“Puede que cuando uno ve la supervivencia de los más aptos retratada en los documentales de National Geographic le resulte entretenido. Pero cuando le ocurre a tu propia especie no tiene ninguna gracia”. Alan Weisman acaba de cumplir 67 años. No piensa en su jubilación sino, mucho más allá, en el futuro de la Tierra. Después de El Mundo sin nosotros, escrito en 2007 y donde se especulaba con un planeta sin la influencia humana, en La cuenta atrás (Debate, 2014) alerta de que la superpoblación acabará con todo. Bienvenidos a la realidad.
¿Ha empezado ya la cuenta atrás para la especie humana?
Existen muchísimas especies, innumerables. Sabemos que hay una de ellas que está ocupando más y más lugar. De hecho, el 40% de la Tierra no congelada se dedica a alimentar, por cultivo o por pastoreo, a una sola especie, la nuestra. No queda lugar para las demás y estamos llevando a cabo una extinción enorme que no tiene similitud desde que desaparecieron los dinosaurios. Y aquello fue causa de un asteroide. Ahora nosotros somos el asteroide. Los seres humanos estamos en el crecimiento más anormal de toda la historia de la biología y eso está creando un desequilibrio que la naturaleza no va a permitir.
¿Tenemos futuro en la Tierra?
Yo escribí este libro porque espero que sí, que tengamos un futuro. Pero hemos llegado a un momento de decisión, porque las crisis en términos ecológicos se nos están amontonando. Durante el siglo XXI tenemos que decidir si lo vamos a manejar nosotros o la naturaleza nos va a manejar. Lo más importante que encontré es que hay más esperanza de la que hubiera pensado porque podemos atacar un problema que únicamente hemos causado nosotros mismos. Por muy listos y muy dominantes que seamos, hemos creado cosas que han fortalecido la naturaleza pero también la estamos abrumando.
¿Cómo podemos restaurar el equilibrio?
Tenemos que manejar la cantidad de personas que hay en el mundo. Sería paulatinamente, durante las próximas dos o tres generaciones, teniendo menos hijos. Si cada pareja tiene dos hijos, se cumple la tasa de reemplazo, es decir, nos sustituimos unos a otros en número. Si se tienen dos o menos hijos, vamos a ir yendo hacia una población más sostenible.
Dice que cada cuatro días y medio hay un millón de personas más en este planeta, ¿en serio?
A mí me pareció increíble cuando lo supe. La naturaleza, sin nuestras presiones cotidianas, puede recuperarse de una manera rápida y asombrosa. Lo escribí en mi anterior libro y mi esperanza era que el lector se pusiera a pensar la manera de movernos hacia ese hipotético paisaje en armonía y no en combate mortal. Mirando datos fríos sobre nuestro impacto, busqué datos de población y encontré que cada año somos 80 millones más. Es escalofriante. Nuestras mentes no pueden asumir tal concepto. Estamos ocupando demasiado espacio, estamos creando demasiados desperdicios que van a la atmósfera y que son absorbidos por el mar, lo que nos dio vida, el primer eslabón en la cadena alimentaria. Estamos hasta cambiando, como nunca, la química marina. Entramos en un terreno de incógnito y nuestra supervivencia está en juego.
Y si no se toman medidas, ¿qué ocurrirá y cuándo?
Muchos científicos están bastante preocupados. Todos somos consumidores y, aunque intentemos consumir menos, lo que más nos agarra es nuestra adicción a la energía. Todos usamos electricidad. No tenemos una alternativa ideal a los combustibles fósiles. Hay paneles solares, turbinas eólicas, pero no a una escala tan masiva para hacer funcionar todas nuestras industrias ni para calentar todas las ciudades del mundo. Estamos echando la mayor cantidad de dióxido de carbono a la atmósfera desde hace tres millones de años, cuando los mares estaban 30 metros más altos. Todas las costas de todos los continentes estarían bastante distintos a como están hoy día. Y la mayor parte de la economía del mundo se concentra en ciudades con puerto. Eso es preocupante. Dos tercios de los humanos vivimos a menos de 250 kilómetros del mar y tenemos que pensar lo que estamos haciendo ahora.
¿Somos conscientes de ello o no nos paramos a prever estas consecuencias en un futuro, con esas cifras, no demasiado lejano?
Si fuéramos todos conscientes, no hubiera sido necesario escribir este libro sobre el que estamos hablando. Quiero intentar, junto a otros, avisar a la gente que hemos llegado a un límite que la raza de los seres humanos nunca había encontrado en su historia. Siempre podemos, como cualquier organismo, crecer y crecer. Como cualquier otra especie, fuimos creados para hacernos copias a nosotros mismos, copias extras de hecho, porque la mortalidad infantil es enorme en la naturaleza, pero los supervivientes siguen y así sobrevivie la raza. Durante el 99% de nuestra historia casi no creció la población, o muy paulatinamente.
¿Y qué ha pasado más recientemente para llegar a este extremo?
A comienzos del siglo XIX fue descubierta la vacuna contra la viruela y hubo muchos avances en la medicina y en la seguridad. Los bebés comenzaron a sobrevivir. Antes morían con muy corta edad y la esperanza de vida era de unos 40 años. Ahora vivimos el doble. La población ha ido creciendo y, ya en el siglo XX pasaron dos cosas más que realmente nos hizo explotar y duplicar la población dos veces en un solo siglo, que es una cosa única en la historia de la biología.
