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SOSTENIBILIDAD

El riesgo de los proyectos mineros del Guadiana, el Condado y el Algarve

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Los proyectos mineros de Valdegrama y Romanera afectarán, de llevarse a cabo, a Sierra Morena occidental y Alentejo el primero y al Andévalo y Algarve el segundo. Valdegrama afectará a huertas centenarias y frondosas dehesas de encinas, alcornoques, quejigos y castaños que lindan con el Parque Natural de Aracena y Picos de Aroche, y con el Paraje Natural de Sierra Pelada y Rivera del Aserrador, una de las principales reservas del buitre negro en Europa. Romanera se situará en lo que hoy son dehesas apaisadas y afectará al Lugar de Interés Comunitario Andévalo Occidental, que pertenece a la Red Natura 2000, además de a la Dehesa de Paymogo, incluida en el Plan Especial de Protección del Medio Físico y Catálogo de Espacios y Bienes Protegidos.

Las promotoras (Geoland y Emeritas Resources) pretenden extraer grafito y minerales como cobre, níquel y otros. Por tanto, aparte del grafito, se trata de minería de sulfuros, que es la característica de la Faja Pirítica Ibérica, una minería extremadamente contaminante, pues esparce en la biosfera azufre y metales pesados. Son sustancias que las eras geológicas concentraron en capas profundas, sin apenas contacto con el proceso de la vida. Su extracción comenzó en la que se denomina precisamente Edad de los Metales, contribuyendo al proceso civilizatorio, y de aquella minería hay vestigios en el suroeste ibérico andaluz y portugués. Pero la minería característica del industrialismo moderno alcanza una escala incomparable y tiene por tanto un impacto ambiental de una gravedad muy superior.

Las comarcas portuguesas y andaluzas por cuyo subsuelo discurre la Faja Pirítica acumulan sobrada experiencia de los aciagos efectos del extractivismo minero: lluvias ácidas, erosión y desertificación de suelos y, sobre todo, contaminación de aguas superficiales y subterráneas por drenaje ácido, con efectos acumulativos en el tiempo. Ahí están los ejemplos del río Sado, contaminado por la mina de Aljustrel, de la Ribeira do Mosteirão, afluente alentejano del Chanza, contaminada por la de Sâo Domingos; los ríos Odiel y Tinto, con concentraciones tóxicas en determinados tramos aptas solo para bacterias extremófilas; o el río Guadiamar, que anegó de lodos en 2008 la rotura de la balsa minera de Aznalcóllar. Después, la Junta de Andalucía lo ha declarado “Corredor Verde”, pero permanece la prohibición de pescar, cazar y pastar hasta las mismas puertas del Parque Nacional de Doñana. Porque la contaminación en la minería de sulfuros no cesa con el cese de la mina, sino que continúa por siglos, con extraordinaria pertinacia en ríos y acuíferos.

La devastación ambiental de la minería de sulfuros empobrece y dificulta alternativas, por más que algunos proyectos turísticos -con fuerte apoyo público- pretendan ahora llevarnos “de Rio Tinto a Marte”

Es por esta pertinacia que en el Alentejo portugués y en Andalucía Occidental tenemos ya una pesada herencia de la minería trasnacional, no de activos financieros, sino de pasivos ambientales y postración social. Es tan grave la huella de siglo y medio de minería en nuestra tierra que no solo hemos perdido la vida de nuestros ríos, la abundancia de arboledas autóctonas y una diversa y rica actividad agropecuaria, sino la memoria de que fue así, como demuestran estudios de historia ambiental y de evolución hidrogeológica de los que comenzamos a disponer. El efecto de tanta pérdida es el resignado aplauso de muchos cuando anuncian otra mina que continúe el monocultivo minero. ¿Qué ha quedado en nuestra tierra en siglo y medio de intensa extracción? Nada o casi nada del fulgor de los metales, sino dependencia servil al monocultivo. Porque la devastación ambiental de la minería de sulfuros empobrece y dificulta alternativas, por más que algunos proyectos turísticos -con fuerte apoyo público- pretendan ahora llevarnos “de Río Tinto a Marte” colocando astronautas de plástico en los paisajes mineros arrasados. Un paseo por las poblaciones mineras alentejanas y andevaleñas, tan pobremente mineras, deja bien claro, a quien quiera ver, que somos “tierra de sacrificio”.

Pero el lobby minero quiere más: el presidente de PRIMIGEA, Javier Targhetta, prevé que el área doblará su producción en diez años y el presidente de AMINER Luis Vega, se ha mostrado muy satisfecho con los “avances” legales de la Junta de Andalucía para abrir minas. El afán extractivista se ha extendido a las jefaturas de los partidos ibéricos, que en algún caso callan, pero en general aplauden el júbilo de los mineros. Baste el ejemplo de los presidentes español y portugués, que en la Cumbre Ibérica celebrada en Guarda en 2020 se congratulaban del “resurgir” minero ibérico.

