarlo, habría que conocer qué permiso se solicitó a la Junta de Andalucía, si ese permiso era para matar a todo lo que se pusiese en el ruedo o sólo el que lidiara el “maestro para deleite de los asistentes”.  La LIDIA, según el diccionario y en su acepción de tauromaquia, se define textualmente como “conjunto de suertes que se practican en el toro desde que se le da suelta del toril hasta que se le arrastra”. Si los erales fueron arrastrados, no creo que se arrastrasen vivos, y si se arrastraron muertos, está claro que la lidia no es con muerte simulada. La lidia termina con la muerte, una de las “suertes” de la tauromaquia y el arrastre; el toro, en este proceso, disfruta de muchas más “suertes”, banderillas, picas, estoques, y si es manso, que es lo peor que puede ser un toro de lidia, pues entonces tiene más “suertes” aún, porque se le ponen las banderillas de castigo, por malo.

En cualquiera de los dos casos, alguien miente.

¿Engañó la Escuela Taurina Provincial, promotora del evento, a la Diputación y al Ayuntamiento cuando por estas instituciones se me aseguró que no se mataría nada más que el toro que tuvo la mala suerte de ser “deleite” de los asistentes? ¿Y las engañó cuando en realidad había pedido autorización para matarlos a todos? Y también a los malagueños que vimos los carteles.

¿Pidieron autorización únicamente para matar a un toro y los mataron a todos? En este caso, estarían yendo más allá del permiso solicitado a la Junta, y la Junta debería actuar como administración “toreada”.

Queremos saber la verdad de todo lo que allí pasó; queremos que dejen de jugar a la confusión y al oscurantismo. ¿Tienen algo que ocultar? En la escuela taurina, que pagamos entre todos, por lo que se ve, aparte de enseñar a matar, también enseñan otras disciplinas.

La mentira, decía mi abuela, tiene las patas muy cortas; y también decía que con la verdad se va a todas partes.

Queremos saber la verdad, queremos saber porqué todo lo que se relaciona con el toreo siempre es tan oscuro y tan difícil de ver.

Carmen Manzano, presidenta de la protectora de animales de Málaga

En la Noche en Blanco de Málaga, mataron cinco animales.

Ni tan siquiera voy a incidir en que lo considero una crueldad innecesaria en una noche de cultura y familia; ni tan siquiera voy a incidir en lo macabro de la “mascota Adrián”, una recreación de un pobre niño fallecido de cáncer, repartiendo globos por el ruedo; ni tan siquiera voy a incidir sobre que en una plaza con aforo de catorce mil personas, apenas llegaban a las dos mil; ni tan siquiera voy a incidir sobre lo que me parece que se invierta dinero público en que unos pocos se diviertan a costa de la tortura y muerte legal de seres vivos; ni tan siquiera voy a incidir en que se recogieran más de ocho mil firmas en contra de la celebración legal de tan cruel y sangriento espectáculo.