Antes de la Primera Guerra Mundial se consiguió una forma de sacar nitrógeno de la atmósfera y aplicarlo químicamente en los suelos. La cantidad de plantas en el mundo estaba limitada. Hoy en día podemos hacerlo sin parar. Pero el nitrógeno artificial utiliza mucho combustible fósil para su creación y ,cuando se deteriora, crea otra gas de efecto invernadero, el oxido de nitrógeno, y contamina los suelos, los ríos, etc. Pero sin el nitrógeno artificial no estaríamos aquí el 40% de nosotros. En los años 60 hubo también un milagro agrícola, la revolución verde, donde se cruzaron plantas para producir trigo, maíz y arroz con más del doble de cereales. India y Pakistán fueron los dos primeros países donde se introdujo esta revolución, ambos superpoblados, y donde ahora no se puede emplear a todos sus habitantes, frustrados y violentos.
El general de las fuerzas aliadas Dwight Eisenhower en la Segunda Guerra Mundial dijo en la posguerra que el problema número uno de la seguridad global iba a ser la superpoblación. La población explotó dos veces debido a esas “mejoras” alimentarias, y ahora tenemos un mundo que está completamente en crisis, ecológicamente y en términos de seguridad también.
¿Influyen también los movimientos poblacionales?
Dentro de un país, influyen. Hay países donde ya no se puede subsistir porque hay demasiada gente y el cambio climático está infuyendo mucho en la agricultura y en la alimentación. En India o Pakistán hay crisis del agua, hay que perforar más profundamente. La gente que no puede sobrevivir en su propio país emigra. Pero en términos ecológicos no importa dónde estén las personas. Cada uno de nosotros necesita una estructura de recursos, materiales, alimentación. El desequilibrio es enorme. No podemos sobrevivir así.
¿Cuánta gente puede albergar nuestro planeta?
Si seguimos creciendo como hasta ahora vamos a llegar a 11.000 millones de personas a finales de siglo. Pienso que es imposible. No vamos a poder. Ya estamos reventando el mundo con lo que estamos causando en la atmósfera, en los mares y en los suelos. Antes de la creación del nitrógeno artificial o de la revolución verde que depende de plantas que no se desarrollaron en la naturaleza y necesitan defensas artificiales que nos envenenan a través de la química en la alimentación, fuimos 2.000 millones. Esa podía ser una cifra a la que podríamos llegar si reclutáramos a menos personas para reemplazarnos. No tiene que ser algo dracónico como hicieron los chinos, con un programa que a nadie le gusta, tampoco a ellos. Pero he estado en muchos países con programas muy exitosos de planificación familiar, completamente voluntarios. En Irán, por ejemplo, ha funcionado aún más rápidamente que China con su hijo único.
¿Tenemos entonces en la mano evitar esa superpoblación que nos deje sin recursos?
La esperanza es que el anticonceptivo es una tecnología que ya tenemos. No tenemos que esperar una magia o algo así. Ya sabemos cómo hacerlo. Si se le da acceso a todas las personas en el mundo, abrumadoramente la mayoría querrá usarlo. El acceso universal en este momento sería bastante barato. Costaría 8.000 millones de dólares al año. Es lo que mi país estaba gastando al mes en las guerras de Irak y Afganistán. Son cosas que podemos hoy en día. La mitad de los países del mundo ya están llegando a un nivel de reemplazo. Eso para mí es muy esperanzador.
¿Cómo diseñamos una economía de cara a una población menguante y luego de cara a una población estable? ¿Cómo se ejecuta una economía que pueda prosperar sin depender de un crecimiento constante?
Lo interesante es que los programas voluntarios que mencioné, casi cada uno de ellos fue creado por un economista que se dio cuenta, por ejemplo, en el caso de Tailandia, que era imposible desarrollar el país si cada aldea estaba naufragando bajo una inundación de niños. Se pusieron unos programas de planificación familiar, a veces dando un incentivo a la gente. Hoy día, Taliandia tiene una tasa de fecundidad por debajo de la de reemplazo y la mejor economía de todo el sur de Asia. Japón, por ejemplo, tuvo que cortar su boom demográfico después de la Segunda Guerra Mundial cuando la economía estaba en ruinas. Hoy los japonenes tiene más oportunidades a futuro y sus sueldos no van a bajar, al contrario.
¿Y todo esto cómo se plantea en un contexto de crisis?
Muchas veces los economistas nos dicen que tenemos que seguir creciendo y que necesitamos poblaciones muy grandes para tener más consumidores pero realmente lo que quieren ellos es que la mano de obra sea muy barata. Cuantas más personas peleándose entre sí por unos sueldos miserables, más contentos ellos. En España ya se sabe, con la crisis que hay, que ese no es el rumbo correcto.
Cuando bajemos nuestra población, habrá durante una transición de una o dos generaciones con más ancianos que jóvenes. Pero los trabajadores jóvenes serán más valiosos y sus sueldos no van a bajar. Los jubilados de ahora siguen siendo económicamente productivos, pero los niños son lo que le cuesta a una economía durante los primeros veinte años porque no hacen nada salvo asistir a las escuelas y las escuelas también cuestan. Es una breve síntesis de cómo podríamos tener prosperidad.