“Cada peldaño ganado es un triunfo global”, afirman empresarias sobre los avances que el emprendimiento en femenino ha alcanzado en los últimos años. En cooperativas y sociedades laborales, sobre todo. La economía social andaluza se propone como soporte del empleo y también aparece como referencia en el fomento de la cultura de la igualdad de género. Y las cifras dicen que de cada 100 emprendedores, 70 corresponden a proyectos de mujeres, que ocupan casi el 50% de los empleo del sector. Empresas que fijan sus conquistas en valores como trabajo en equipo, integración, compromiso personal y social y, sobre todo, conciliación de la vida laboral y familiar.
Estos modelos mercantiles, en los años de crisis económica, han destruido menos empleo en comparación con otros sistemas tradicionales. Están integradas en organizaciones como la Federación Empresarial Andaluza de Sociedades Laborales (FEANSAL), la Federación Andaluza de Empresas Cooperativas de Trabajo (FAECTA), la Federación Empresarial de Mujeres para la Economía Social de Andalucía (FEMPES) o la Confederación de Entidades para la Economía Social de Andalucía (CEPES-A). Desde ahí defienden los derechos de las mujeres y promueven la cultura de la igualdad de género.
Eva Guzmán es miembro de Kronia, una cooperativa dedicada al desarrollo de productos, servicios y software para los sectores industrial, de construcción –en edificios singulares– y de energías renovables. Pertenece a FAECTA y llegó a la economía social desde la empresa privada. “Las circunstancias nos llevaron a decidir que había llegado el momento de gestionar nuestro propio trabajo”, sostiene. Así surge en 2007 una experiencia “plenamente positiva”, un proyecto que encaran con altas dosis de “responsabilidad” y conscientes de tener “la información y la capacidad necesaria para tomar decisiones sobre tu vida laboral”. Es decir, de ganar “una parte muy importante de tu vida”. Dice que la mujer aporta al mundo empresarial “una mirada diferente”. Una visión distinta a los problemas y soluciones diferentes. Aunque el emprendimiento en femenino se enfrenta, aún, “a muchos prejuicios, normas establecidas más por costumbre que por verdaderas creencias”, ella y sus socios trabajan con “horarios flexibles y por objetivos, no nos ceñimos a un horario rígido en oficina, a un presencialismo improductivo”. Son “personas”, un equipo. Eva Guzmán, en resumen, lo tiene claro: “Puedo decir que Kronia me ha hecho más feliz”.
Manuela Aránega es empresaria de una consultoría de marketing estratégico, Acción MK, que asesora “en materia de propiedad y registros de marca”, incluso con proyectos internacionales, y ofrece “servicios de formación” en estas materias. Incluida en FEANSAL, es responsable de la gerencia y lidera el área comercial. Una “apasionada del marketing” que lleva “más de diez años viendo cómo el valor añadido que se puede generar con una buena gestión no era aprovechado por las empresas”. De ahí nació, en Málaga, una empresa cuya máxima es “estamos donde estás”. “Nos involucramos con cada una de las empresas con las que trabajamos, profesional y físicamente, porque nos desplazamos para conocer in situ la idiosincrasia de cada negocio”. Es su punto diferencial. Valora ser “parte activa” en la toma de decisiones “de la empresa en la que trabajas a diario” y consigue, con “profesionalidad, implicación y constancia”, que el “hecho de ser mujer ocupe un lugar secundario”. Manuela Aránega es “socia y trabajadora” y sostiene que el recorrido en la economía social le supone “aprendizaje constante, crecimiento profesional vertiginoso y mucho trabajo”.
Patro Wals, socia de la cooperativa de atención socio sanitaria Grupo El Yate, es también vicepresidenta de FAECTA. En su empresa la igualdad “es un sello de identidad”, resalta. En órganos de dirección, la sociedad prevé la inclusión de mujeres “al menos igual que la proporción de socias”, en un 90% en su caso. Representatividad real, subraya, “democracia en la gestión”. El sector en que trabajan, “los cuidados”, presenta “un componente mayoritariamente femenino”. Define el liderazgo de la mujer como “más participativo, solidario y grupal, basado en el compromiso, la empatía y el consenso”. Las cooperativas “no son ajenas a la propia sociedad en la que se desenvuelven”, contribuyen a “una mayor independencia económica y social de las mujeres” y apuestan por la conciliación familiar, personal y laboral. “Es importante que trabajemos la corresponsabilidad de hombres y mujeres”, concluye.
María Jesús Raposo pertenece a una sociedad limitada laboral, Las Libreras, formada por cinco hermanas. Asociadas a FEANSAL, cuenta que la primera motivación que les llevó al emprendimiento familiar fue “el autoempleo, quizás lo más primordial, en un mundo que nos apasiona como es el del libro”. Llegado un momento vieron “la necesidad de cambiar, de dar un giro a nuestra vida y reinventarnos”. Y lo hicieron montando una librería en Cádiz. Son socias trabajadoras que exponen “una capacidad de sacrificio muy grande” y encuentran como rémora un momento “de crisis general y crisis del libro”. La gran ventaja, no obstante, reside de nuevo en la conciliación: “La relación laboral, de la casa, nuestra vida y familia, es mejor que si estuviéramos en una empresa privada. Somos mujeres y además hermanas, estamos en el mismo barco, y sí conseguimos conciliar”. En su “librería general de fondo”, ponen énfasis en el libro infantil y juvenil “porque tiene un mayor auge y pensamos que es el futuro”. Una apuesta que complementan con “muchas presentaciones, un promedio de unos 60 encuentros con diferentes autores, y también tenemos un club de lectura”.
