Francisco Casero (Marchena, Sevilla, 1948) es, como muchos andaluces, hijo de la emigración. Tuvo que marcharse con sus padres a Menorca cuando tenía 10 años, pero volvió a los 24. Solo. Porque quería comprometerse con su tierra. Lleva el asociacionismo en las venas. Con 6 años ya había montado una asociación infantil en su pueblo. Líder del movimiento jornalero, fundó el Sindicato de Obreros del Campo; participó en la construcción de la autonomía de Andalucía, también en el Plan Forestal Andaluz; y las últimas dos décadas ha sido presidente de la Asociación Valor Ecológico (antiguo Comité Andaluz de Agricultura Ecológica), que con más de 10.000 socios es otra de sus hijas en su compromiso con el medioambiente. No se jubila. El día de esta entrevista ha tenido su primera reunión a las 6.30 horas. Su próximo proyecto: una fundación para dignificar la vida en el campo, que se presentará el 24 de noviembre en Baena (Córdoba), en el marco de los Premios a la Investigación y Defensa en Producción Ecológica.
Defina los objetivos de esta fundación.
Pretendemos que sea un instrumento muy importante, que estará por encima de cuestiones de funcionamiento diario de una organización como puede ser la Asociación Valor Ecológico, para marcar las pautas de un mundo rural de ilusión y orgullo. Será para la defensa de la gente del campo, es decir, de su reconocimiento social, de su dignidad, de su autoestima. Tocará también los valores. Va a aglutinar a gente de todos los sectores.
¿Cómo se va a llamar?
Todavía no tenemos decidido el nombre. Nos estamos reuniendo ahora para terminar de elaborar los estatutos y entonces se definirá. Estamos en pleno proceso de debate sobre sus objetivos y planteamientos.
Nace bajo el paraguas de la Asociación Valor Ecológico, pero ¿es independiente de esta?
Sí, totalmente. La fundación tiene un objetivo más amplio, aunque lógicamente nace del pensamiento y los principios con los que se creó la Asociación Valor Ecológico.
¿Tiene ambición nacional?
Y no sólo nacional. En el momento en que la Unión Europea permita las fundaciones de carácter europeo, pretendemos que sea reconocida en todo el ámbito de la UE.
¿Qué interés ha despertado el proyecto entre los posibles patronos?
Bastante, estoy sorprendido por la respuesta, desde todos los puntos de España. Los patronos serán la pata fundamental, porque la fundación no busca participación pública, para mantener así su independencia. Para nosotros, la defensa del campo es sagrada y es importante que mantengamos esa distancia para poder reivindicar sin reparos. Las empresas del sector serán su pilar.
¿Puede enumerar algunas de las que han mostrado su disposición a participar?
Son muchas, algunas muy importantes, pero prefiero reservarme esa información hasta que eche a andar el proyecto. Nos ha ayudado que la Asociación Valor Ecológico tenga una trayectoria muy reconocida.
Pretende ser una nueva voz del campo, ¿qué reclamaciones más urgentes harán?
Precisamente en el tema de la empresa es importante alertar del exceso de burocracia, algo que la nueva presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, reconoció en su discurso de investidura. Y es que realmente está impidiendo que aquí se puedan desarrollar mucha actividad económica en un sector tan importante como el agroalimentario. Queremos que este tema sea abordado en firme, con un compromiso, marcándose un plazo con un objetivo, por ejemplo la reducción de la burocracia en un 25%. Lo que no puede ser por ejemplo es que en tema de urbanismo haya nada menos que 147 normas. Eso crea una ambigüedad de tal magnitud que las empresas se ven frenadas.
Normas que además tocan por igual a todas las empresas…
Exacto. El sistema es absurdo en muchos casos, como pedir un informe de impacto acústico para una bodega. Mire usted, una bodega no hace ruido. Más ruido hace un tractor en el campo. No es un problema de ventanilla única, sino de que si alguien quiere hacer una inversión, no puede estar supeditado a un mecanismo en el que se tarda un montón de tiempo. Pero, además, las empresas familiares tienen las mismas exigencias que las grandes y eso es inasumible y desanima a cualquiera.
Ha criticado en ocasiones las políticas europeas, ¿qué cree que está fallando sobre todo?
La PAC no puede seguir siendo lo que es hasta ahora. Muchas veces no somos conscientes de que viene de unos presupuestos y hay unas presiones cada vez mayores en contra de los mismos. ¿Por qué? Porque tendríamos que responder a esos contribuyentes aportando desde el sector agrícola y ganadero la garantía de que somos sostenibles con el medioambiente y buenos para su salud. Hagamos una PAC cada vez más verde. Pero ojo, no se puede poner el sello de verde a todo. Hay que ver que detrás existe realmente un compromiso con este modelo. Para eso es muy importante que el comisario de Agricultura no esté aislado, sino que tenga el apoyo del de Medioambiente y del de Salud, es decir, que haya alianzas.
¿Cómo influye esto en los desequilibrios territoriales?
La PAC debe ir corrigiendo los desequilibrios territoriales, y por tanto, no puede seguir igual, porque por ejemplo el mantenimiento del sector en el interior es muchos más difícil que en el litoral. Hace falta una discriminación positiva o se seguirá despoblando el interior. La producción ecológica es la mejor respuesta. Pero todavía le tenemos miedo, siendo España y Andalucía la mejor referencia de Europa en producción ecológica.
Ya que habla de producción ecológica, ¿por qué cree que la asignatura pendiente sigue siendo el consumo? Ya que más del 90% se exporta.
Eso es lógico, la demanda está fuera, porque no tenemos cultura de ese tipo de consumo. No es un problema de precio, sino de darle importancia a la alimentación. También por la falta de acceso. No terminamos de abordar el tema de los mercados locales en los que ofrecer estos productos ecológicos, para darles facilidades a los vendedores y también a los compradores.
¿Cómo ve la cuestión de los productos transgénicos?
Ocurre que mientras Europa tiene sus reticencias, en España estamos supeditados a los intereses de las multinacionales y es sorprendente y muy negativo, porque los transgénicos no están aportando absolutamente nada para el tipo de desarrollo que nuestra sociedad exige cada vez más.
¿Qué le parece que la Consejería de Agricultura ya no vaya unida a la de Medioambiente?
Ha sido una pena porque la unidad de las dos consejerías, que era un paso muy importante, no se ha sabido desarrollar y no se ha creado opinión pública en este sentido. Hemos perdido una gran oportunidad.