Valdegrama y Romanera van en esta línea, pero deben ser denunciados con énfasis especial, pues su realización supondría sobrepasar una de las últimas “fronteras de la extracción” del suroeste ibérico: porque necesitarán un consumo extra de agua para las operaciones mineras, agravando la ya tensa disputa por ese bien común (que no “recurso económico”). Pero más aún porque el consustancial drenaje ácido de la minería de sulfuros amenazará los pocos cursos de agua y acuíferos que han permanecido a salvo, comprometiendo, a ambos lados de la frontera, la calidad del agua para consumo humano y otras actividades económicas. Veámoslo:

El proyecto Valdegrama se sitúa en el nacimiento de tres cursos de agua y sobre la perpendicular del acuífero Aroche-Jabugo. Este acuífero es una de las dos reservas de agua más importantes de la Sierra Morena onubense. Hasta hoy ha permanecido a salvo de metales pesados, pero Valdegrama lo amenaza. El peligro para los ríos de este proyecto es la misma gravedad: la ribera de Alcalaboza es cristalina y frondosa hasta su desembocadura en el Chanza. Y solo esta ribera y el curso alto y medio del Chanza permanecen a salvo del drenaje ácido de mina entre todos los afluentes importantes del curso bajo del Guadiana. Su contaminación los sumaría a la lista de ríos enfermos o muertos del suroeste ibérico y, dado que suponen el aporte fundamental de agua limpia al embalse del Chanza, comprometerían la salud del agua del Guadiana y el abastecimiento del Algarve y Condado y Costa onubenses.

Las autoridades portuguesas, andaluzas y españolas tienen que oír a quienes queremos seguir viviendo aquí y que lo hagan nuestros hijos

Valdegrana afectaría también al Barranco de las Vegas, tributario del Olivargas, uno de los pocos cauces cristalinos que quedan en la cabecera del Odiel. El embalse de Olivargas abastece a la comunidad de regantes del Andévalo Occidental, por lo que Valdegrama es objetivamente una amenaza para esa comunidad de regantes. Por lo demás, la contaminación del Barranco de las Vegas supondría completar la polución de toda la cuenca del Odiel.

Por su parte, el proyecto Romanera amenaza al embalse Andévalo. De llevarse a cabo, sus residuos, ya sea que queden en escombreras, en sarcófagos, en galerías o en balsas de relaves, drenarán antes o después hacia el embalse por el cauce del río Malagón. Este embalse es el mayor de Huelva y el segundo en el curso bajo del Guadiana, después de Alqueva. Sumados los embalses Andévalo y Chanza suponen más del 65% de las demandas de la Huelva.

Las multinacionales mineras juran que no contaminan, que “eso era antes”, que hoy la “tecnología punta” permite una minería inocua. Pero la ciudadanía y las autoridades públicas no deberíamos permitirles esa baladronada. Parar estos desafueros es vital, y así lo entiende la plataforma Alcalaboza Viva y así lo han entendido los alcaldes de Paymogo y Puebla de Guzmán, que han rechazado la prospección minera en Romanera.

Las autoridades portuguesas, andaluzas y españolas tienen que oír a quienes queremos seguir viviendo aquí y que lo hagan nuestros hijos, y con esa esperanza instamos a la Comisión del Convenio de Albufeira a que intervenga, pues las dos proyectadas minas tienen repercusiones transfronterizas.

Juan Diego Pérez, Profesor de Historia Económica, Universidad de Huelva

Paulo Guimarâes, Profesor de Ciencia Política, Universidad de Évora

Antonio Eloy, escritor, Coordinador do Observatorio Ibérico de Energía

María Jesús Beltrán, Profesora de Economía, Universidad Pablo de Olavide

Manuel Delgado, Catedrático de Economía, Universidad de Sevilla

Maika Zampier, Profesora de Secretariado, Universidad Federal de Paraiba

Padro Soares, Expresidente da Comissâo Parlamentar de Ambiente.

Félix Talego, Profesor de Antropología, Universidad de Sevilla.

Acacio Pires, representante de ZERO

Los proyectos mineros de Valdegrama y Romanera afectarán, de llevarse a cabo, a Sierra Morena occidental y Alentejo el primero y al Andévalo y Algarve el segundo. Valdegrama afectará a huertas centenarias y frondosas dehesas de encinas, alcornoques, quejigos y castaños que lindan con el Parque Natural de Aracena y Picos de Aroche, y con el Paraje Natural de Sierra Pelada y Rivera del Aserrador, una de las principales reservas del buitre negro en Europa. Romanera se situará en lo que hoy son dehesas apaisadas y afectará al Lugar de Interés Comunitario Andévalo Occidental, que pertenece a la Red Natura 2000, además de a la Dehesa de Paymogo, incluida en el Plan Especial de Protección del Medio Físico y Catálogo de Espacios y Bienes Protegidos.

Las promotoras (Geoland y Emeritas Resources) pretenden extraer grafito y minerales como cobre, níquel y otros. Por tanto, aparte del grafito, se trata de minería de sulfuros, que es la característica de la Faja Pirítica Ibérica, una minería extremadamente contaminante, pues esparce en la biosfera azufre y metales pesados. Son sustancias que las eras geológicas concentraron en capas profundas, sin apenas contacto con el proceso de la vida. Su extracción comenzó en la que se denomina precisamente Edad de los Metales, contribuyendo al proceso civilizatorio, y de aquella minería hay vestigios en el suroeste ibérico andaluz y portugués. Pero la minería característica del industrialismo moderno alcanza una escala incomparable y tiene por tanto un impacto ambiental de una gravedad muy superior.