Melodía se ruboriza al ser preguntada por su original nombre. Cayetano se esmera con el romero. Antonio lleva tanto tiempo en el centro que los monitores le tienen que preguntar a él, afirma orgulloso. Carmen, la cocinera, dice que a veces tiene que reñirles, pero siempre “desde el cariño”. Rosario añade que, “mientras no demos la lata”, todo está bien. La primera impresión al entrar en el Centro Ocupacional que la asociación Aspanri-AspanriDown tiene en Mairena del Aljarafe (sevilla) es la calma y tranquilidad que se respira.
Ayuda a ello la presencia de plantas y hortalizas cuidadas por las más de 40 personas con discapacidad intelectual que integran este lugar. La amplitud y frescura del edificio donde se ubica, premiado como uno de los más sostenibles de Europa en 1990, también. Los cuatro monitores que día a día acompañan a estas personas, todas mayores de edad, tratan de conseguirles un mayor grado de desarrollo personal, autonomía e integración social.
Esquejes, semilleros, macetas y sustratos ocupan el tiempo de todos ellos todas las mañanas. Un autobús recoge a los que tienen más dificultad para desplazarse. Su esfuerzo tiene recompensa. Viveros Aspanri, perteneciente al Centro Especial de Empleo Aspanri, colidante con el centro ocupacional, se nutre de buena parte de las plantas que cuidan las personas discapacitadas y cuyos ingresos revierten en la asociación para ayudar a mantenerla viva. Su otra gratificación está en recoger la fruta y verdura que siembran, siempre bajo la mirada de los monitores, y que les cocina Carmen. “Algunos salen del sistema escolar y no tienen nada”, señala Antonio, el director del centro.
“El melón lo hemos abierto demasiado pronto. Como sabe a pepino, lo aprovecharemos para ensalada”, comenta Carmen. Pimientos, tomates, guindillas o berenjenas esperan su momento en las ordenadas parcelas. “Las actividades sirven para inculcarles unas pautas de comportamiento adecuadas”, explica Guillermo, uno de los monitores. A Cayetano se le va la vida en los mimos hacia su planta de romero. Es de los más veteranos del lugar. Lleva desde 1977 en el centro, que hasta 1991 se ubicaba en el barrio sevillano de Heliópolis.
Antonio es otra “historia viva” de la asociación. Con 38 de sus 68 años en el centro, recuerda cuando se dedicaban a la marquetería y llevaban uniformes de trabajo para ejercer la labor. “Soy de los que tengo más paciencia y aquí lo que más hago es plantar las semillas”, señala satisfecho de su larga trayectoria.
La planificación con estas personas de discapacidad leve y moderada es fundamental. Todas las mañanas se reúnen para establecer las rutinas del día y distribuir los trabajos a realizar (limpiar los talleres, ayudar en el comedor, regar el huerto, etc.). Al final de la jornada, antes del almuerzo, llega la autoevaluación. Los integrantes del centro se juzgan a sí mismos acerca de cómo ha discurrido la mañana y si se han comportado de acuerdo a criterios como el respeto, la eficiencia o la colaboración con los compañeros. “A veces es poco real -dice Guillermo, sonriendo, por la frecuente generosidad con ellos mismos a la hora de evaluarse- pero se trata principalmente de hacer un ejercicio de autocrítica”. No es poca cosa para los tiempos que corren.