Lola Sanjuán participa de la empresa sevillana de economía social CKL Comunicaciones y es presidenta de la Asociación de Mujeres Empresarias Cooperativas de Andalucía (AMECOOP) y vicepresidenta de CEPES. “Somos una consultora especializada en comunicación y estrategia, una cooperativa de profesionales que apuesta por la igualdad, la innovación y el compromiso social en su modelo empresarial”, define. Un proyecto que trabaja, desde 2005, para consolidar “bases asentadas por mujeres que nos precedieron y por seguir construyendo y allanando el camino a las futuras lideresas en el marco empresarial”. Tejen así redes empresariales “que empoderen”, visibilicen el emprendimiento femenino. “En su momento era totalmente rompedor y nos ayudó a demostrar que es posible mantener una alta productividad y fidelización de clientes sin tener que renunciar a la conciliación”. Y ayudó incluso a “amplificar y captar clientes lejos de nuestro ámbito”. Porque todo influye, “todo comunica”, resume, “sólo hay que saber vender tus potencialidades y la coherencia de marca”.
Rosa María Martínez es gerente de Trajano Consultoría, una empresa de Granada que desarrolla su labor en el sector de formación profesional y capacitación. Su carrera profesional la ha desarrollado “en el campo de los recursos humanos” y es una “empresaria y trabajadora incansable” que ha convertido “el impulso de la economía social en su principal caballo de batalla”. Como vicepresidenta de CEPES-A y presidenta de la Confederación de Autónomos de Economía Social de Andalucía (CAESA), aplica esos “mismos valores” del trabajo cooperativo “sin perder el norte de la responsabilidad social en el que el capital humano y el crecimiento sostenible son los beneficios prioritarios a perseguir”. Rosa Martínez celebra que la mujer “empresaria, autónoma y líder de equipos comience a tener el sitio que le corresponde en los principales foros políticos, económicos y de gestión”. Hacen falta, eso sí, “muchos pasos que dar”, caso de la “implantación real por parte de las administraciones de medidas transversales que faciliten la conciliación, la vigilancia para la igualdad efectiva en contrataciones y distribución de puestos directivos, así como en la equiparación de salarios”. El apoyo a las mujeres emprendedoras andaluzas, “y a la creación de sus proyectos”, es crucial: “de no hacerlo, dejaríamos sin amparo a casi la mitad de los autónomos de Andalucía”.
Rosa Aguilera, socia fundadora de Zona Verde Consumibles, en Granada, dedicada al reciclaje, distribución y venta de cartuchos de impresoras, con franquicias en varios puntos de España. Es miembro de la comisión ejecutiva de CEPES, presidenta de la Asociación de Mujeres Empresarias de Sociedades Laborales (AMESAL) y forma parte del consejo directivo de FEANSAL. Lleva vinculada a la economía social “desde hace más de diez años” y gestiona las áreas de contabilidad, recursos humanos y atención al público. En este tiempo, cuenta, la presencia femenina ha tenido “una evolución constante” que ahora hace “que casi el 50% sean puestos de trabajo ocupados por mujeres, que en valores absolutos representan unos 33.800 empleos”. Datos “positivos” que se concentran sobre todo en el sector servicios “y en los ámbitos de la dependencia y la enseñanza” y menos en otros “tradicionalmente masculinizados como la construcción o la industria”. La ventaja de una mujer “que decide convertirse en empresaria” es “la independencia que adquiere”. Y un “nivel de desarrollo profesional”, apostilla, “que en un trabajo por cuenta ajena no sería posible alcanzar, rompiendo en ocasiones con el conocido techo de cristal”. Para fomentar la cultura de la igualdad, la clave está “en la educación, debería ser un valor intrínseco al ser humano que todas las personas tienen los mismos derechos y las mismas oportunidades”.
María Jesús Reina, presidenta de FEMPES, representa el ADN de la cultura del emprendimiento. La cooperativa de la que es socia, Cenfocoop, se fundó en 1991 y es una consultora de empresas “ampliamente enfocada en el área de formación”. La forma jurídica que mantienen desde hace tanto, reivindica, “es una de las fortalezas clave para la consecución de nuestros objetivos”, máxime en tiempos de recesión “en los que nos está afectando a todos la crisis económica”. Una sociedad laboral que no busca solo “la rentabilidad económica sino también la social, la capacidad de resistencia y la implicación de los trabajadores en el proyecto”. Es, por esto, un “referente” en economía social, el “modelo empresarial hacia el que se debería dirigir la economía”. Pertenece “a una generación donde era muy difícil, si habías nacido en el seno de una familia trabajadora, tener acceso a estudios universitarios”, un entorno rural que dificulta aún más la tarea. “La única alternativa que teníamos, desde muy jóvenes, era aprender a coser con un sastre o una modista en verano y trabajar en la campaña de recogida de la aceituna en invierno”. Hasta que, con 18 años y acompañada “de mi grupo de amigas, que no estábamos dispuestas a seguir la tradición que nos tocaba vivir, decidimos montar una cooperativa de confección textil”. De ahí hasta hoy. “Tengo en mi ADN la cultura del emprendimiento impregnada”, precisa.